Jorge Barraza: La gloria no tiene precio, pero tiene color, es azul

Hoy es azul eléctrico. Está moteada de estrellas blancas; doce. Llegó un domingo 21, como la primavera que florece las cosas, como la lluvia balsámica que da respiro y vida, como la Navidad con su espíritu de hermandad. Llegó para que miles de personas, cientos de miles, se alegraran, se abrazaran y cantaran, gritaran y lloraran. Para que padres e hijos, hermanos, amigos y amores se estrechen, se unan en un prolongado instante feliz. Siempre nos preguntamos lo mismo, ¿qué es el fútbol…? ¿Qué es este misterioso juego que nos transforma…? ¿De qué está hecho…? ¿Qué tiene que nos sitúa en tal nivel emocional…? Porque todos somos el Tano Pasman, en la derrota y victoria. ¿Por qué estamos tan involucrados sentimentalmente…? Misterio insondable.

Ese milagro que opera la gloria cuando llega recayó en Emelec. Su gente fue feliz como nunca, el 3-0 sobre Barcelona en la primera final directa entre ambos es el mejor regalo navideño. La felicidad durará días. Para los escépticos e indiferentes resulta inexplicable, absurdo. “La vida seguirá igual, no van a mejorar por eso”, refutan. Desde luego, nadie cambiará de condición social ni recibirá un aumento de sueldo ni mejorará su calidad de vida, pero por un lapso breve e indeterminado, serán felices. Que eso es la felicidad, apenas algunos fugaces instantes más satisfactorios que otros dentro del universo de la vida. Y el fútbol es Papá Noel repartiendo sonrisas, dejando buenas porciones de dicha.

Dio una demostración de grandeza Emelec; en el juego y en la convocatoria. Fue pelota al piso y buen fútbol, y también fue fervor, estadio lleno, pueblo, caravana, festejo largo y ruidoso, barrios en júbilo. Hay mucha gente de Emelec, cada vez más. Se nota especialmente en la juventud. Los brotes nuevos están muy mezclados. Disfrutó en el día más deseado, justo cuando disputaba la corona con su archirrival, su extraordinario archirrival diríamos. Futbolísticamente, quedó claro, no era nada Barcelona, pero impone tanto respeto su nombre, su historia, que Emelec se cuidó hasta el último instante. Aun siendo claramente más en el juego.

Le queda bien la palabra campeón a Emelec. Ha sabido serlo el año pasado coronando sin necesidad de finales y este, cuando el devenir del campeonato le puso ese toro bravo delante. Al cabo de los dos juegos fue nítidamente superior a su adversario. Cuando se habla de jugar al pie, de buen trato de balón, de tenencia y fútbol ofensivo, en bloque, se piensa que es simplemente una opinión personal del periodista; su gusto. Hay que verlo también desde la óptica del futbolista. El jugador en general comulga con este estilo, se siente más cómodo en él, hasta presume de que juegan bien. El técnico que pregona tal filosofía encuentra mayor complicidad, más compromiso en el dirigido.

Nos queda esa pequeña duda de qué hubiese pasado si Álex Bolaños no se hubiera hecho expulsar tan torpemente, es decir, de haber actuado ambos con once hasta el final. Pero Emelec no se puede hacer cargo del exabrupto de Bolaños, es problema de Barcelona. Sí es una realidad que, once contra once en el Monumental, Emelec también fue mejor. Y en los diez minutos anteriores a la expulsión en el Capwell, lo mismo.

Luego, ya con un hombre de más y el gol de Mena, no hubo equivalencias. Fue todo azul. Tuvo varios puntos altos la Casa Capwell. Desde luego, sus dos hombres de punta, Miler Bolaños y Ángel Mena, autores intelectuales o materiales de los cuatro goles en estas dos batallas. Dos tantos y dos asistencias para cada uno. Eléctrico Mena para moverse en el área, lúcido y hábil Miler. Este tiene resuelto lo que va a hacer antes que le llegue la pelota, una ventaja crucial en este deporte. El jugador más claro e inteligente de los 24 que entraron al campo. Curioso, su hermano fue el menos cerebral.

Detrás de ellos, en el ranking de destaques, viene John Narváez, un crack que está naciendo. Es zaguero por naturaleza; lo ponen de lateral y es gran figura; y si lo ubicaran en el medio, brillaría igual. Los buenos juegan bien en todos lados. Será jugador de selección nacional por diez años, tiene todos los recursos técnicos y un liderazgo positivo. Emelec debe blindarlo con un contrato por cinco años. Osbaldo Lastra es una gratísima sorpresa; un pulpo cuyos tentáculos captan toda pelota dividida que pasa por el medio. Y además la pasa bien. Muy, muy útil, indispensable e inamovible. Muy bien Mondaini cuando entró, inteligente, claro, sapiente con la pelota. Ideal para un trío de ataque con Mena y Miler Bolaños. Bien Bagüí, cumplidor, firme, exuberante físicamente, estira la pierna y llega. Cumplidor Guagua, duro, con carácter. Los otros intervinieron menos o no lucieron tan acertados, pero acompañaron correctamente.

Emelec le apunta al tricampeonato, no quieren decirlo sus directivos pero lo piensan. Para apuntalar el sueño necesita imperiosamente retener a Miler Bolaños, su jugador especial, diferente. Debe hacer el esfuerzo para conservarlo, aunque ya sabemos que si el jugador está persuadido de irse no lo para nadie. Y aun cuando permanezca el talentoso atacante, necesitará refuerzos. Quizás un volante por izquierda para alternar con Giménez, un zaguero más como alternativa a Achilier y Guagua y otro delantero (si fuera posible, alguien con la eficacia goleadora de Ismael Blanco, aunque esto no es fácil, ese ha sido un acierto notable de Barcelona).

Pobre presentación, sin el fútbol, pero sobre todo sin el fuego sagrado que uno le pide a cuadro de su estirpe en una instancia cumbre, nada menos que ante el rival de toda la vida. No representó a su noble afición, que creyó siempre pese a que no veía sustento en el juego. En el Monumental Bolaños no se hizo echar, y Barcelona también fue menos. Pero Barcelona es inmenso, no empequeñece por esto; al contrario, esta nueva estrella azul es un acicate para volver a arremeter. Vale ponderar el esfuerzo que hizo para alcanzar esta final, que fue un broche extraordinario para el campeonato. Pero esta crónica es un homenaje a Emelec. ¡Salud, campeón…! (O)

Hay mucha gente de Emelec, cada vez más. Se nota especialmente en la juventud.

Los brotes nuevos están muy mezclados.