Creadores de monigotes de la calle 6 de Marzo en Guayaquil buscan que su arte sea considerado patrimonio

Le pone pegamento al cartón que ya tiene forma de brazos y lo junta con el torso. Con una cinta de papel sella las uniones y avanza con el muñeco que simula al presidente ecuatoriano, Lenín Moreno. A pocos pasos están tres réplicas del dibujo del coronavirus que produce el COVID-19, dos de estas sacan la lengua; una versión del político y exalcalde de Guayaquil Jaime Nebot y otra del músico jamaiquino Bob Marley.

Son parte de las creaciones en cartón, papel y madera que hace en estos días José Colón Cruz Vallejo, de 62 años, de la tercera generación de los Cruz, los primeros que impusieron este oficio en Guayaquil, que nació en la calle 6 de Marzo, referente de comercialización y turismo de este arte empírico, cuentan ellos y otros artesanos que los reconocen como los fundadores de los monigotes y de nuevas técnicas como la copia en papel para la reproducción masiva.

Cruz Vallejo y su familia quieren ahora que este oficio y su arte, que ha pasado de generación en generación y ya va por la cuarta, sea reconocido como patrimonio cultural inmaterial del Ecuador, por la historia y tradición que conlleva. Por eso, pedirán al Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) la certificación.

Con esto esperan visibilizar a los creadores y artesanos de los monigotes o años viejos de la calle 6 de Marzo. Y lo harán como organización Los Pioneros, como se llama el taller de José Cruz Vallejo.

Ya hay una ficha de registro general en el INPC del 2017, en la que Cruz Vallejo cuenta parte de la historia de este arte empírico y legado familiar.

Todo nació en 1963 cuando Juan Raúl Cruz Ladines y su hijo, José Cruz Rengifo (papá de Cruz Vallejo), hicieron por primera vez un muñeco de madera, cartón y papel que movía cabeza, boca y manos.

Aquella obra recreaba al político y expresidente José María Velasco Ibarra y la presentaron en un concurso de años viejos que auspició Diario EL UNIVERSO, donde recorrieron la calle Chimborazo.

El muñeco iba en una carreta templada por un burro que alquilaron para la ocasión. Aquello causó sensación y ganaron, dice Cruz Vallejo, pues para esa época los monigotes eran de aserrín.

Antes de eso, en 1958, los Cruz hacían y vendían las tradicionales caretas de papel para los muñecos de aserrín que se quemaban en fin de año. Pero a raíz del premio en 1963, José Cruz Rengifo y la familia se hicieron conocidos y más personas lo buscaban para hacer varios trabajos en madera, cartón y papel.

«Mi papá y mi abuelo eran ingeniosos, lo que veían hacían. Aprendieron solos, se imaginaban algo y lo ponían luego en el papel… Mis tíos, mis tías, nosotros (los nietos), todos, íbamos aprendiendo el oficio, del uno y del otro…, nacimos en esto», cuenta José Cruz Vallejo, quien heredó el legado de forma empírica y fue perfeccionando e incursionando en otras técnicas.

Fueron los primeros en la calle 6 de Marzo, recuerda. «Cada una de nuestras familias se puso un taller y ya después esto se fue regando, porque el personal que trabajaba con nosotros aprendió y luego pusieron también sus negocios… y hasta ahora hay gente que viene a vernos, aprende y hace… Otros nos compran los moldes para reproducir los muñecos».

Son siete hermanos de la tercera generación de los Cruz. De estos, cuatro están más dedicados a este oficio.

José Cruz Vallejo es el que ha consolidado el oficio familiar en los últimos años y el que ha hecho conocido a su taller, Los Pioneros, ubicado en 6 de Marzo y Maldonado, donde las técnicas para fabricar los muñecos y otros trabajos han ido cambiando, mejorando, teniendo mejor calidad y detalles.

Con él trabaja su hermano, Hugo Cruz. Ambos intentan levantar el negocio en estos tiempos de pandemia del COVID-19, donde les cancelaron contratos y donde las ventas han caído abruptamente, se han ido a ‘pique’, sostienen.

José Cruz Vallejo incursionó también en la fibra de vidrio y en otros materiales con los que ahora pueden reproducir más rápido los muñecos, a través de moldes, no como antes que hacían uno por uno, con madera, cartón y papel.

También hace decoraciones, escenografías, esculturas, cerámicas, carros alegóricos, trabajos en madera, fibra y otros, en los que también pone en práctica su cualidad como maestro soldador.

Recuerda que en 1980 la 6 de Marzo era ya conocida porque ahí se encontraba a pocos artesanos que hacían monigotes, la mayoría, sus familiares, tías y tíos con sus negocios.

Ahora en la cuarta generación, donde están su hijo Juan José Cruz Armendáriz y otros sobrinos, han estudiado en la universidad carreras ligadas a este arte para perfeccionar y continuar con el legado empírico de sus antecesores.

Su vástago es diseñador gráfico, pero antes de aquello, hace unos 20 años, incursionó por primera vez en la utilización del aerógrafo para pintar los muñecos, dejando de lado la pintura con soplete y pincel, y así en otros detalles.

Ni José Cruz Vallejo ni sus hermanos pasaron por la universidad. Su arte es innata y continúan experimentando e innovando. Sus trabajos, agrega el líder del taller Los Pioneros, han llegado a Perú y a Colombia. Y esperan ir por más.

Oficio atrae también a turistas y estudiantes

«Juan Cruz Ladines y Tomasa Rengifo fueron mis abuelos, recuerdo estar junto a ellos, siempre entre muñecos, papeles, cartón, pieles… Mis abuelos fabricaban los caballos que había en los parques, donde los niños se subían para tomarse las fotos… todos sabemos moldear en barro gracias a ellos… También fabricábamos caballitos de cartón con palo de escoba y los llevábamos a las fiestas de los pueblos…», contaba José Cruz Vallejo en la entrevista de la ficha del 2017 del INPC.

Él espera que prospere el pedido que harán para que su arte e historia sean parte del patrimonio inmaterial, con el que también buscan atraer al turismo, dice.

Cada año, para estas fechas empezaban a llegar turistas extranjeros que visitaban el taller Los Pioneros y recorrían la calle 6 de Marzo para apreciar el arte de quienes se dedican a esta actividad que se intensificaba en diciembre.

De Estados Unidos era la mayoría, refiere Cruz. Con la actual pandemia este panorama ha cambiado.

Otro grupo que estaba presente era el de los estudiantes, sobre todo los universitarios, que los entrevistaban para diversos trabajos y proyectos. (I)