253 000 personas mantienen activos empleos desde sus casa en Ecuador

En Ecuador, hasta diciembre de 2019, 3,1 millones de personas tenían empleo adecuado/pleno, es decir, con ingresos iguales o superiores al salario mínimo, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Y el 0,47 % de ellos –15 000 personas– lo hacía a través del teletrabajo. Eso hasta la semana pasada.

Pero eso cambió a partir de la emergencia sanitaria declarada por el coronavirus y ahora son 253 247 trabajadores los que trabajan desde su casa, lo que corresponde al 8 %.

Para miles de trabajadores esta fue la primera semana de teletrabajo emergente, como para Alfonsina Rodríguez, Valeria Salazar y Jorge Rivera. Otros iniciaron antes, como Diego Cepeda y Paula.

Son parte de la nómina de 1238 empresas, entre privadas, públicas e instituciones que se acogieron al teletrabajo, cifra que reporta el Ministerio del Trabajo.

Por ejemplo, el Registro Civil tiene el 100 % de su nómina, esto es, 1939 colaboradores públicos laborando en casa. La Defensoría del Pueblo y varias Direcciones de Educación también lo hicieron. Grupo FARO tiene a todos sus 26 trabajadores en casa y Equifax a toda su nómina.

Esta modalidad era poco común en Ecuador y ahora pasó a ser la salida para que la producción laboral no pare.

Según el ministerio, hay 330 empresas dedicadas al servicio administrativo que aplica esta alternativa a nivel nacional; 194 de comercialización, reparación de vehículos automotores y motocicletas; 162 de actividades científicas y técnicas; 91 de enseñanza; 84 industrias manufactureras; 77 de comunicación; 69 del área financiera y de seguros; 53 de construcción; y, 21 de explotación de minas y canteras.

Los teletrabajadores idearon un espacio de oficina en sus domicilios: en el comedor o escritorio de sus hijos. Ya no se levantan tan temprano como de costumbre, pero sí aportan a los quehaceres del hogar, lo cual antes era imposible. A unos los sorprendió y otros ya estaban acostumbrados. Concuerdan en que estar en casa en esta situación y mantener el empleo les da un respiro.

Alfonsina Rodríguez busca dividirse para sus tareas

Dos veces tuvo que adecuar Alfonsina Rodríguez su espacio de trabajo para estar cómoda en su domicilio, en Quito.

Desde el lunes labora en casa durante ocho horas al día por cinco días a la semana. En su primer día se levantó más temprano de lo previsto para adecuar su sala. Cogió una mesa de centro y la cubrió con un mantel. Allí puso su laptop, que conectó a un monitor.

A la derecha puso una mesa pequeña y sobre ella la impresora. Y el mueble se convirtió en su silla de oficina temporal.

Dos días después se vio obligada a cambiar su oficina improvisada. La forma redonda de la mesa no le permitía trabajar bien y optó por una cuadrada con dos cajones.

En ese espacio, la docente de la Universidad Internacional SEK planifica clases en una plataforma digital.

“La organización del tiempo es distinta porque uno debe autorregular su tiempo entre el trabajo y las actividades del hogar”, explica, y detalla que desayuna mientras enciende sus equipos electrónicos.

Dice que no le agrada el teletrabajo, pero afirma ser consciente de la situación: “Para mí, es importante la presencia en el lugar de trabajo con las distintas personas. Aún no he resuelto cómo dividir los quehaceres con las actividades del día a día. Por momentos quiero hacer las dos cosas, lo que hace que pierda eficiencia en las dos actividades”, comenta.

Jorge Rivera ya no se levanta 4 horas antes para ir a su trabajo

El descansar un poco más es para el suboficial primero Jorge Rivera uno de los placeres que dice aprovechar.

Él antes se levantaba a las 04:00 para viajar de Guayaquil a Milagro. “Yo me traslado a Milagro y me quedo allá hasta el retorno (a Guayaquil). Salgo a las 04:00 a Milagro al departamento que tengo, dejo mis cosas y entro a la oficina a las 08:00, pero siempre llego con una hora de anticipación. Ahora con teletrabajo mi día comenzó normalmente a las 08:00”, cuenta.

Rivera, de 56 años, afirma no haberle causado dificultad esta modalidad laboral, más bien le ayudó para estar cerca de sus hijos en esta situación.

Además, menciona que está dentro del grupo vulnerable al tener diabetes y asegura que no arriesgará su salud.

“Me dedico a mi hogar, a ver a mis hijos que no salgan a ningún lado y tengo mayor control. También acordé con mi esposa que nadie nos venga a visitar y así estamos en vigilia”, dice.

Aprovechó el escritorio que usan sus hijos para realizar tareas y colocó su laptop y documentos. A su lado tiene una ventana que en la mañana y tarde le da claridad para laborar.

Desde allí efectúa pagos como del combustible y se comunica con sus compañeros de trabajo a través de WhatsApp.

Paula mantiene la misma rutina laboral que hacía en oficina para no distraerse

Lo único que ha cambiado en el día a día de Paula es la hora de levantarse. Antes se despertaba a las 06:50 para salir de su domicilio en Cumbayá a las oficinas de Grupo FARO, en Quito.

Ahí debía estar a las 08:00. Pero, desde el pasado lunes, su alarma suena a las 08:00 y comienza las actividades que siempre ha realizado. Se alista, desayuna y acude a la sala de su vivienda a encender su laptop a las 09:00.

Ella se imagina estando en su oficina para evitar distraerse y desconcentrarse de su trabajo.

“He tratado de mantenerlo lo más cercano a la rutina de trabajo, los horarios al menos, tratando de levantarme a una hora similar, haciendo pausas a media mañana, media tarde, a la hora de almuerzo”, detalla la especialista en investigación en el área de Democracia, Transparencia y Ciudadanía Activa.

Vive junto a sus padres, hermanos y abuela. A ratos acaricia a su mascota Mati y despeja su mente leyendo un libro.

Comenta que, durante la jornada laboral y sus recesos, evita ir a su dormitorio: “No me parece quedarse en la habitación todo el día, es muy importante usarla solo para descansar, lo que normalmente se hace cuando llegas a casa”.

Paula afirma que el teletrabajo tiene varios retos, como el estrés de estar en el mismo espacio, pero cree que se puede superar realizando actividades lúdicas.

Tiempo para ejercitarse y la familia se acoplan al teletrabajo de Diego Cepeda

Una rutina de crossfit, que busca previamente en redes sociales, marca el inicio de la jornada laboral en casa de Diego Cepeda. Y una vez ejercitado y desayunado se sienta frente a su computador para cumplir su rol de gerente general de La Colmena (Nusoltec S. A.), compañía que brinda sistema integral empresarial.

“Hago videoconferencias con el equipo para revisar avances y planes de trabajo, actividades de agenda como llamadas a clientes”, cuenta.

Él utiliza herramientas de WhatsApp y Google Drive para compartir documentos con sus equipos de trabajo para controlar el negocio, a la vez que dedica tiempo a su familia. Esa ha sido la rutina de Cepeda desde el pasado 12 de marzo, antes del estado de excepción y toque de queda en Guayaquil.

“Es una gran ventaja para compartir tiempo con nuestros hijos, a quienes ya que estamos en casa nos toca dedicarles tiempo, lo exigen y debemos aprovecharlo”, manifiesta.

También separa un espacio para acariciar y alimentar a su mascota don Choco, un perro labrador. Y divide las actividades domésticas con su esposa. “Sí me gusta (el teletrabajo), es una buena opción para compartir con la familia y sobre todo en esta situación para prevenir la expansión del virus, nos ayuda a ser más disciplinados porque de ello depende el éxito del teletrabajo”, apunta.

Valeria se siente más tranquila laborando desde casa

La posibilidad de estar 24 horas al día junto a sus padres y su hermana para atender alguna eventualidad y más aún con la epidemia del coronavirus significa para Valeria Salazar, de 26 años, una de las mejores oportunidades.

Ella trabaja como analista de marca y comunicaciones en Equifax, en Quito, y se reporta con su líder inmediato a través de videoconferencia.

El teletrabajo no es nuevo. Ya lo hizo durante las paralizaciones de octubre pasado. La empresa, cuenta, ya viene aplicando esta modalidad y que hace una semana es al 100 %.

“El cambio más significativo ha sido ahorrar el tiempo de traslado hacia las oficinas, lo cual nos ha permitido un equilibrio entre la vida profesional y la familiar”, menciona.

Salazar usa un espacio de la mesa de comedor para poner su computadora y celular. A veces cuando llama camina un poco por la sala y así no está la mayoría del tiempo sentada.

La quiteña explica que separa una hora antes y después de trabajar para dedicarse a los quehaceres domésticos, como preparar la merienda. “En los tiempos libres me tomo unos minutos y paso con mi mamá. Hablamos de lo que ocurre (coronavirus) o de otros temas como tener una mente positiva”. En las noches arregla su cuarto. (I)