Tasmania paraíso natural y salvaje

Tasmania es un estado insular de Australia, remoto, salvaje y poco habitado. 20% de su territorio ha sido declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, y cubre una red de 10 parques naturales que abarcan dramáticos desfiladeros expuestos a diversas glaciaciones, lagos cristalinos en antiguos cráteres y picos nevados inaccesibles.

Las carreteras poco transitadas y los parques poco visitados, dan una sensación de soledad, que es acompañada por las inesperadas apariciones de su fauna única e inofensiva.

La aventura comienza en carro desde cualquier aeropuerto. Un punto de partida puede ser la ciudad norteña de Launceston, que fue explorada por primera vez por George Bass y Matthew Flinders en 1798 y que aún conserva un aire colonial en sus construcciones y sus calles amplias. Desde allí se emprende un camino por modernas carreteras que atraviesan, primero campos de cultivo, y luego se adentran por un camino sinuoso de mimosas amarillentas y eucaliptos hacia el valle Cradle, desde donde parte el mítico camino alpino Overland.

Avistamientos de madrugada. Los pocos carteles que encontrará el viajero por Tasmania, después de aproximadamente tres horas en carro, van matizados por las señales que advierten de los paisajes montañosos o la presencia de los wombats (unos marsupiales peludos como un pequeño oso de peluche). Al final se llega al parque Cradle Mountain-Lake St. Clair, donde se puede pernoctar en las cabañas Waldheim. Desde allí se organizan avistamientos de canguros y wombats, pero en el frescor de la madrugada.

También se puede emprender desde las cabañas una caminata (difícil y por ratos incómoda) por senderos hacia empinados bosques con plantas de la era de Gondwana, que llevan hacia los lagos Dove y Crater, de 60 metros de profundidad y cuyas aguas reflejan como un espejo las montañas que lo rodean.

Lo más profundo.

Plena luz del día y un solitario recorrido, algún que otro carro o camión se atraviesa por esos parajes. El tránsito no es lo que angustia, sino la posibilidad de atropellar a algún animal salvaje o de quedarse sin combustible en medio de la nada. La próxima parada obligatoria es la localidad minera de Queenstown.

Pero si se busca un paraíso solitario entonces hay que tomar carretera en dirección al lago más profundo de Australia: el St. Clair. Luego de 3 horas de viaje en carro hay que caminar por un sendero corto entre árboles inmensos, algunos de 2 metros de diámetro, que llevan al inmenso lago, hogar de los ornitorrincos, esos extraños mamíferos con hocico de pato y cola de castor.

Allí también conviven wombats, los pequeños wallabies de Bennetts –una especie de versión miniatura de los canguros–, así como los currawongs negros o las endémicas aves paseriformes conocidas como yellow waterbirds.

Las ganas de playa y de continuar con la sensación de aventura solitaria llevan a tomar carretera y llegar a Mount William, cerca de Cobler Rock, donde la ausencia de almas humanas invita a recuperar al niño interior en sus dunas.