Carmen Salinas “tiene herencia genética priista”: Camacho
Definitivamente, los partidos políticos están apostando al absurdo para mantenerse a flote. La idea es sencilla: las buenas propuestas, los argumentos y los planes de gobernabilidad implican demasiado esfuerzo y exigen del votante demasiada atención como para competir con el resto de estímulos diarios. Mucho más sencillo es apostarle al negocio de la comedia. Así, la política mexicana da una vuelta de tuerca.
Este fin de semana, el PRI nos dio el ejemplo perfecto de esta estrategia al anunciar que postularía a Carmen Salinas para ocupar una diputación federal por la vía plurinominal. La propuesta va en serio: su nombre se encuentra entre los primeros de la lista, así que, a menos que literalmente nadie vote por el partido, «La Corcholata» ocupará un curul.
El presidente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, defendió la postulación de Carmen Salinas, como si se tratara de una decisión política no sólo exitosa, sino acertada.
Dijo que Carmen ha defendido históricamente al pueblo, por lo que merece una oportunidad en San Lázaro:
«Tiene, como cualquier otro, en pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos, la oportunidad de ser postulada, Carmen Salinas, y como de manera callada le sirve y atiende asuntos de gente, del gremio artístico, estoy seguro que lo hará mañana dotada de sentido común y de compromiso con México» (sic).
Y como no le bastaron estas atropelladas y misteriosas palabras, agregó un argumento genético indiscutible:
«Cada partido conoce las fortalezas de sus militantes y estoy seguro que Carmen Salinas, que tiene genéticamente herencia priista, puede hacer muy buena papel desde esta vía».
Ok, de suerte que los argumentos para postular a Carmen Salinas son: 1) es buena onda y 2) es inherentemente priista. La primera razón es tan estúpida, que no merece comentario, basta señalar que ser buena persona (la verdad o falsedad de esta aseveración es cosa aparte) nunca ha sido una credencial suficiente para legislar (no es que nuestros senadores y diputados ofrezcan mejores razones que ésta).
El segundo argumento es realmente sorprendente en el siglo XXI. Con seguridad, ser «genéticamente» priista era una buena razón para ser legislador en los años setenta (quizá bastaba con eso), pero, ¿no se nos debería ofrecer algo mejor a los ciudadanos de hoy tras largas luchas por la democratización del país? (democratización que, dicho sea de paso, parece todavía una meta lejana).
Además podríamos preguntarnos ¿cómo que «genético»? ¿me están diciendo que el PRI es el principio de creación de esta mujer? Es como si se debieran algunos favorcillos por ahí ¿o qué es lo que nos están dando a entender?
Sin más rodeos: el PRI postuló a Carmen Salinas porque es famosa, porque es chistosa y porque no sabe nada de política. El PRI se aprovecha de la delgada línea que hay entre preferir a un ciudadano y no a un político de siempre y preferir a alguien completamente incapaz de tomar decisiones políticas. Punto. ¿Para qué darle más vueltas a las razones? Lo que sí debería darnos mucho qué pensar es nuestra responsabilidad en la construcción de un escenario en el que postular a alguien así es buena opción.
Carmen Salinas no será votada, pero su nombre resonará a la hora de las votaciones. Si nos hubieran dicho que el proyecto del nuevo PRI incluiría tarde o temprano la postulación de Carmen Salinas, ¿los resultados de las votaciones de 2012 hubieran sido las mismas o bien, mejores o peores? El solo hecho de que la respuesta a esa pregunta no sea clara causa escalofríos.