Gloria o cadalso, bronce u olvido, sonrisa o llanto, euforia o amargura, alegría inolvidable o tristeza infinita; reconocimiento o escarnio…
No hay partido más deseado, complicado ni temido que el clásico. Es el ying y el yang del fútbol, las fuerzas opuestas, la dualidad de todo lo existente, la contraposición natural de las cosas. En este caso, elevado a la máxima expresión por tratarse de una final de campeonato. Primera definición directa de la historia para quedarse con una estrella y enrostrársela al eterno adversario por años.