Qué tan rápido puede uno llegar a leer
¿Cuán rápido puedes leer? ¿Eres de los que termina de leer el diario antes del desayuno? ¿Te pones al día con las redes sociales en cuestión de minutos? ¿Devoras el último bestseller en una sentada?
La mayoría de nosotros leemos alrededor de 200 palabras por minuto, pero, en teoría, podríamos entrenarnos para asimilar información más rápido.
Algunas compañías que venden aplicaciones de lectura rápida dicen que pueden ayudarnos a superar las 1.000 palabras por minuto. Eso significa que podríamos leer «Guerra y paz» en unas 9 horas y «Moby Dick», en solo tres horas y media.
¿Te parece demasiado bueno para ser verdad? Algunos académicos piensan lo mismo.
¿Cuál es la verdad, entonces, sobre la lectura rápida?
El foco del ojo
La teoría que hay detrás de todas las técnicas de lectura rápida implica llevar las palabras de una forma más eficaz a la fóvea, una sección minúscula en el centro de la retina que nos aporta la visión nítida que necesitamos para identificar con precisión las formas, incluidas las letras.
Al leer, vamos trasladando el foco de una palabra a otra, con un movimiento ocular denominado sacádico.
El problema es que algunas veces la palabra nueva que estamos enfocando no está del todo centrada en la fóvea, lo cual frena nuestra capacidad de reconocerla y de leer.
Muchos métodos de lectura rápida se aseguran de que cada nueva palabra esté siempre en el lugar correcto para que la fóvea la reconozca.
Los responsables de una plicación llamada Spritz vieron que la manera más fácil de hacerlo es proyectar las palabras, una tras otra, en el mismo recuadro.
Al enfocar ese recuadro, el lector puede identificar cada una de las palabras nuevas sin necesidad de desplazar la mirada. Sin esfuerzo adicional, la lectura se hace mucho más rápida.
Sin embargo, Sally Andrews, experta en psicología cognitiva en la Universidad de Sidney, Australia, afirma que no es tan sencillo lograr una lectura rápida eficaz.
Según ella, lo que puede frenarnos es el tiempo que lleva comprender las palabras.
En particular, lleva más tiempo reconocer y entender palabras largas o con las que no estamos familiarizados.
Otras pistas
Spritz nos pide que procesemos la palabra escrita a un ritmo similar al que tenemos con el habla, le explicó Andrews a la BBC.
Pero si nos perdemos una palabra hablada podemos utilizar otras pistas, como la entonación o los gestos con las manos del que habla, para rellenar el espacio y deducir lo que se está diciendo.
Esas pistas no están disponibles en las palabras escritas que presenta esta aplicación, lo cual puede dificultar la comprensión.
Aun así, entender no es necesariamente imposible, como podrían argumentar los partidarios de Spritz.
Esto se puede deber a que los lectores recurren inconscientemente a su experiencia o conocimientos previos para completar cualquier palabra que se pierden.
Siempre que el estilo del texto le resulte familiar, es posible que el cerebro de un lector de Spritz pueda adivinar cualquier palabra que le falte y deducir el significado del texto.
«Lo que está haciendo la gente no es entender lo que ha escrito el autor sino tomar palabras y frases sueltas», señala Andrews.
«Cuanto más supieran de antes, mayor será el grado de información fragmentada que asimilarán».
Limitaciones
De hecho, otras técnicas de lectura rápida también requieren que el lector rellene los espacios de lo que se pierde.
PhotoReading, por ejemplo, es un sistema registrado en el que el lector da múltiples «pasadas» a un libro, comenzando por los títulos de los capítulos y agregando más detalles en cada pasada.
Andrews afirma que la gente que con estas técnicas solo se llega a procesar una versión incompleta del texto.
Funcionan para algunos, pero si uno las lleva demasiado lejos, los espacios entre las palabras que de verdad se leen se hacen tan grandes que el texto se vuelve imposible de entender.
Según las investigaciones, la comprensión tiende a caer de manera dramática cuando una persona trata de procesar más de 500 palabras por minuto.
En decir que hay limitaciones fundamentales en relación con la velocidad a la que podemos asimilar información nueva, señala Andrews.
Sin embargo, tal vez leer no sea la única forma de «subir» información al cerebro.
Aprendizaje inconsciente
En 2011, neurocientíficos de Japón y Estados Unidos afirmaron que habían hallado una forma de mejorar la asimilación de conocimientos básicos.
Primero, pidieron a varias personas que identificaran las diferencias entre tres objetos sutilmente distintos mientras escaneaban sus cerebros.
Luego, los científicos les pidieron que realizaran reiteradamente una tarea distinta que, sin saberlo ellos, recreaba el mismo patrón de actividad cerebral.
Después, los voluntarios eran mucho más rápidos a la hora de diferenciar ese objeto en particular de los otros dos que si se hubieran preparado solo mirando sus formas.
Lo crucial, según los investigadores, es que las personas no fueran consciencies del aprendizaje; eso lo hizo mucho más eficaz.
Por supuesto, hay un gran trecho entre reconocer un objeto más rápido y acelerar nuestra capacidad de reconocer cada palabra de un léxico.
Es más, Takeo Watanabe, el investigador que lideró este estudio de la Universidad de Brown en Providence, EE.UU., afirma que su equipo todavía no ha probado su técnica en un aprendizaje que implique comprensión, no solo identificación de objetos.
Ortografía
Sin embargo, los aspirantes a lectores veloces pueden mejorar su ritmo de lectura simplemente mejorando su ortografía, afirma Andrews.
«Las personas que tienen buena ortografía y que leen bien suelen asimilar la información de manera más eficaz que las que leen bien pero tienen mala ortografía», señala.
La ortografía puede ayudarnos a reconocer y representar las palabras en nuestra cabeza. «Yo lo llamo calidad léxica».
Entonces, ¿una ortografía impecable, la tecnología inteligente y los nuevos conocimientos sobre el cerebro nos permitirán con el tiempo entender textos a velocidades de más de 500 palabras por minuto?
«Ésa es la pregunta de los 64 millones de dólares», dice Andrews. «No tengo ninguna respuesta».