Razzmatazz: La palabra que empieza con “E”

Pequeño secreto periodístico (y publicitario): Así como hay palabras clave que sirven para llamar la atención de la gente con el fin de hacerlos leer una nota, también hay ciertas palabras que ahuyentan a los lectores como si fuera la peste. La palabra «entrevista» es una de ellas.

Si pones esta palabra maldita en el título de una nota, prácticamente estás tirando a la basura todo el esfuerzo que invertiste en su publicación. Y es que el proceso de publicar una entrevista en realidad es mucho trabajo para todos los involucrados. Cuando se trata de un músico, el reportero tiene que investigar sobre su vida, escuchar sus discos, tomar notas de otras entrevistas, armar un cuestionario decente y escoger las preguntas más pertinentes desde el punto de vista periodístico. La entrevista en sí tampoco es cosa fácil ya que hay que saber guiar la dirección de una conversación, sin dejar que se desvíe demasiado del tema central, entre otras cosas. Y claro, queda la labor más agotadora de todas: traducir, transcribir y editar la entrevista para su publicación inmediata. Para el mismo artista, hacer entrevistas tampoco es un paseo por el parque. Hay días que tienen que hacer, digamos, diez entrevistas, ya sea por teléfono, por escrito, o en persona, y ya sea para promover un lanzamiento o un concierto. Pregúntale a cualquier banda y ellos te van a contestar que lidiar con la prensa -local, nacional, o internacional- es la parte que más aborrecen de su trabajo, pasando por encima de las salas de espera de los aeropuertos o las horas en carretera. Así de mal nos ven. Pero ni modo, es parte de su chamba y no tienen de otra más que mostrar su lado más profesional mientras contestan las mismas preguntas de siempre una y otra vez.

Para el lector, una entrevista tampoco es cosa fácil. Vamos, la palabra en sí es estresante. Cuando escuchamos «entrevista» pensamos en las tantas veces que nuestras solicitudes de empleo han sido rechazadas por algún dizque psicólogo de recursos humanos. ¿Acaso hay tortura más humillante que una entrevista de trabajo? Muchas gracias, licenciado, oh no se preocupe, lo vamos a contactar una vez que tengamos una vacante que se ajuste a su perfil, muchas gracias por hacernos perder nuestro tiempo. Ahora bien, en el mejor de los casos, el lector lee «entrevista» en el título de una publicación y de inmediato piensa «ABURRIDO»; ¡pero hey! más abajo ve un «Lunes de Mallitas» y cómo competir con ese contenido.

Cabe aclarar, esto no es una crítica sino una mera observación. El lector tiene razón. No hay cosa más aburrida que leer una entrevista con un artista ¿Por qué? Es muy simple. Porque una entrevista es ajena a la obra. Mientras una obra es la expresión artística de una persona a través de un medio como la pintura, el teatro o la música, una entrevista es sucia y vulgar porque expone las mismas ideas que la obra de arte a través de las palabras cotidianas. Los periodistas exigen explicaciones, explotan la frivolidad, o buscan revelar los secretos del truco de magia. Su misión consiste en tirar al artista de su pedestal de semidios con tal de mostrarnos al mero mortal que es en realidad. Digamos que es el Toto que corre la cortina para revelarnos al mago de Oz.

Bueno, tampoco quería pintarnos como sabandijas. La entrevista surge como un interés genuino por entender a la gente que dedica su vida al arte. ¿Por qué hace lo que hace? ¿Por qué no aprender un oficio «de verdad» como la medicina o la ingeniería? ¿A qué se debe este egoísmo por expresarse a través de las herramientas de la creación? Así como la curiosidad nos motiva a explorar el mundo, también nos motiva a conocer a las personas. Quizás si indagamos lo suficiente, podemos comprender algo sobre la naturaleza humana, ese monstruo que habita en nuestro interior y nos impulsa a tomar caminos distintos. El dilema ético ocurre cuando esa curiosidad es explotada para satisfacer intereses sobre asuntos superficiales. Chismarajos, pues.

Para jalar interés, la entrevista se puede abordar desde técnicas editoriales distintas. Una de las más recurridas es la consigna. De una entrevista se extrae una sola cita capaz de generar controversia y se coloca en el título, sin importar que esté fuera de contexto. El resto de la entrevista es desechada y se crea una historia que gire alrededor de nuestra consigna. Considera este encabezado que tomé ahorita de NME. Major Lazer: «England Doesn’t Like Us for Some Reason.» ¡PUM! POLÉMICA. Funciona mil veces mejor que si el editor hubiera puesto, «Major Lazer en entrevista para NME.» Bostezo y me aburro. ¿Qué más hay?

Lo importante es que la cita GRITE para ser escuchada por los ojos distraídos de tuiteros. Los británicos son los amos y maestros de los encabezados amarillistas. En la era de las redes sociales, cuando la mayor parte del tráfico es generado por Twitter o Facebook, aquel que domina el arte del copy es el monarca indiscutible de los clicks. Lo único que debe hacer el entrevistador en esos 10 minutos que tiene frente a un músico es exprimirle una frase polémica ¡UNA! y ya tiene su nota. ¿Liam, qué onda con Noel?

Otra técnica editorial a la que recurren los medios más «serios» es cuando transforman una entrevista en una crónica. El reportero nos describe los pasillos de su oficina, nos ofrece detalles sobre el clima, y nos narra cómo fue que llegó a tiempo para estar frente a frente con el gran (digamos) Mick Jagger, todo esto con la intención de transportarnos al lugar de los hechos. Luego nos presenta con citas de la entrevista, le agrega algunos párrafos donde expone detalles ajenos a la conversación, alguna otra cita, otro párrafo para brindar contexto de acuerdo a la trayectoria pasada del artista, y yada yada yada. Al final nos quedamos con un trabajo loable de investigación periodística que -si todo sale bien- llegará a ser la historia de portada.

Podemos decir que eso es lo más aproximado que podemos estar a la literatura de no-ficción. Se busca informar al lector a través de la narrativa literaria. Pero por toda la labor y el esfuerzo del periodista, el reportaje sigue siendo un mero pie de página. Lo que quiero decir es que la obra es todo. Un álbum nos dice todo lo que tiene que decir un artista en ese momento. El artista no se tiene que explicar; no es necesario que de le cara y nos diga por qué escribió este verso sobre drogas, o qué pensarán los padres de familia cuando en esta canción dice tantas obscenidades en sus rimas, o qué inspiración tuvo para escribir tal melodía–Cállate ¿Qué más da? El arte empieza y termina con el disco, y nosotros como oyentes nos quedamos con nuestra interpretación de la obra, el cual está abierto a discusión pero -eso sí- nunca con el creador de la misma. El artista no se explica, se muestra.

La entrevista de un músico (o de cualquier otra persona dedicada a las artes) solo puede aspirar a tres cosas: Una es promover la obra; o sea, darla a conocer a más gente. Su labor no es periodística sino publicitaria, y es una labor que vale la pena siempre y cuando el material sea bueno. Lo que la nota diga tiene poca relevancia, con tal de que ponga el nombre del disco en alto. El otro lado útil que puede tener una entrevista es más práctico. Sirva para la gente que anhela con seguir los pasos de sus músicos favoritos, aprender algo de ellos o sobre ellos que les pueda ayudar a ser mejores músicos. Le brinda información útil para desarrollar su oficio. La tercera aspiración es quizás la más noble. La entrevista sirve como documento para dejar constancia sobre el paso de una figura influyente en la memoria del mundo. La entrevista no es más que una conversación documentada entre dos personas que sirve para profundizar la huella de un hombre o una mujer en los anales de la historia.

T: @ShyTurista

P.D.: Dicho sea todo eso, las 50 entrevistas de «Baja el volumen» que se han publicado en Sopitas.com han sido un mero intento de atribuirle un nombre y apellido a la música que nos ha marcado en los últimos años. Su presentación es el de pregunta y respuesta porque no aspira a otra cosa más que el de mostrar un momento tal como fue. Su contenido es valioso, pero intrascendente. No es arte, sino periodismo.

1. Love of Lesbian (Julián Saldarriaga)
2. Triángulo de Amor Bizarro (Isabel Cea)
3. Diego Herrera
4. Nile Rodgers
5. Purity Ring (Corin Roddick)
6. Delorean (Ekhi Lopetegi)
7. Toro y Moi
8. Andrés Calamaro
9. Peter Hook
10. The Black Lips
11. HAIM (Alana Haim)
12. Savages (Jehnny Beth)
13. Little Boots
14. Especial de los Beatles
15. Lorde
16. Phantogram
17. Jack Johnson
18. Poliça
19. Russian Red
20. Jake Bugg
21. Wild Beasts (Hayden Thorpe & Ben Little)
22. Tegan & Sara (Tegan Quin)
23. Sleigh Bells (Alexis Krauss)
24. Warpaint (Theresa Wayman)
25. Tegan & Sara (Sara Quin)
26. Timber Timbre
27. Sharon Van Etten
28. Lorde
29. Alison Mosshart
30. Gruff Rhys
31. The Album Leaf
32. Belle and Sebastian (Stuart Murdoch)
33. Kevin Drew
34. Death From Above 1979 (Sebastien Grainger)
35. MGMT (Ben Goldwasser)
36. El Columpio Asesino (Álvaro Arizaleta)
37. Zola Jesus
38. Cloud Nothings (Dylan Baldi)
39. The Drums (Jonny Pierce)
40. Alan Parsons
41. The Afghan Whigs (Greg Dulli)
42. Echo & The Bunnymen (Ian McCulloch)
43. Rhye (Michael Milosh)
44. Tricky
45. Klaxons (James Righton)
46. Conor Oberst
47. Panda Bear
48. Purity Ring (Corin Roddick)
49. The Flaming Lips (Wayne Coyne)
50. Stars (Torquil Campbell)

@elyex