Camiones invasores los atormentan

Se instalan “prosudos” con sus grandes camiones sobre la calle Beethoven. No tienen reparo en subir sus llantas en la vereda y, de ese modo, obstaculizar el paso de los moradores del lugar, que durante los últimos seis meses han notado su desmesurada presencia en un tramo de aquella ruta, en el norte de Quito.

“Vienen a dejar mercadería en un almacén de muebles (situado en la avenida Galo Plaza Lasso, cuya entrada trasera da a la Beethoven). No les importa nada, se parquean de lado y lado por horas”, precisó Arturo Jijón, vecino del lugar. Los martes y jueves, un taxi lo retira o, lo hacía, de la entrada de su casa para llevarlo hacia una piscina donde recibe terapia para su dolor de espalda.

“Ahora tengo que caminar una cuadra hasta la esquina. Esa es la única plaza libre para que se pare el auto que me recoge”, manifestó.

En los ocho años que Jijón ha vivido en el sector “nunca había sentido tanto malestar” como el que le producen los vehículos pesados en la angosta callecita. Desde las ventanas, de una decena de departamentos, los vecinos miran molestos la caravana de camiones que, desde las nueve de la mañana, se asienta en aquella vía que hasta la esquina tiene menos de 100 metros.

“La buseta escolar de mi nieto, de 2 años, lo deja a una cuadra porque no tiene dónde estacionarse frente a la puerta del edificio. Es muy incómodo e inseguro venir con el asiento del niño desde tan lejos”, argumentó Yolanda Martínez.

La señora detalló que incluso ha visto a las ambulancias situarse lejos del ingreso de los pacientes ante “el abuso de los camioneros”. Ella mismo ha debido bajarse de la acera y caminar por media calle hacia la tienda o el parque cuando los carros se han apropiado de la vía.

Los vecinos coinciden en que están cansados de pelear con los conductores. “Nos faltan el respeto o nos insultan, pero no se quitan”, añadió Arturo, quien se ha dirigido hasta los agentes de Tránsito, parados en la avenida principal, para pedirles que retiren a los vehículos pesados. “Pero siempre vuelven”, confesó desanimado.

El mismo problema

En la calle Cumandá, entre Archidona y Tena, sucede lo mismo. Cada mañana los camiones que llegan de la Costa se instalan en la estrecha ruta para entregar los productos marinos a los comerciantes del Mercado San Roque.

“Es terrible, impiden el paso de cualquier vehículo y encima dejan un olor a pescado insoportable”, indicó María Pilamunga, quien regenta una tienda en esa calle del centro.

La situación no solo dificulta el tránsito en el sector, sino que también ha afectado su negocio. “A veces los taxistas quieren tomarse una colita, pero como no tienen dónde estacionarse se van. Y ni hablar de los proveedores, a ellos les toca traer coches para dejarme la mercadería”, sentenció.

A Luis Jarrín, otro vecino de esa calle, también le angustia la situación, especialmente en las ocasiones en que los carros de emergencia (Policía, Bomberos, Cruz Roja) no han podido acceder con facilidad para atender los llamados.

Lleva más de seis décadas en el barrio, pero considera que el problema ha empeorado en los últimos años. “Es insostenible. No se puede estar tranquilo con el olor que dejan, el ruido que hacen y el espacio que ocupan”, concluyó.