La calle está que revienta

Estamos inmersos los venezolanos en lo que jamás imaginamos cuando el tiempo cuenta en las preocupaciones de satisfacer necesidades perentorias que el ser humano tiene, ante las responsabilidades exigentes cada vez.

Cuenta entonces el compromiso social para que el país encuentre el camino de sostenido avance que, perversamente, fue trastocado al llevar a Venezuela por el despiadado camino del atraso inimaginable. Entonces, frente a este clima descompuesto que se acentúa en el país, no podemos distraer nuestra atención de la profundidad de la crisis que condena a la desesperación a millones de habitantes. Es preciso actuar decididamente por la libertad.

Hay que pisar tierra. No se puede andar por las ramas con elucubraciones fantásticas cuando las presiones sociales están a punto de ebullición. El descontento social no está para la distracción de académicos o presuntuosos imberbes de la política de salón, prominentes escaladores de puestos públicos. Esos están en la cumbre de la comodidad sin que, por asomo, los incomoden las penalidades por el desabastecimiento que sufre el venezolano día tras día.

El descontento social está en la acera de los hechos irrebatibles. En esa donde millones de seres humanos quieren vivir sin el tormento del hambre. Estos venezolanos no están en la línea de la compra-venta. Tampoco están entre los que le huyen a la lucha por los derechos insustituibles del ser humano. Así, igualmente, muy distantes de quienes escurren el bulto y se acomodan al mejor postor para pasar inadvertidos ante la dramática situación que vive Venezuela. Esos son los que poco les importa que jóvenes estudiantes sean abaleados en las calles por defender la libertad de Venezuela.

Así el accionar de la lucha insistente democrática de jóvenes y viejos de esta Venezuela que lleva la canción nacional “Gloria al Bravo Pueblo” en el alma, no se transfigura en sumisión vil. Contrario a esa dócil manera de procederes que la conciencia libre condena, se hace presente en unión perseverante el pueblo con su juventud estudiantil y trabajadora al frente, con sus mujeres hidalgas que llenan el alma de gloria, convicciones y fe liberadora para retomar el camino del civilismo democrático. La calle está que revienta.

Pero hay una Venezuela que sí responde a la lucha de la libertad. Este es el pueblo venezolano que no acepta andar en el penoso transitar de calles interminables en busca de un paquete de harina precocida. Es así lo que se vive con el aditivo de la criminalidad que deja semanalmente un cuadro aterrador de muerte en muchas regiones del país. Estamos envueltos en una espiral de violencia en la que se dan la mano la prepotencia ignorante en el poder con el oportunismo del cálculo totalitario enseñoreado por la magia del entreguismo lacerante. Y es por lo que ya no tiene reposo la actitud nacionalista venezolana de la defensa del patrimonio nacional. El pueblo está en la calle. Y lucha con fe republicana.

Hay que pisar tierra y fortalecer el espíritu nacional con las sabias lecciones de los hombres y las mujeres de la independencia de Venezuela. Hay que luchar en el histórico escenario de las calles en defensa del derecho a la salud y la vida. Para que los venezolanos no sigan debatiéndose en el sufrimiento por la escasez de alimentos esenciales de diario consumo. Hay que entender hasta dónde está presente ese sufrimiento de la madre que no encuentra más que entregarle cada mañana el abrazo intenso y eterno al hijo que se va a la escuela solo con un trago de agua en su estómago. Esta es la Venezuela que sufre con un multimillonario ingreso diario de dólares americanos por exportación petrolera, pero con los buitres que acechan y se hartan. Tamaña desgracia la que vive el pueblo venezolano por la demencia de los aventureros de la política y los alcahuetas de la cobardía y el oportunismo.

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