La peor economía del mundo

Decía mi buen amigo José Manuel Puente recientemente que, según la prestigiosa publicación The Economist, la economía venezolana tenía el peor perfomance (desempeño) del mundo en este momento. No se atrevió José Manuel a confirmar esto por no disponer de manera directa de la data mundial necesaria para soportar tal aseveración, pero, como docente titular del IESA y profesor invitado de Oxford que es, sí aseguró dos cosas importantes: 1) TheEconomist es una publicación seria y tiene a su disposición información suficiente como para llegar a esa conclusión; y 2) si bien él no lo puede confirmar a nivel mundial, sí pudo establecer con propiedad que en Latinoamérica somos los reyes del desastre, con el triste añadido de que vamos en contravía al camino que lleva toda la región, que es de crecimiento sostenido y control de la inflación.

Es más, aseguró Puente que el caso venezolano es objeto de estudio en las principales universidades del mundo y para todos los organismos económicos internacionales, por cuanto constituye una tremenda curiosidad entender cómo es que, en medio de un boom de altos precios del crudo en el mercado mundial, un país petrolero puede estar en plena recesión económica, a la par que ha generado la inflación más alta del planeta. Es decir, con el “caso Venezuela” se podría escribir un manual de cómo arruinar un país que tiene altísimos ingresos, o escribir un cuento titulado “El rey Midas al revés”, como le gustaría seguramente llamarlo al brillante exministro Moisés Naím.

La crisis venezolana tiene números concretos que constituyen cifras alarmantes, por lo que ninguna de estas aseveraciones son posiciones amarillistas sin sustento. Cerramos el año 2013 con la inflación más alta del mundo (56,2%) y la tasa de escasez interna más severa de nuestra historia (28%), y este año ambos índices han empeorado. La inflación anualizada ya supera 60% y la escasez se dejó de publicar, pero la última vez que se tuvo un número oficial ya estaba por encima de 30%. A esto hay que añadirle, sin temor a equivocación, que ambos indicadores han sido descaradamente maquillados por el BCV para amortiguar la gravedad de la crisis en la opinión pública. Pero lo cierto es que, si a esto le sumamos que llevamos ya dos trimestres seguidos de caída del PIB, podemos afirmar con total propiedad que ya estamos en medio de una brutal estanflación (“el peor de los mundos”, según el británico James Meade, premio Nobel de Economía en 1977).

Pero lo más grave es que, frente a esto, el gobierno no se inmuta. Asoma medidas y lanza globos de ensayo, pero ni las medidas fiscalistas que le ayudarían a mejorar el flujo de caja y tapar el enorme déficit que él mismo ha creado son asumidas. Por ello, menos aún podemos esperar que asuma las que sí atacarían las causas estructurales del desastre económico, porque ellas implicarían desmontar la receta revolucionaría que ha destruido al país y reconocer implícitamente su fracaso.

¿Cuánto más aguanta la ciudadanía esta situación, aunada a la crisis de la salud y la inseguridad desbordada sin que ocurra un estallido social? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que cada día la situación se agrava y esa posibilidad, que nadie quiere pero que está allí, aumenta.

Por eso, bien decía José Manuel terminando su intervención: “Acometer las medidas para salvar el país puede ser costoso, pero más costoso aún será no asumirlas”. Mientras tanto, el reloj avanza, los estómagos crujen de hambre, los sueldos no alcanzan, el talento humano huye del país, las enfermedades se expanden, las medicinas no se consiguen y muchos corazones están dejando de latir como consecuencia de esta locura que nos impusieron unos trasnochados de la historia.

Hoy más que nunca vale la pena y es necesario luchar para superar esta tragedia y salvar a Venezuela.

*Diputado por la Unidad al Consejo Legislativo de Miranda

@CiprianoHeredia

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