Poemas de Rafael Rattia
Condenado irreductible
Nada me derrota, nada me amilana
Pertenezco a la legión de los condenados irreductibles
Soy un Espartaco escarnecido
Herido por la saeta y el cruel vilipendio proferido
Por los poderes instituidos
Mas nunca doblegado curtido en refriegas de los
Perseguidos y atormentados por la desdicha
Tengo la piel reseca y dura de los inquebrantables
Por aquí pasó un esclavo libre que no claudicó ni bajó la cerviz
Ante la humillación de los poderes terrenales
Transité por infernales gólgotas inenarrables y no pedí
Clemencia a quienes usufructuaron las vidas ajenas a su antojo
Mi orgullo no tiene mensura y me solazo en mi fortín porque abrevo
Insaciado en mi precariedad menesterosa y doliente
Soporté la inefable tortura de vivir varias muertes y vengo de regreso de
Oscuras luminosidades
Nada me derrota nada me amilana
Pertenezco a la legión de los condenado irreductibles
Vivo en un país que sólo yo conozco
Hablo una lengua que yo solo pronuncio
Y la extrañeza de la incertidumbre me acompaña
Cual tenebrosa filiación de animal proscripto del mundo.
Los poetas de la revolución
Se agolpan sudorosos y con redomada ansiedad
Entre la multitud y la turba hambrienta, enardecida
Sedienta de venganza clasista
Se disputan el micrófono por donde emanan desvencijadas
Consignas anti-imperialistas
Visten de blue jean y franela roja en las congregaciones
De las grandes avenidas de la ciudad atestada de caca de perros
Y hollín
Hablan una lengua extraña, ataviada de odios y rencores
Provenientes de la colonia
Los poetas de la revolución son colonos colonizadores
Se persignan en nombre de la nueva iglesia y rinden
Riguroso culto a los novísimos santones de la naciente
Nomenclatura partidocrática
El síndrome de la nómina los cobija con edulcorada placidez
Burocrática y brindan con penca de cocuy y miche cuando bautizan
Sus panfletos en las máquinas de la imprenta nacional.
Algunos pocos de ellos prefirieron el servicio exterior, pues el bajo perfil
En Cancillería les confiere un anonimato cónsono con su estulticia
De opacos funcionarios de carrera.
De luises y wilfredos está llena la fauna de la zoofilia bolivaresca
De gustavos, william y ramones se enorgullece el Saturno antropófago
Los poetas de la revolución cantan loas y tejen ditirambos a la
Personalidad del líder único, eterno, supremo
Los poetas de la revolución se agremian en redes de espionaje y delación
Para sapear a otros poetas que no siguen la corriente de la historia
Los poetas de la revolución se esmeran en perfeccionar su laborioso
Mecanismo de relojería y nunca olvidan su pequeña biblia azul
Por si se les olvida algún versículo de su bigbrother, porque, no
Lo olvidemos, también tienen su padrecito Stalin con mostacho
Y agrafía.
Los poetas de la revolución cantan ebrios hasta el hartazgo de licores
Ideológicos himnos de escasez y miseria
Obviamente, los poetas de la revolución nunca leyeron a Hörderlin ni a
Mallarmé, pocos de ellos saben quién es Whitman pero lo esconden de los anaqueles
De las librerías oficiales para que los poeticastalleristas bisoños no lean al poeta
De la democracia
Alguna vez leí en un amarillento suplemento literario que
Los poetas de la revolución viven literalmente en las nubes pero bajan
Puntualmente a las taquillas del erario nacional a cobrar sus emolumentos y canonjías
A cambio de sus pliegos de infamia que testimonian la degradación del espíritu humano.
Por aquí pasó un esclavo
Por las íngrimas y desoladas calles del antiguo villorrio
Caminan con desgano los últimos hombres dignos de una
Estirpe que por décadas durmieron en la penumbra de
Una ciudad escarnecida por los verdugos de una patria
Que nunca izó sus banderas como las que aparecen en las
Enciclopedias continentales
Tras los grandes ventanales de la duda sempiterna
Se asomaban las mujeres somnolientas y ansiosas
Por saber si la sombra que se golpeaba con los muros de
Las callejas de la tenebra inhóspita era de su hijo
Vilipendiado por las nefandas editoriales bolivarescas.
En mitad de la noche, a diario, con religiosa puntualidad,
El esclavo ebrio de esperanzas interrumpidas arrastraba
Consigo la vergüenza nocturna de ser tan sólo un estropajo
De los vicios que laceraban cruelmente a las madres del barrio.
Espectros de la comarca
La comarca fluvial se había quedado sola
Sus habitantes fueron emigrando cuales aves continentales
Hacia los confines de otra alegría en búsqueda de ilusiones
Màs jóvenes
Sus precarias callejas heridas por un olvido secular
Albergaban espectros condenados al vagavagar incesante
En la comarca fluvial todos soñaban despiertos
La modorra y molicie inmóvil paralizaba los espíritus
De los seres acuáticos
La forma de gobierno de los sobrevivientes era el gineceo
Pero a escondidas los dudosos miembros varoniles de la especie
Se esforzaban por afeminarse amparados en la letra muerta de una
Constitución vituperada por la mano izquierda del partido único.
Verbo martirizado
En medio de la tormenta
Mi lengua zozobra y se adormece
En el fondo de la aguas turbias
En los días de desequilibrio orgánico
Mi lengua enmudece y se niega conmigo
Ella duerme un sueño imperturbable
Y habla el idioma mudo de mis muertos
Sempiternos
Cuando el rumor sórdido del tumulto
Profiere sus ruidos estridentes
Mi lengua habla despacio vocablos inteligibles
Mi lengua piensa lo que dice pero no dice todo lo que
Piensa por temor a ser cercenada por la daga implacable
De los monjes itinerantes del poder decrépito
Mi lengua calla cuando escucha inauditos tropeles
De potros insomnes cabalgando llanuras incendiadas
Por los rencores seculares
Mi lengua y tu lengua en el transtierro se esconde de las
Ordenes altisonantes del vituperio indómito
Huye mi lengua y boga en bajeles de angustia
Hacia el mar de los sargazos.
Hetairas del Derecho
Estas son las filibusteras de una
Jurisprudencia graduada en las aulas de la perfidia
Las bucaneras de la trampa y la celada
Dueñas de una inteligencia mefistofélica
Que no repara en prodigar puñales a traición
Sus labios teñidos de farsa y carmesí
Profieren promesas incumplidas con pasmosa antelación
La tierna tesitura de sus sonrisas improvisadas
En el lenocinio de sus muecas estudiadas
Son pájaros negros disecados en el diálogo pútrido
Sus palabras desérticas e infecundas son arañas venenosas que tejen
Hilos macabros y fatuos para extraviar incautos.