Torneos matemáticos, vía para desarrollar destrezas

“Participar en estas competencias me ha servido mucho, es especial para fortalecer mi gusto por las matemáticas y desarrollar el sentido de la responsabilidad, algo que ha contribuido a mejorar mi rendimiento académico en todas las materias del colegio”, asegura Jahir Cajas, del Unein del Pacífico.

Cajas recibió el premio especial al puntaje más alto en la categoría dos (estudiantes de décimo EGB y I de bachillerato) en la Olimpiada Nacional de Matemáticas (ONM), edición 2019, en una ceremonia que se efectuó la semana pasada. El evento dio por concluido el proceso de selección para el grupo que participará en los selectivos para representar a Ecuador en las competencias internacionales de matemáticas del 2020.

Como él, Giácomo Yu, de la Unidad Educativa Espíritu Santo; Sebastián Regalado, de la Universidad de Waterloo, en Canadá; y Sebastián Wan, de Logos, recibieron este premio, que consiste en una medalla de oro especial por haber logrado los puntajes más altos en las categorías tres (estudiantes de II y III de bachillerato), universitaria; y uno (de 8 ° y 9 ° EGB), respectivamente.

“Es muy enriquecedora la experiencia de participar y conocer gente de todas partes del mundo. Además, nos da la oportunidad de conseguir becas de estudio en universidades del extranjero”, resalta Yu.

Para Fernando Álvarez, presidente de la Olimpiada Matemática Ecuatoriana (OMEC), organizador de la competencia nacional, esta es justamente una de las ventajas más significativas de participar en estas competencias. “Muchos de los competidores optan por carreras académicas y sus medallas les ayudan a tramitar su ingreso e incluso a obtener becas en prestigiosas universidades del extranjero”, enfatiza Álvarez.

Es así como Fernando Gómez, quien obtuvo la primera medalla en la Olimpiada Internacional de Matemática 2006, Sebastián Regalado, quien logró la más reciente en el mundial del 2017; y Valeria Barco, quien consiguió una medalla de plata en la Iberoamericana del 2018, están estudiando en el extranjero.

“Además, los jóvenes desarrollan destrezas para resolver problemas, creatividad, ingenio e imaginación, herramientas útiles para la vida cotidiana y profesional”, añade Álvarez.

 

Organización

Cerca de 1200 estudiantes de escuelas, colegios y universidades a nivel nacional participaron de la Olimpiada Nacional de Matemáticas 2019, que es organizada anualmente por la Fundación Olimpiadas Ecuatorianas en Ciencias. La participación es abierta, pero los participantes deben ser ecuatorianos o pertenecer a un centro educativo del país. La competencia se realiza de junio a diciembre y tiene cuatro fases.

Del grupo de medallistas de la ONM, se armarán los equipos que competirán en torneos en Perú, Argentina, Bolivia, Chipre, Países Bajos, que se realizarán entre febrero y agosto.

Justamente la Olimpiada Mundial de Matemáticas, que será en junio, en Rusia, es una de las más importantes a nivel internacional. La primera se efectuó en 1938 y fue organizada por EE. UU. y Canadá.

Ecuador participó por primera vez en el mundial en 1988, y de manera ininterrumpida desde el 2000; y hasta el momento ha conseguido ocho medallas de bronce y 29 menciones de honor. La mejor posición que ha logrado como equipo fue en el 2018 cuando quedó en el puesto 71 de 107 países competidores.

Según Álvarez, la participación de Ecuador ha mejorado considerablemente. “En los primeros años solíamos regresar con las manos vacías y últimamente nos estamos acostumbrando a que al menos la mitad del equipo regrese con alguna medalla o mención. Nuestra meta para los próximos cinco años es empezar a traer todo el equipo premiado y al menos dos de ellos con medallas de bronce”, asegura.

En el sitio oficial de la Olimpiada Internacional de Matemática se muestra un análisis gráfico del desempeño de cada país participante. La de Ecuador, por ejemplo, comienza progresivamente en el 2000, en la edición 41, en la que no consiguió ningún premio. “Luego se puede apreciar en la curva un progreso creciente con uno que otro altibajo, como suele ser normal”, según Álvarez.

En cuanto a la participación de los colegios es mayoritaria la de los privados; la de los fiscales solo representa el 10 %, de unos 1500 que suelen participar en la competencia nacional.

“La poca participación se debe al temor a fallar. Algunas instituciones se sienten evaluadas cuando sus alumnos participan en estas competencias y temen que existan resultados negativos que perjudiquen su reputación”, cuenta Álvarez.

Falta preparación

A criterio de Álvarez, el último análisis del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) arrojó resultados vergonzosos para Ecuador. “Según el informe un alumno promedio de 15 años puede a duras penas dividir una cuenta en partes iguales y encontrar la distancia entre dos puntos. La distancia que hay entre un alumno promedio y uno olímpico es bárbara”, dice.

“Los competidores olímpicos suelen ser estudiantes excepcionales que se preparan por su propia cuenta, puesto que en el país no existen suficientes maestros preparados para entrenarlos al nivel que requieren las competencias”, añade.

La mayoría de competidores entrena de dos a tres horas, de lunes a viernes, haciendo pruebas de competencias de años anteriores, utilizando libros o plataformas matemáticas. “Yo utilizo libros de ejercicios traídos de China y tomo cursos en línea”, cuenta Yu, cuyos padres son chinos. Él pertenece al club de matemáticas del colegio.

Esta es una ventaja que no la tienen todos los competidores. En el caso de Cajas, en su colegio no hay club matemático.

A esto se suma el entrenamiento intensivo previo a cada competencia que es impartido al equipo completo por excompetidores.

Álvarez señala que no hay un currículum oficial para los torneos. “En nuestro país el currículum escolar no solo que no enseña lo mínimo para competencias de este tipo, sino que además lo poco que enseña lo hace completamente mal. Se transgrede el objetivo de las matemáticas, obligando a los estudiantes a memorizar y mecanizar para resolver ejercicios sencillos, en vez de enseñarles a pensar y razonar”, concluye. (I)