La psicodélica segunda noche de música en Cumbre Tajín

Acá seguimos, cómo no, en la mera Cumbre Tajín, con las piernas cansadas de tanto tirar baile ayer con La Arrolladora y Los Ángeles Azules, pero con el corazón dispuesto a seguir escuchando más y más música en vivo. Definitivamente el jueves no estábamos por completo en nuestro elemento, pero ayer que le tocó turno de brillae al rock y la psicodelia, por supuesto que estábamos como peces en el agua.

Sak Tzevul comenzó la noche con algo de rock mexicano que incorpora cantos en lenguas indígenas y leyendas ancestrales. Aún era temprano y fue una muy buena manera de comenzar lo que se iría convirtiendo poco a poco en una noche irreal.

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En tiempo y forma continuó The GOASTT que a los que no los habían escuchado en vivo resultaron una grata sorpresa de ambientes gigantescos, algunos destellos de virtuosismo guitarrístico por parte de Sean Lennon y unas muy buenas lineas de bajo tocadas por la hermosa Charlotte Kemp. El pero que le podríamos poner a su acto, es que el setlist que tocaron fue prácticamente el mismo que en el Corona Capital del año pasado, exceptuando un cover de Big Star que estrenaron ayer por la noche.

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The Cold and Lovely continuó la noche con buenas canciones y tocando muy bien, pero si somos honestos, su acto pasó algo desapercibido. Conforme avanzó su presentación, más gente se iba añadiendo al escenario y más atención recibían, pero en ningún momento el modesto cuarteto logró que el nicho de la música explotara. Ciertamente tenían un trabajo difícil buscando sobresalir, pues estaban después de una banda técnicamente muy buen y con un propuesta sonora mucho más llamativa, y antes de una de las nuevas leyenda del rock, que no se midió ni un poco en el show que nos regalaron ayer por la noche.

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Desde que el gigantesco staff de los Flaming Lips comenzó a armar el escenario, el ambiente empezó a cambiar, todo el mundo estaba a la expectativa, viendo un centenar de tiras de leds sobre el escenario, globos gigantes tras el, pantallas, botargas y a Wayne Coyne -con quien por cierto fuimos de paseo a las pirámides– y Steven Drozd probando sus instrumentos así como si nada. Para cuando sonaron las primeras notas, el escenario ya estaba invadido por dos hongos, una banda de seis músicos y un arcoiris con dos pares de piernas, no pasaron ni cinco minutos y las pantallas se encendieron, miles de papelitos de colores volaron y una docena de globos gigantes rebotaba sobre el público, era simplemente demasiados estímulos para ser la primera canción, pero estaba pasando, nadie lo podía entender del todo pero fuimos golpeados por sorpresa y con mucha fuerza en alguna parte del corazón.

El espectáculo pareció un poco un experimento maquiavélico de Wayne Coyne; primero una subida insuperable de estímulos auditivos y visuales y después un setlist espaciado, ambiental, donde hasta sus grandes éxitos como «Yoshimi Battles the Pink Robots» eran tocadas en tempos lentos y vestidos con ambientes hipnóticos y electrónicos, mientras que los estímulos para los ojos no se detenían ni un momento. Un desfiles de botargas, un globo enorme que deletreaba «Fuck Yeah Cumbre Tajín», visuales ácidos y el maravilloso momento en el que Wayne se lanzó al público en su esfera transparente volvieron esos 90 minutos en algo mágico, realmente no hoy otra palabra para describir lo que los Flaming Lips nos entregaron.

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Después de la locura en la que quedó el público, hubiera sido una tarea imposible para casi cualquier banda mantener lo ánimos arriba, pero por suerte el encargado de cerrar la noche era Incubus, que ya es veterano en esto de los show en vivo y saben perfectamente cómo tener a la gente en la palma de la mano. Desde que Mike Einziger puso un pie en el escenario, los gritos se volvieron ensordecedores, y cuando Brandon Boyd comenzó a cantar «Wish You Were Here», por momentos la gente sonaba por encima de la música. Si somos honestos, no creímos que TANTOS fanáticos tan enardecidos estuvieran esperando a Incubus en tierras veracruzanas, pero fue algo impresionante y digno de vivir.

Con un escenario bastante más modesto, pero una elección de canciones mucho más acelerada, Incubus mantuvo a los fanático en la cima de la excitación durante casi hora y media. No hicieron falta elaborados visuales, ni escenografías, el quinteto salió a hacer lo que saben hacer mejor y eso bastó para que la noche fuera suya por completo.

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Pd: ¡¡Ben Kenney es una máquina!!

Fotografías de Rodrigo Jardón:

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@elyex