El obispo guayaquileño Eduardo Castillo Pino asumió como tercer arzobispo de Portoviejo

Portoviejo –

La lectura de la bula papal que le confería el cargo de arzobispo de Portoviejo y el instante en que Andrés Carrascosa, nuncio apostólico de Ecuador, le entregó el báculo mágico a Eduardo José Castillo Pino, fueron considerados entre los instantes más solemnes de la ceremonia realizada el pasado sábado y en la que se le confería dicha dignidad nominada por el papa Francisco.

Cerca de cuatro horas fue el tiempo de duración mediante el cual se reconocía a Castillo como el octavo obispo de Portoviejo y el tercer arzobispo de la capital manabita. Antes de Castillo estuvieron como arzobispos José Mario Ruiz Navas y Lorenzo Voltollini.

“Los fieles que se confían a los santos ángeles no tienen nada que temer, puesto que, asistidos por tan grandes custodios, habitan al amparo del Altísimo”, reza en un párrafo del decreto firmado por el papa Francisco el pasado 2 de octubre y que fue escuchado con atención por los asistentes a la ceremonia.

Los ritos realizados durante la ceremonia, entre ellos, el instante de besar el suelo antes de ingresar a la iglesia La Merced, uno de los dos templos religiosos en donde Castillo, de origen guayaquileño, cumplió el acto de su posesión, debido a que la Catedral de Portoviejo aún es objeto de reparaciones.

En la ceremonia Castillo hizo su juramento de fidelidad y firmó el acta de posesión como arzobispo. Tras esa firma recibió de manos de Carrascosa el báculo, como signo de su misión de buen pastor y de la labor pastoral que desempeñará en comunión con el papa y los obispos. “Asumo esta responsabilidad enviada por nuestro papa con mucha humildad y con la firme convicción de que trabajaremos por esta hermosa provincia”, dijo.

Un detalle especial dentro de la ceremonia realizada en la iglesia de La Merced fue la exposición del cuadro original de la Virgen Dolorosa del Colegio, en el cual aconteció el milagro ocurrido el 20 de abril de 1906, hacen 113 años en Quito. (I)