¿Cuándo ha llegado el momento de cambiar la nevera?
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¿Cuándo ha llegado el momento de cambiar la nevera?
Los electrodomésticos más antiguos, especialmente los refrigeradores, consumen mucha energía. Por ese motivo, se recomienda comprar electrodomésticos modernos que sean más eficientes desde el punto de vista energético. Pero, ¿hasta qué punto es sensato en términos de dinero y medio ambiente?
Los electrodomésticos más antiguos, especialmente los refrigeradores, consumen mucha energía. Por ese motivo, se recomienda comprar electrodomésticos modernos que sean más eficientes desde el punto de vista energético. Pero, ¿hasta qué punto es sensato en términos de dinero y medio ambiente?
Según un instituto alemán de investigación medioambiental, desde el punto de vista ecológico casi siempre merece la pena utilizar el mayor tiempo posible un aparato que sigue funcionando. Esto se debe a que la fabricación de nuevos productos es costosa y consume energía y otros recursos.
Esto es especialmente cierto en el caso de un electrodoméstico que ya es eficiente energéticamente y que se compró recientemente o hace pocos años. «En la gran mayoría de los casos, no vale la pena sustituirlo por un aparato aún más eficiente energéticamente», explica Siddharth Prakash, experto en economía circular y consumo sostenible del instituto con sede en la ciudad de Friburgo.
Para seguir con el ejemplo de la nevera, el experto añade que la compra de una nueva solo tiene sentido en el caso de los electrodomésticos que se compraron antes del año 2000 o que tenían una clase de eficiencia energética B o peor en el momento de la compra. Para este tipo de frigoríficos, los expertos del instituto también recomiendan sustituirlos por un aparato moderno de las mejores clases de eficiencia energética desde el punto de vista ecológico. Es decir, por modelos normalmente más caros.
Es importante saber que la clasificación se ajustó en 2021 para poder reflejar los futuros pasos de desarrollo de los fabricantes en términos de consumo de energía. Por lo tanto, las clases de eficiencia energética A+, A++ y A+++, que eran las más altas hasta entonces, se suprimieron para muchos aparatos, incluidos los frigoríficos.
Esto significa que los aparatos de bajo consumo de las nuevas clases de eficiencia energética más altas A y B que se encuentran ahora en las tiendas son solo supuestamente peores que antes del cambio. En concreto, se cambiaría un aparato antiguo de la clase B por uno nuevo de la actual clase de eficiencia energética B. Según informaciones del experto en sostenibilidad Siddharth Prakash, la oferta de modelos A en frigoríficos es «todavía muy escasa».
«Nuestra recomendación es comprar siempre el electrodoméstico con la mejor calificación de eficiencia energética disponible y utilizarlo el mayor tiempo posible», asevera Prakash.
Aquí hay que tener en cuenta dos aspectos. En primer lugar, se recomienda calcular la rapidez con la que se recuperan los costes de compra de un electrodoméstico de alta eficiencia energética gracias a los costes de electricidad ahorrados. Para ello, los fabricantes indican en la etiqueta de eficiencia energética cuántos kilovatios hora consume de media al año un aparato. Los costes de electricidad resultantes pueden compararse con el precio de compra.
Si se tiene un aparato defectuoso, hay que evaluar el coste de la reparación. «En el caso de los electrodomésticos de alta calidad, la reparación suele tener más sentido que la compra de uno nuevo», señala Siddharth Prakash. La situación es diferente con los modelos más económicos, cuyos costes de reparación suelen ser elevados en relación con el precio de compra de productos nuevos comparables.
La rentabilidad de las reparaciones también depende del tiempo de uso del aparato. «Si un aparato de alta calidad se daña después de unos pocos años, suele tener más sentido hacerlo arreglar y seguir usándolo», afirma Prakash. Sin embargo, si el aparato ha alcanzado su vida útil prevista, puede ser mejor sustituirlo por uno nuevo de bajo consumo.
Por lo tanto, el consejo es obtener primero una estimación de costes. Por cierto: las reparaciones no siempre tienen que ser realizadas por un profesional. Muchos aparatos pueden repararse bajo supervisión en un café de reparación, por ejemplo.
Hay cafés de reparación en muchas ciudades. La mayoría de ellos se puede utilizar a cambio de una pequeña donación. Lo único que habrá que comprar son las piezas de repuesto. El traslado del aparato también corre por cuenta del propietario del mismo.
A la hora de tener que comprar otro aparato también se tendrá en cuenta la alternativa de adquirir un artículo usado que ha sido reacondicionado por el fabricante mismo. Normalmente, estos productos se revenden incluso con garantía.