Libros: Doménico Chiappe

Duele leer Tiempo de encierro (Lengua de trapo, España, 2013). Desde sus primeras líneas, el dolor de lo real, el dolor de la impotencia, envuelve sus páginas. En la trama de Doménico Chiappe el dolor no es ontológico, ni derivación metafísica: es el resultado de los desequilibrios, de la lucha vital que es el signo de estos tiempos. Historia que habla de una secuela: los padecimientos a los que están sometidos los débiles del mundo.

El camino escogido por Chiappe, escritor venezolano que desde el año 2002 vive en Madrid, es ajeno a toda facilidad: Igrid, la protagonista, debe enfrentar la noticia del desalojo de su vivienda (lo que en España se ha llamado “desahucio”), en medio de su primer embarazo. Igrid le habla al hijo que crece en su vientre. Chiappe hace sentir la complejidad armónica de la voz femenina. Los altos y bajos, las múltiples modulaciones de quien se siente bajo una ineluctable amenaza, pero al mismo tiempo lleva consigo el poderío interior, el rostro levantado del cuerpo ahora devenido en cuerpo materno. (“Tú, criatura, serás perfecta. ¿Puede una palabra cambiar el mundo?, ¿es esa la convicción que existe tras el rezo y el milagro?, ¿moldear lo que aún se conforma? Serás perfecta porque así yo lo afirmo hoy. Perfecta”).

¿Podía Doménico Chiappe (1970), que ha padecido las realidades del emigrante, omitir la sustancia de lo que le correspondió aprender por sí mismo? Tiempo de encierro podría no solo contener algunas respuestas a esta pregunta, sino también reveladores elementos de la tensión entre realidad y ficción. Chiappe desagrega la experiencia en elocuentes secuencias de verbos e impresiones: “Continuar la búsqueda de empleo y de casa. // Pedir una oferta de trabajo que requiere de un permiso de trabajo para iniciar trámites para un permiso de trabajo que requiere de una oferta de trabajo. // Mirar el termómetro: cero grados centígrados (…)”.

Ese registro, que se acumula en la memoria del lector, recoge en su camino las variaciones en los usos de la común lengua española: “Decir tonto, en lugar de gafo”, “cutre, y no chimbo”, “decir papaya y no lechosa”. Pero esto es un abreboca, un dato de la indagación que se proyecta hacia las múltiples dimensiones de la condición cultural, legal, social y laboral del emigrante. Tiempo de encierro da cuenta del extrañamiento, del vértigo que asedia al sentido de quien ha elegido cambiar, nada menos que de país. (“Leer en el periódico que el ministro del interior culpa a los extranjeros por el repunte de la delincuencia”). Historia de vidas sitiadas por los abismos de lo que se posee y lo que no se alcanza a poseer, acechadas por la condición de extranjero. Vaivén de los que insisten en establecerse, en dar con un punto en el que piso deje de moverse.