Clases virtuales imponen el desafío de lograr más compromiso de alumnos

Por Xavier Bustamante

La educación superior privada ha venido implementando la tecnología como una herramienta de enseñanza y también se lo ha hecho en el sector público, aunque en menor proporción. Algunos centros habían adecuado parte de su infraestructura para la digitalización educativa, pero la declaratoria de emergencia sanitaria por el COVID-19 aceleró los procesos en unos casos y en otros impuso las clases online.

El rector de la Universidad Estatal de Milagro (Unemi), Fabricio Guevara, explica que el principal desafío fue integrar todas sus carreras en la plataforma digital para atender a más de 44 000 estudiantes (admisión y grado).

Pero no solo se trata de plataformas virtuales y tiempo de clases, el cuerpo docente también debe capacitarse. Tina Zerega, vicerrectora académica de la Universidad Casa Grande (UCG), dice que esta entidad mantiene una maestría en Tecnología Educativa con la cual se habían iniciado capacitaciones con los docentes. Desde hace una década la UCG cuenta con la plataforma virtual Moodle, que ha ido ajustando a las necesidades de docentes y alumnos.

Las instituciones de educación superior coinciden en que los procesos de enseñanza-aprendizaje son más ágiles porque el protagonista es el estudiante, quien debe adquirir un verdadero compromiso. Sin embargo, según el criterio de un estudiante de Unemi, cuyo nombre mantenemos en reserva, la modalidad tiene efectos negativos. “No hay la preocupación por asistir a la clase o entregar tareas, simplemente sacamos las respuestas de los exámenes o buscamos en la web”, indica.

Jorge Calderón, rector del Tecnológico Universitario Argos, asegura que en la actualidad los universitarios son más críticos, “por eso el profesor debe mantener al estudiante cautivo, además, en el ambiente donde recibe clases tiene más distracciones y eso afecta el aprendizaje”.

Para mantener el control los docentes deben estructurar clases virtuales dinámicas y atractivas. Un problema repetitivo, aun en el sector privado, es la falta de acceso a la tecnología o conectividad. Por ello algunos centros crearon programas de ayuda.

Augusto Segarra, estudiante de la Universidad Estatal Península de Santa Elena (UPSE), expresa que tanto él como algunos de sus compañeros suelen tener inconvenientes con la conectividad. “La calidad académica ha sido la misma, pero prefiero mucho más estar en una jornada presencial”. (I)