Chamos y nacionales, entre ‘dimes y diretes’

El ecuatoriano Jefferson Suquillo limpiaba presuroso su coche de venta de jugos de naranja y de ensalada de frutas con el que se gana la vida.

El carrito verde, ubicado en una vereda cercana a la avenida Galo Plaza Lasso, norte de Quito, a pocos metros de la terminal terrestre de Carcelén, es el que le da para comer.

El quiteño lleva un año calmando la sed de los conductores y transeúntes que le compran su producto. Pero, ahora, todo ha decaído: la presencia de los migrantesvenezolanos en aquel punto capitalino le plantea nuevas e inesperadas realidades. Así de claro.

“Ellos piden dinero. Lo hacen, a veces, de una manera grosera y eso nos perjudica a nosotros”, afirmó el vendedor.

Para Suquillo, y debido a esa supuesta malaactitud, la gente no desea lidiar con los venezolanos. “Por eso suben los vidrios y no nos compran a nosotros”, comentó un poco molesto.

“Piden dinero con un trato agresivo y quieren exigir que se los ayude”, opinó, a su vez, el taxista Marcelo Solano.

Él también fue víctima de esos malos modos usados para solicitar una colaboracióneconómica. “Tacaño”, por ejemplo, es la palabra que oye constantemente cuando le ‘exigen’ algo de dinero.

La terminal de Carcelén y un refugio en la Mitad del Mundo se convirtieron en un arca de salvación para quienes vienen de Venezuela y hacen de Quito su residencia temporal. Duermen en el interior y en las mañanas salen para reunir fondos, ya sea con el fin de viajar a Perú o para sobrevivir en suelo capitalino.