Jupiter Ascending, la nueva ¿propuesta? de los Wachowski
No hay duda de que los Wachowskis han hecho cosas memorables. Matrix (1999) marcó a generaciones y varios de los segmentos de Animatrix fueron geniales. Pero tampoco hay duda de que su calidad –y franca capacidad de escribir algo medio coherente- han ido menguando con el tiempo. Y bueno, habrá quien haya disfrutado de Speed Racer (2003) y toda su locura de neón; habrá quien le gustó Cloud Atlas (2012) y su retorcido sentido de la bondad en el tiempo. Pero ya con Jupiter Ascending tocamos un fondo que está difícil rescatar con palabras suaves: la película es un completo desastre narrativo que se ve muy bonito, de acuerdo, pero que no deja de ser completamente caótico y poco propositivo.
Jupiter Ascending es otro cuento más de Cenicienta, Harry Potter, Benito Juárez (y que me perdonen los nacionalistas del billete de a diez, pero las historias de superación son constitutivas de nuestro modelo para la nación del “sí se puede” –si no, pregúntenle a las telenovelas-). La trama aquí se centra en Jupiter Jones, una migrante rusa que limpia baños con su familia para ganarse el pan. Tiene extraños sueños de grandeza y, mientras las ricas señoras para las que trabaja no ven, se prueba vestidos y sueña con carruajes de Chanel. Y luego viene el giro: resulta que Jupiter es, por legado genético –algo medio obsesivo para los Wachowskis desde Cloud Atlas-, una reencarnación de la realeza, una gobernante, dueña legítima de la tierra y mandamás de la poderosa familia de comerciantes intergalácticos, los Abrasax.
Como con cualquier división de propiedades heredadas, aquí entra el otro conflicto familiar entre tres hermanos (Eddie Redmayne, Charles Booth, Tuppence Middleton) que se van malabareando a la pobre Mila Kunis para sacarle los papeles de posesión de nuestro planeta. ¿Para qué quieren estos hermanos gandallas nuestro globo terráqueo, que ya no es tan verde, ni tan azul? Para cosecharnos como material genético. Así, mientras nosotros morimos por generaciones, una raza intergaláctica de hombres eternos se alimenta de los genes de otros planetas, similares a los nuestros, que cosechan humanos durante millones de años como fuente de la vida eterna. Sí, los Wachowskis regresan al tema del humano como ganado. Pasamos de ser pilas en Matrix a cremas para las arrugas en Jupiter Ascending. Ya no hay dignidad.
Entonces entra la última historia de cenicienta –Mila Kunis del escusado a la realeza es una, nosotros los humanos pasando de ser ganado a dueños independientes de un planeta sobrepoblado y agotado, sería la otra-. Y es la de un hombre mitad lobo que fue criado sin manada y que ahora no nada más debe salvar –constantemente- a la nueva reina Jupiter, sino que acaba enamorándose de ella. El soldado desgraciado, solitario y abandonado, fuerte pero sensible, tengo-músculos-pero-también-corazón, interpretado -bastante bien, en lo que cabe- por Channing Tatum, pasa de ser un Bobba Fett desgraciado a ser el novio de una reina galáctica que también limpia escusados.
¿Con todo esto se les antojó vivamente la película? Vayan a verla; digo, por lo menos, no se van a aburrir… mucho. Van a ver, detrás de esta trama sosa y repetitiva, muchos efectos espectaculares, una persecución acalorada entre alienígenas por los edificios de Chicago, explicaciones de Roswell y los círculos en las cosechas, tomas de un clavado a los huracanes eternos de Júpiter –digo el planeta…-, explosiones, catedrales voladoras, hombres lobo, hombres insecto, hombres lagarto, hombres eternos, hombres de Rusia. Pero detrás de todo este apantalle visual queda el agotamiento de tramas que ya han sido vistas y revisadas para hacer una historia que no vale la pena contar de nuevo y que ya no interesa ver así.
Para decir un poco de lo mismo, la película es entretenida y, como todo lo que hacen los Wachowskis, tiene unos espectaculares efectos visuales. Las naves espaciales son catedrales voladoras de cristal, las bodas intergalácticas son más grandilocuentes que un sueño mojado de revista ¡HOLA!, las peleas son coreografías tremendas, hay acción para rato y, como siempre, buena intención de diversión palomitera. Pero una cosa no está peleada con la otra. Vimos los Avengers (2012) de Joss Whedon y entre toda la acción despilfarrada fue una película genial; vimos Guardians of the Galaxy (2014) con todo el cariño por personajes entrañables en medio de la locura de acción y humor espacial; vimos Edge of Tomorrow que, a pesar de un final algo decepcionante, fue una tremenda película de ciencia ficción espectacular. Digo, se pueden hacer grandes proyectos ambiciosos y visualmente geniales que tengan atrás un concepto interesante, que terminan, al menos, proponiendo algo más allá del impacto de la imagen.
Aquí, por desgracia, no hay nada de eso. La propuesta final de la película es que todos nosotros, amolados y comunes mortales, podemos estar tranquilos: hasta la reina del planeta tierra encuentra la sencilla felicidad en un novio tronado –bueno, y que tiene alas de arcángel- limpiando retretes por el amor de su familia. Los migrantes pueden ser seres extraordinarios, el capitalismo salvaje es una basura, el verdadero amor está en donde menos lo esperas, todos merecemos una oportunidad, y demás convenciones de disculpa fácil y lugar común se amontonan en este relajo de bello alcance visual. Y, al final, no es más que otra historia de cenicienta ahí en donde ya no nos cabe más superación personal. Con todo el respeto a los queridos Wachowskis, aquí sí se les fue la brújula y nos dejaron todos vestidos de belleza intergaláctica sin mucha razón para seguirnos alborotando.