Una formación vocacional. Libre y de amor que no siempre se decide seguir desde el inicio. Por ejemplo, el acudir todos los días a misa no condiciona a esa persona a sentir el ‘llamado’ de formarse como sacerdote.
Pero si en el vaivén del camino lo consigue y desea conocer la preparación, el Seminario Mayor de Guayaquil es la opción que la Iglesia Católica ofrece al público en general. Este espacio recibe a jóvenes (varones) con dotes humanos, espirituales, intelectuales, de salud física y de una recta intención de seguirlo para toda la vida.
“Ellos intentan resolver una duda con un guía espiritual y se anima a seguir una experiencia. Eso no significa que todos se queden. Muchos de ellos solo quieren conocer”, relata Andrés Ulloa, promotor vocacional de la Arquidiócesis de Guayaquil.
Si después de aclarar la duda el joven decide continuar, él tiene que pasar por siete años de entrenamiento: en el primero recibe clases, lecturas, rezo y practica deportes. En los dos siguientes, él se dedica a estudiar filosofía. En los cuatro posteriores le toca adquirir conocimientos sobre Teología. “En ese transcurso de tiempo la persona se puede retirar y es libre de hacerlo. El muchacho se da cuenta que no es lo suyo y puede retirarse y seguir con su vida personal, académica y demás”, comenta Ulloa.
Preparación
Al completar los siete años, el joven se somete a un examen de grado y después se va a vivir a una Iglesia como seminarista, por un año. El seminarista tendrá que hacer una petición y las autoridades evaluarán si el aspirante trabaja en cuatro aspectos: intelectual, espiritual, humana y pastoral.
El siguiente nivel es ser Diácono. Es decir, una persona que promete celibato, viste como sacerdote y puede casar o bautizar. El proceso es parecido para las chicas que buscan ser monjas. Las aspirantes postulan y se preparan tres años; después de ese tiempo se evalúan y resuelve seguir o retirarse.
A raíz de ello, la novicias realizan los votos perpetuos y de acuerdo a su congregación dedican su vida a la ayuda social, a cuidar enfermos, a ser profesoras y un grupo minoritario viven en un claustro. “Los números de aspirantes han bajado, depende del año y de los factores que influyan en el entorno, pero eso no significa que vaya a morir. Hubo épocas donde el ser sacerdote era sinónimo de bullying, burla o en las familias no les permitían serlo”, expresa el sacerdote.
Desde el , el Seminario Mayor prepara a 37 estudiantes que están a la espera de los nuevos jóvenes que incursionan en el mundo religioso. Si se habla de costo, este dependerá de la persona y su voluntad. “Hay ocasiones donde el sacerdote apoya a un joven a inscribirse y aporta con un porcentajes. También nos ayudamos con benefactores o mensualidades externas”, asegura.
En Ecuador, aproximadamente, existen 20 seminarios: en Guayaquil, Quito, Loja, Esmeraldas, Ambato, Ibarra, Cuenca, uno para toda la Amazonía, entre otros. En Guayaquil, por su parte, 160 son las iglesias católicas que cuentan con monaguillos interesados en labrar el camino por ser sacerdotes o monjas.