El COVID-19 se ensañó con la familia de César Litardo, presidente de la Asamblea de Ecuador

Quito –

César Litardo Caicedo no ha regresado a su despacho en la presidencia de la Asamblea Nacional desde el 2 de julio pasado, cuando dio positivo de COVID-19.

Se recupera en su natal Quevedo, provincia de Los Ríos, desde donde se conecta a las sesiones virtuales del Parlamento. Pero no está muy seguro de querer volver rápido a la oficina, en la que se contagió por descuido de uno de los funcionarios legislativos que acudió a laborar enfermo y que también contaminó al prosecretario temporal y a otros cuatro servidores más.

Durante la pandemia toda la familia del titular del Legislativo se contagió. Y perdió a su madre y a su tío.

La familia Litardo Caicedo vive en la parroquia San Camilo, en Quevedo. Los cuatro hermanos comparten un mismo edificio familiar dividido por pisos en el que la interacción y la convivencia comunitaria son comunes. Esa fue una de las razones por las que el coronavirus se esparció rápidamente entre ellos: desde una bebé de 9 meses hasta Luis Litardo, padre de la autoridad, que tiene 80 años de edad. Y su hermano Carlos estuvo 16 días hospitalizado con alto riesgo.

Don Luis y el resto de la familia pudieron superar los efectos del contagio en casa y bajo estricto control médico.

Quien no tuvo la misma suerte fue su tío paterno Alberto Litardo, de 70 años, quien estuvo 15 días en terapia intensiva y a pesar de una leve mejoraría tuvo complicaciones y falleció.

Pero el golpe más duro que soportó la familia fue el fallecimiento de Graciela Caicedo, madre del legislador, a la que describe como el centro y la guía de todos sus pasos.

César Litardo compartía mucho con ella, siempre lo acompañaba en sus visitas por el país. El último desplazamiento en territorio que hizo a su lado fue a Loja. Doña Graciela, recuerda él, era una de las primeras personas que lo llamaba tras una entrevista en televisión para criticarlo o felicitarlo.

El presidente de la Asamblea relata que perdió a su madre el 28 de marzo pasado, en pleno pico de la pandemia en varias ciudades de la Costa donde el sistema de salud estaba muy saturado. Por ello no lograron conseguir una cama en Quevedo y tuvo que ser trasladada a Guayaquil a una sala de cuidados intensivos. Fue una de las primeras contagiadas de COVID-19 en el cantón, pero no saben cómo ocurrió.

La familia tenía una costumbre implementada por su madre. Como todos viven en el mismo edificio, cuando están en Quevedo almuerzan juntos. Hoy ella ya no está, pero su padre continúa con la tradición.

El coronavirus es una enfermedad que no mira niveles de vida, no discrimina y pone a todos en riesgo, describe Litardo, quien invita a la gente a «poner los pies sobre la tierra, apegarse a más a Dios». Indistintamente del cargo que tengamos, somos seres humanos con limitaciones ante una pandemia, recalca.

Tras los golpes recibidos de manera continua, la familia Litardo Caicedo adquirió lo que llaman «la cultura del COVID-19»: ahora todos realizan los controles sanitarios antes de ingresar a casa, hablan de la importancia del uso de la mascarilla, lavado constante de manos y salen para lo necesario.

Litardo no es el único de los asambleístas que se contagió; de lo que se conoce también se infectaron Vicente Taiano y Henry Krofle (PSC); Guadalupe Salazar, Marcia Arregui, José Serrano, Michel Doumet, Julio César Quiñónez y Fausto Terán (AP); y Nancy Guamba (RC).

Dos de ellos, según cuentan, estuvieron al borde de la muerte: Taiano y Terán.

Taiano salió positivo de COVID-19 en marzo, cuando Guayaquil enfrentaba el pico más alto de contagio, y vivió el drama para conseguir los medicamentos. Además no había entonces protocolos claros para el tratamiento.

Recuerda que vivió en carne propia lo complejo que fue para obtener la medicina prescrita, pues no la había ni en la red pública de salud ni en el sector privado. Lo consiguió en la reventa con las consecuencias de incremento del precio y además con la incertidumbre si era la correcta.

Terán presentó un cuadro clínico de neumonía atípica durante la segunda ola más alta de contagio que vivió Quito. Tuvo complicaciones para encontrar cama para ser atendido en las clínicas privadas, que estaban saturadas de pacientes, y acudió a uno de los hospitales públicos en el que permaneció durante diez días, y ahora agradece por la atención prestada y por ayudarlo a superar la dura prueba del COVID-19.

Hace cuatro días regresó a su casa y lo que tuvo que enfrentar le deja varias enseñanzas sobre como valorar la vida, a su familia y apegarse más a lo espiritual para sobrellevar una crisis fuerte de salud. En adelante a tomar mayores cuidados sanitarios para evitar contagios y limitar a lo máximo las salidas fuera de casa, hasta cuando todo pase. (I)