Combatientes del Cenepa relatan historias de valentía y patriotismo

El patriotismo, valor y pasión por defender al Ecuador se mezclan con el dolor por ver morir a compañeros y perder alguna extremidad en varios combatientes del Cenepa. Dos de ellos, Cristóbal Espinoza y Patricio González, contaron a este Diario sus vivencias durante esa guerra, de la cual se conmemoran 25 años.

El inicio de la guerra se registró el 26 de enero de 1995 por un desalojo de tropas ecuatorianas a soldados peruanos en zona de frontera, quienes respondieron con un ataque.

El combate se extendió hasta el 28 de febrero de 1995. Según la Fuerza Aérea del Ecuador (FAE), la fecha clave del conflicto fue el 10 de febrero de 1995, día en el que dos aviones ecuatorianos que despegaron desde la Base Aérea de Taura, en la provincia del Guayas, derribaron tres naves peruanas.

González, quien horas antes había perdido la pierna derecha en una mina, fue testigo de este hecho histórico. Espinoza, en tanto, comandó a 19 soldados, de los cuales cuatro cayeron en el valle del Cenepa.

Ellos coinciden en que la unidad y el respaldo del pueblo y del Gobierno, con el fallecido expresidente Sixto Durán-Ballén a la cabeza, fueron vitales para alcanzar la victoria.

Espinoza y González fueron condecorados con la Cruz de Guerra. El primero refirió que ese combate dejó muchas lecciones a las Fuerzas Armadas del Ecuador. Una, la de estar alerta en todo momento.

Cristóbal Espinoza: Estar en ese combate me llenó de pasión, heroísmo, valentía

Para Cristóbal Espinoza, coronel del Ejército ecuatoriano, de 52 años, el haber combatido en la guerra del Cenepa fue el acto más “patriótico y heroico” de su vida.

Hace 25 años, Espinoza comandó un pelotón de 19 soldados desplazados hacia la zona del valle del Cenepa, en el sector Cueva de los Tayos, en el punto conocido como la Y.

El uniformado perteneció a la compañía de operaciones especiales 21 Cóndor, que era encargada de la observación de las unidades peruanas de la quinta región militar.

“Para mí, como un soldado joven, de 26 años de edad, recién casado, vivir ese momento de mi primer bautizo de fuego junto con mis hombres, de los cuales perdí cuatro en la línea de combate, es la reivindicación a lo que hicieron mis abuelos y mis padres, que fueron militares en cada época, y el cumplir ese juramento a mi bandera cuando ingresé en 1989 en la escuela militar”, relató.

Hace una pausa al conversar sobre sus vivencias en ese combate con Perú. Reiteró que lo más doloroso fue perder a sus hombres de combate.

“Vivir lo que es el combate es muy difícil de expresar, llena de muchos sentimientos, pero trasladar ese momento de valor, de heroísmo, de miedo, de pasión, de rezo, de oración, ahora es un compromiso que lo haría en la misma trinchera”, dijo.

Rememoró cuando, en zonas de descanso, sus compañeros tocaban la guitarra o escribían cartas a sus familias.

Se enorgullece al comentar que su escuadrón mantuvo la posición a pesar de los ataques peruanos que tenían a casi 250 soldados, mientras los ecuatorianos eran solo 50. Recordó la icónica frase “Ni un paso atrás” del entonces presidente Sixto Durán-Ballén.

Espinoza hoy es director del Centro de Estudios Históricos del Ejército del Ecuador. Allí busca que los combatientes del Cenepa sean recordados.

Patricio González: Me arrastré hasta un árbol y vi cómo cayeron aviones peruanos

El recuerdo de sus vivencias en el conflicto del Alto Cenepa quiebran a Patricio González Chiriboga, sargento en servicio pasivo, de 58 años, quien era parte de las Fuerzas Especiales del Ejército, especializado en paracaidismo. Sosteniendo un retrato propio cuando estaba en la zona de Tiwintza, relató cómo fue testigo de que dos aviones de la Fuerza Aérea del Ecuador derribaran tres naves peruanas, el 10 de febrero de 1995.

Esa fecha también lo llena de dolor, pues horas antes había perdido la pierna derecha luego de pisar una mina.

“A mí me dieron por muerto junto con Campoverde (compañero), luego de un ataque de soldados peruanos. Nosotros estábamos a una distancia considerable, porque íbamos a activar un mortero. Vi cómo los peruanos salieron corriendo, fue un ataque sorpresa de ellos para ingresar a Tiwintza”, relató.

Tres días después de ese ataque, llegaron soldados ecuatorianos para rescatarlos. “Para regresar a Patuca (Morona Santiago) cada cuatro horas alguien lideraba al pelotón. Era mi turno y en un tramo me topé con otros militares ecuatorianos. Ellos no se querían mover a pesar de que yo les decía “soy Chacarita (su apelativo). En eso doy un paso y ¡bum! Al principio no sabía lo que pasó, si nos habían atacado, ni siquiera sentía dolor, luego ya no vi mi pierna”, relató entre lágrimas.

“Yo le voy a agradecer al sargento Zurita, un quiteño que me salvó la vida, me cargó más de cinco horas porque yo no podía caminar”, relató.

A llegar a una zona cercana a Tiwintza, comenzó un bombardeo de la Fuerza Aérea Peruana. “Me arrastré hasta un árbol para evitar los proyectiles y vi cómo bajaron dos aviones peruanos, eso parecía un juego de Atari”, comparó González.

Se jubiló hace diez años del Ejército. Vive en Durán, donde administra un gimnasio. (I)