Natalicio de Manuela Sáenz

Natalicio de Manuela Sáenz Biografía Completa

El 27 de diciembre se celebra el natalicio de Manuela Sáenz, la mujer que nació en 1797 convirtiéndose en un ícono de valentía y desafío en su época. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página para poder ayudarte. También puedes participar en el WhatsApp Ecuador.

 

Introducción

¿Alguna vez te has preguntado qué se necesita para cambiar el curso de la historia?

En el corazón de Sudamérica, una mujer extraordinaria demostró que el coraje no tiene género. Su nombre era Manuela Sáenz, y su historia continúa inspirando a millones.

 

¿Cuándo y Dónde Nació Manuela Sáenz?

El natalicio de Manuela Sáenz es motivo de celebración cada 27 de diciembre.

Aunque existe cierta controversia sobre la fecha exacta—algunos historiadores mencionan 1795, otros 1797—lo más aceptado por la comunidad académica es que nació el 27 de diciembre de 1797 en la hermosa ciudad de Quito, Ecuador.

Pero esta no fue una llegada al mundo como cualquier otra. Manuela vino a cambiar las reglas del juego en una época donde las mujeres tenían pocas opciones más allá del matrimonio y el convento.

 

Los Primeros Años: Una Infancia Marcada por el Rechazo

Imagina crecer siendo rechazada por la sociedad simplemente por las circunstancias de tu nacimiento.

Esa fue la realidad de Manuela. Hija ilegítima de Simón Sáenz de Vergara, un próspero comerciante español y funcionario de la Real Audiencia de Quito, y de María Joaquina de Aizpuru, una criolla quiteña, Manuela llevó desde pequeña el estigma de ser «bastarda».

Su madre murió poco después de su nacimiento, dejándola en un mundo que la juzgaba antes de conocerla.

Los primeros siete años de su vida transcurrieron en el convento de La Concepción, un lugar frío y austero para una niña llena de vida.

Posteriormente, su padre la llevó a vivir con su familia, aunque la sombra de su origen nunca la abandonó.

Sin embargo, fue en la Hacienda Catahuango, propiedad de sus abuelos maternos a las afueras de Quito, donde Manuela descubrió su verdadera pasión: la equitación.

Allí, galopando libre por los campos andinos, forjó el carácter indomable que la haría legendaria.

 

Educación y Formación: Más Allá de lo Convencional

En una época donde la educación femenina se limitaba a labores domésticas y rezos, Manuela era diferente.

Estudió en el Convento de Santa Catalina, pero su mente inquieta no se conformaba con los límites impuestos.

Aprendió francés e inglés, devoró los clásicos griegos y autores franceses, y desarrolló una inteligencia aguda que después le serviría en sus estrategias políticas.

A los 17 años fue expulsada del convento tras ser seducida por un oficial del ejército.

Este escándalo podría haber destruido a cualquier otra mujer de su época, pero para Manuela fue solo el comienzo de una vida fuera de los convencionalismos.

 

El Matrimonio Arreglado: Una Jaula de Oro

¿Qué harías si tu destino fuera decidido sin tu consentimiento?

En 1817, el padre de Manuela concertó su matrimonio con James Thorne, un acaudalado comerciante inglés de Aylesbury.

La boda se celebró en Lima, y junto con ella vinieron 8,000 pesos de dote, una gran casa en la capital peruana y otra en las afueras, en Magdalena.

Pero el dinero no compra el amor. Aunque Thorne sentía genuino afecto por Manuela—como lo demuestran sus cartas—, ella nunca correspondió esos sentimientos.

Su espíritu libre no podía ser contenido por las paredes de oro de un matrimonio convencional.

 

El Despertar Revolucionario: Más que una Esposa

El verdadero natalicio de Manuela Sáenz como figura revolucionaria ocurrió en Lima.

Aprovechando las frecuentes ausencias de su marido, transformó su hogar en un centro de conspiración patriota.

Organizaba tertulias políticas, reclutaba soldados y conseguía recursos para el ejército independentista.

Su momento más brillante llegó en 1820, cuando convenció a su medio hermano José María Sáenz, capitán del regimiento realista de Numancia, para que se pasara con toda su unidad al bando patriota.

Esta acción estratégica fue tan valiosa que el General José de San Martín la condecoró con la Orden del Sol el 11 de enero de 1822, convirtiéndola en «Caballeresa del Sol», la más alta distinción que el Perú revolucionario otorgaba.

El Encuentro que Cambió su Vida: Bolívar y Manuela

Si las historias de amor pudieran compararse con explosiones, el encuentro entre Manuela Sáenz y Simón Bolívar sería como un volcán en erupción.

El 16 de junio de 1822, Quito celebraba su liberación. Las calles hervían de júbilo y esperanza.

Cuenta la leyenda que Manuela, observando desde un balcón el desfile triunfal del ejército libertador, lanzó una corona de laureles que golpeó el pecho de Bolívar.

Sus miradas se cruzaron en ese instante mágico. Esa noche, en el baile de gala en casa de la familia Larrea, ambos supieron que sus destinos estaban entrelazados.

El natalicio de Manuela Sáenz como «La Libertadora» comenzó ese día. Tenía 24 años, Bolívar 39.

Ella abandonó su matrimonio, su posición social y cualquier esperanza de aceptación por parte de la sociedad conservadora. A cambio, ganó un propósito que trascendía su propia vida.

 

Guerrera y Estratega: Mucho Más que la Amante de Bolívar

Aquí es donde la historia se vuelve fascinante. Porque Manuela no fue simplemente «la mujer detrás del gran hombre». Ella fue una protagonista de carne y hueso.

En 1823, Bolívar la nombró oficialmente parte de su Estado Mayor y la encargó de custodiar sus archivos personales, un cargo de extrema confianza.

Se le otorgó el grado de coronela, vistiendo con orgullo la casaca azul con vueltas y cuello rojos del ejército libertador.

¿Te imaginas a una mujer a caballo, uniformada, comandando tropas en pleno siglo XIX?

Manuela salía así por las calles, desafiando cada norma social. En 1823, cuando estalló una manifestación antibolivariana en Quito, ella misma, montada y armada, ayudó a sofocar el disturbio.

La controversia rodea su participación en las batallas de Junín y Ayacucho en 1824.

Algunos historiadores dudan de que estuviera físicamente en el campo de batalla, pero lo innegable es que siguió a Bolívar por los Andes más escarpados, demostrando una resistencia física y mental extraordinaria.

 

La Noche que la Hizo Inmortal: 25 de Septiembre de 1828

Si hubiera que elegir un momento que define el legado del natalicio de Manuela Sáenz, sería esta noche.

Bogotá vivía tiempos turbulentos. Bolívar ejercía poderes dictatoriales tras la disolución de la Convención de Ocaña, y sus enemigos conspiraban en las sombras.

Manuela, con su red de contactos y su aguda inteligencia política, descubrió la conspiración.

La noche del 25 de septiembre, un grupo de asesinos de la Sociedad Filosófica irrumpió en el Palacio de San Carlos con un objetivo: matar a Bolívar.

Mientras los conspiradores derribaban puertas, Manuela los enfrentó con valentía sobrehumana.

Les dio tiempo suficiente para que Bolívar escapara por la ventana del dormitorio y se ocultara bajo el puente del río San Agustín. Ella misma sufrió graves heridas en el ataque.

A la mañana siguiente, cuando el peligro había pasado, Bolívar la miró a los ojos y pronunció las palabras que la harían eterna: «Eres la Libertadora del Libertador».

Desde entonces, ese fue su título, su identidad, su legado.

 

Años de Lucha y Resistencia en Bogotá

El natalicio de Manuela Sáenz como figura pública controvertida se consolidó en Bogotá.

Ella no se escondía. Al contrario, organizaba tertulias políticas, defendía públicamente a Bolívar y se enfrentaba a sus detractores con una pluma afilada y un coraje inquebrantable.

En la fiesta de Corpus Christi de 1830, cuando los enemigos de Bolívar colgaron muñecos caricaturizándolos como «Tiranía» y «Despotismo», Manuela salió a caballo con sus dos esclavas—Jonatás y Nathán, sus fieles compañeras—, todas armadas y uniformadas, destruyendo las figuras y el andamiaje que las sostenía.

Este acto provocó la furia de las autoridades, pero también algo inesperado: el apoyo de muchas mujeres de Bogotá que salieron en su defensa con un manifiesto público.

Manuela demostró que la valentía puede inspirar incluso en los corazones más temerosos.

 

El Dolor Más Profundo: La Muerte de Bolívar

El año 1830 trajo consigo la tragedia más grande de la vida de Manuela. Bolívar, enfermo y políticamente derrotado, renunció a la presidencia el 20 de enero y emprendió su último viaje.

Cuando Manuela recibió las noticias de su deteriorada salud, partió inmediatamente hacia Santa Marta.

Pero solo llegó hasta Honda. Allí, el 18 de diciembre de 1830, recibió una carta devastadora del coronel Louis Peru de Lacroix: Bolívar había fallecido el día anterior.

Se dice que intentó quitarse la vida dejándose morder por una serpiente venenosa. Su razón de vivir había desaparecido.

 

El Exilio: Paita, el Último Refugio

Tras la muerte del Libertador, Manuela se convirtió en un blanco político. Francisco de Paula Santander, ahora presidente, firmó el decreto que la desterró definitivamente de Colombia el 1 de enero de 1834.

Cuando se negó a marcharse, fue encarcelada y luego exiliada a Jamaica.

De Jamaica intentó regresar a Ecuador, pero el presidente Vicente Rocafuerte la exilió nuevamente, esta vez a Paita, un remoto puerto en el desierto peruano.

Era 1835. Manuela tenía apenas 37 años, pero su vida activa había terminado.

En Paita, ese pueblo de una sola calle, sin agua ni árboles, donde solo llegaban balleneros estadounidenses, Manuela sobrevivió con dignidad.

En la fachada de su modesta casa colgó un letrero que decía: «Tobacco. English spoken. Manuela Sáenz». Vendía bordados, encajes, dulces, cigarros y remedios caseros. Trabajaba como intérprete aprovechando su dominio del inglés.

A pesar de su pobreza material, nunca perdió su espíritu. Mantuvo una activa correspondencia con el General Juan José Flores, antiguo presidente de Ecuador, y recibió visitas de personajes ilustres como Simón Rodríguez (el maestro de Bolívar), Herman Melville, Giuseppe Garibaldi y posiblemente Ricardo Palma.

 

Una Caída que Cambió Todo

Una caída la dejó paralítica, confinándola a su humilde hogar. Pero ni siquiera la invalidez apagó su fuego interior.

Sus cartas de esos años revelan momentos de resignación mezclados con destellos de su antiguo coraje.

En una carta a Flores en 1844 escribió: «He pasado ya tanto y tanto en la época de mi vida que ya me he puesto indiferente».

El 11 de agosto de 1847 llegó una noticia que cerró un capítulo: su esposo James Thorne había sido asesinado el 19 de junio.

En su testamento, Thorne le devolvía los 8,000 pesos de la dote con intereses, pero ese dinero nunca llegó a sus manos. Incluso en la muerte, el destino le negó esa pequeña compensación.

 

El Final: Una Epidemia que No Respetó a la Heroína

El 23 de noviembre de 1856, una epidemia de difteria llegó a Paita en algún ballenero.

Manuela Sáenz, la mujer que había sobrevivido a conspiraciones, exilios, guerras y traiciones, no pudo sobrevivir a la enfermedad. Murió a los 58 años, acompañada solo por sus recuerdos y sus cartas.

Las autoridades sanitarias, temiendo el contagio, prendieron fuego a su casa con todas sus pertenencias.

Sin embargo, el General Antonio de la Guerra logró rescatar un cofre con documentos y cartas, entre ellas varias confidenciales de Bolívar.

Gracias a ese acto, parte del legado escrito del natalicio de Manuela Sáenz llegó hasta nosotros.

 

El Legado de Manuela Sáenz: Más Allá de su Tiempo

¿Por qué recordamos el natalicio de Manuela Sáenz con tanto fervor casi dos siglos después?

Porque ella representa algo mucho más grande que una historia de amor. Representa la lucha por la igualdad, el derecho a elegir el propio destino y el coraje para desafiar las normas injustas.

Durante más de 80 años después de su muerte, la historiografía oficial la ignoró o la presentó como una «mujer-hombre», una «loca» o una «pervertida».

Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, nuevas generaciones de historiadores comenzaron a rescatar su verdadera historia.

En 1944 se publicó la primera biografía completa por Alfonso Rumazo González.

Para 1988, su correspondencia íntima con Bolívar fue editada críticamente.

Ya en 1995, Carlos Álvarez Sáa publicó el Diario de Quito y el Diario de Paita (aunque su autenticidad es debatida), y fundó el Museo Manuela Sáenz en Quito en 1994.

El reconocimiento más simbólico llegó en el siglo XXI. En 2007, Ecuador la nombró Generala del Ejército.

En 2010, Venezuela hizo lo mismo, y sus restos simbólicos fueron trasladados desde Paita para ser colocados junto al sepulcro de Bolívar en Caracas.

La Libertadora finalmente descansaba junto al Libertador.

 

Por Qué su Historia Sigue Siendo Relevante Hoy

El natalicio de Manuela Sáenz nos invita a reflexionar sobre las barreras que todavía existen.

Ella vivió en una época donde las mujeres no podían votar, no podían tener propiedades a su nombre si estaban casadas, y se esperaba que fueran silenciosas y obedientes.

Manuela rompió cada una de esas expectativas. Organizó, luchó, comandó, amó con pasión y defendió sus ideales hasta el último aliento.

Pagó un precio altísimo por ello—el exilio, la pobreza, el rechazo social—pero nunca se arrepintió.

Su vida nos enseña que el cambio verdadero requiere sacrificio. Que la igualdad no se regala, se conquista.

Que cada generación tiene la responsabilidad de desafiar las injusticias de su tiempo, sin importar cuán establecidas parezcan.

 

Conclusión: El Nacimiento de una Leyenda

El natalicio de Manuela Sáenz el 27 de diciembre de 1797 no fue solo el nacimiento de una niña en Quito.

Fue el inicio de una leyenda que trasciende fronteras y épocas. Fue el primer grito de rebeldía de una mujer que se negó a aceptar las limitaciones impuestas por una sociedad injusta.

Hoy, cuando celebramos su natalicio, no solo honramos su memoria. Renovamos nuestro compromiso con los valores que ella encarnó: valentía, libertad, igualdad y dignidad.

Manuela Sáenz nos recuerda que los verdaderos héroes no son aquellos que nacen con privilegios, sino aquellos que luchan por crear un mundo más justo para todos.

Su historia es una antorcha que ilumina el camino hacia un futuro donde nadie sea juzgado por su origen, su género o sus circunstancias, sino por el contenido de su carácter y la fuerza de sus convicciones.

Esa es la verdadera herencia del natalicio de Manuela Sáenz: una invitación eterna a ser valientes, a ser libres, a ser iguales.