Entre temor y compromiso van a trabajar para levantar al Ecuador

Ellos no pueden laborar en casa en esta emergencia sanitaria por el coronavirus, deben salir cada día, entre el miedo y el compromiso de cumplir con sus tareas.

Son trabajadores de los sectores estratégicos que no pueden detener sus operaciones de servicio al ciudadano.

Este Diario recogió la historia de cuatro ecuatorianos que mantienen la marcha del país, quienes muestran su labor diaria y cuentan cuál es su motivación, desafíos y temores que enfrentan.

‘Batallamos una guerra fría y se terminan guantes y mascarillas ’

“Dios, estoy en tus manos. Ayúdame en mis labores, protege a mis compañeros, a mí y a las personas que nos encontramos laborando en las calles”. Con esta oración el policía Ramón (nombre protegido) se prepara todas las tardes para recorrer uno de los cantones de la provincia del Guayas, territorio donde se registran más de mil casos por coronavirus.

Se coloca su mascarilla y guantes y al cruzar la puerta de su casa se activa su angustia. “Es un temor, no sabemos qué va a pasar luego”, señala.

Ramón labora todos los días ocho horas, cuando se inicia el toque de queda, a las 14:00. Sale con otros policías en varias unidades. Recorren casi todo el cantón con las sirenas encendidas y siempre se encuentran con aquellos que hacen caso omiso a las disposiciones.

Es cuando vuelve su angustia y más cuando se le están terminando los guantes y mascarillas, que dice no recibir. “Yo no he recibido y lo he comprado por mis propios medios”, menciona el policía que cada día repite: “Buenas tardes, ingrese a su domicilio y trate de quedarse en casa, cumplir las disposiciones porque estamos en una emergencia y depende de usted que no se propague”.

Es un temor, no sabemos qué va a pasar luego, con quién vamos a tratar en el camino, es como una angustia el ir a las calles cada día, pero es nuestra obligación ir y hacer cumplir la ley”.

Miembro de la Policía

Molina cuenta recibir desde ‘gracias’ hasta ‘insultos’. Lamenta ver ciudadanos libando y hasta sacando sus mesas para jugar cartas en las calles.

Comenta que el hablar con firmeza no es suficiente, por ello van acompañados de bomberos, quienes con la fuerza del chorro de agua obligan al ciudadano a entrar en su casa.

A pesar de todos los escenarios, reconoce sentirse orgulloso: “Siento orgullo de poder llevarles seguridad a las personas, de que cuenten con policías que dan esa tranquilidad cuando piden a los demás que acaten las disposiciones”.

‘Esta labor ayuda al país, pero peligramos por los irresponsables’

Susana (nombre protegido) dice estar cansada de ver todos los días cómo personas de la tercera edad, adultos con niños y hasta familias enteras ingresan al supermercado donde labora, en el norte de Quito.

No se toma conciencia, les pido por favor nos ayuden no solamente quienes tenemos un trabajo fijo y por ende tenemos que salir, sino que pensemos en el bien común… Hay muchos de nosotros que queremos pasar en las casas con nuestros hijos para no contagiarnos y no podemos hacerlo por nuestra labor de servicio”, explica.

Ella trabaja para una cadena de supermercados, empresa que está dentro de los sectores estratégicos y que no ha parado sus labores en esta emergencia sanitaria.

Susana hace un llamado a la tranquilidad y a dejar a un lado el pensamiento de que no habrá alimentos: “La comida no va a faltar. Las empresas seguirán trabajando, los productores y la gente del campo”.

Lleva laborando cerca de un año como cajera en esta cadena de supermercado y toma las debidas precauciones desde que sale de su casa hasta llegar. Por ejemplo, coloca sus zapatos en una lavacara con agua y cloro, no toca nada hasta bañarse. Luego, lava su ropa.

La comida no va a faltar, no está escasa, no se van a cerrar los lugares que venden comida y la gente no tiene que alarmarse. Las empresas seguirán trabajando, productores y la gente del campo”.

Cajera de un supermercado

Vive junto con su esposo, hija y suegra, quienes no se acercan a ella hasta que realice todo este proceso de limpieza.

En su trabajado también se desinfecta. Le ponen gel antibacterial, limpian sus zapatos, usa mascarilla y guantes para atender a los clientes.

Desea culminar los 28 días que debe trabajar para acogerse a los 14 de descanso. Ya quiere que sea mediados de abril. Mientras clama por el bien común: “La mejor ayuda que nos pueden dar (a quienes salimos a trabajar) es quedarse en casa”.

‘Nunca me imaginé que viviría esta experiencia, lo veía lejos’

Carmen (nombre protegido) nunca imaginó salir a la calle con guantes, mascarilla y colocarse gel antibacterial a cada instante.

Cuando vio las noticias del origen del coronavirus en China no pensó que llegaría a Guayaquil. “Todo lo veía en las noticias, lo vi todo lejos, nunca pensé que iba a llegar aquí, es algo catastrófico si se puede calificar así”, menciona.

Ella trabaja en una gasolinera en Guayaquil. Es jefa de piso, pero también despacha combustible. Su contacto con los clientes es permanente.

Lamenta que del 100 % de usuarios, solo el 20 % siga recomendaciones de usar mascarilla y guantes, aunque le reconforta no ver hasta el momento que vayan a tanquear sus vehículos adultos mayores, embarazadas o personas con niños.

A Carmen le gustaría estar en casa junto con su esposo hasta que pase la emergencia, pero es consciente de que su trabajo demanda lo contrario.

Cuando regreso de trabajar en mi mente pienso: un día más sin dificultad, sin contratiempo, y doy gracias a Dios por un nuevo día de estar en casa junto a mi esposo”.

Despachadora de combustible

Lleva alrededor de diez años trabajando y por primera vez siente bastante temor: “Todos los compañeros estamos con miedo de ir al trabajo, aunque siempre tomamos precauciones, pero ese es el temor”.

Lo positivo que puede resaltar de esta situación es que ayudan a quienes necesitan movilizarse y llegar a su destino. “Me siento orgullosa de cumplir con la responsabilidad de ayudar a alguien más, es como un granito de arena, poder colaborar con la persona que necesita ir a comprar algo, o ir al médico”, señala.

Extraña llegar a casa y saludar con un beso y un abrazo. Ahora llega, se saca los guantes y mascarilla antes de entrar y los coloca en una funda. Se saca los zapatos y los coloca en agua caliente con cloro. Su ropa la pone en una lavacara con agua y detergente.

‘Ser de este sector estratégico me compromete más a servir’

Para Shirley Zapata, de 31 años, pertenecer a un sector estratégico en tiempos de coronavirus la compromete más a servir a los ciudadanos. Se muestra fuerte ante los demás porque lo considera necesario en momentos en que reina la angustia.

Ella trabaja de 08:30 a 12:00, de lunes a viernes, como jefa de la agencia matriz de Banco Guayaquil, en el centro de esta ciudad. Está encargada de que todo marche con normalidad.

Indica que la concurrencia de personas de a poco va disminuyendo y agradece que eso sea así. Ella asume que las personas se están quedando en casa y utilizan los canales digitales para realizar pagos, transferencias u otro procedimiento.

Además, resalta el compromiso con la salud: “Hemos tenido un cambio notable en los clientes que usan mascarillas, que tratan también de protegerse”.

La situación del COVID-19 creo que no la veía venir, es algo que nos aterriza a la realidad. A mí me compromete aún más servir en un sector estratégico que tiene el país como el bancario”.

Shirley Zapata, jefa en agencia

Zapata dice estar pendiente del plan de contingencia que aplica la agencia bancaria, esto es, proveer de gel antibacterial al usuario cuando ingresa y que estos se coloquen a dos metros de distancia. También, cada día entrega al personal el material de protección, es decir, guantes, mascarillas y alcohol.

Al terminar su jornada laboral se traslada en su vehículo para reencontrarse con su esposo y su hija de 6 años, que viven en el norte. Antes de verlos, sigue las recomendaciones de lavar sus zapatos, ropa y bañarse. Y por supuesto, desechar los guantes y mascarillas.

Zapata cree que esto pronto pasará y que su actual aporte tendrá frutos. “Es un orgullo ser parte de este sector estratégico, el cual te permite tener una vocación de vida”. Shirley lleva nueve años en la agencia. (I)