El cisma económico en el deporte
Andrés Luna Montalvo
Las extremas medidas de seguridad demandadas por la propagación del COVID-19, han
generado un impacto económico que será evaluado oportunamente, cuando la
emergencia haya finalizado y podamos ocuparnos de las secuelas financieras. Pero
seguro las habrá y algunos vienen preparando el camino para aquello.
Hoy ricos y pobres luchan por su supervivencia, los grandes referentes del deporte
guardan cuarentena, misma actividad que cualquier otra familia. Las desigualdades
sociales no pueden ocultarse, claro está, pero contra el peligro, el mensaje del
distanciamiento social es el mismo. Tras esta crisis no volveremos a ser los mismos ni
el planeta tampoco. Las condiciones económicas de las personas se alterarán y de
seguro los más afortunados de este planeta deberán recordar estos días de
vulnerabilidad, que mostraron que la opulencia sin solidaridad y responsabilidad es tan
peligrosa como cualquier pandemia.
Hoy, algunos de los deportistas que te piden quedarse en casa, fueron los mismos que
crearon cuentas fantasmas en Panamá y otros paraísos fiscales para burlar a la
tributación, esos impuestos que sirven para financiar y mantener a los hospitales y
trabajadores públicos, los mismos que hoy se juegan un partido entre la vida y la muerte
para poder poner a salvo a la población. Al deportista multimillonario que le robó al
Estado llevándose su dinero ilegalmente donde nadie pueda encontrarlo, lo miramos
ahora como un potencial criminal.
Deberán revisarse los salarios de un millón o dos o siete millones de dólares mensuales
por deportista, esos que ostentan las grandes ligas mundiales como las cinco de fútbol
más famosas de Europa (Inglaterra, España, Francia, Italia y Alemania), la Asociación
Nacional de Baloncesto (NBA) y la más cuantiosa de todas, la Liga Nacional de Fútbol
Americano (NFL), que mueve anualmente nueve mil millones de dólares,
sustancialmente más que las cinco Ligas de fútbol europeo antes mencionadas juntas.
El aislamiento, la fragilidad, la solidaridad y el regreso a la aldea que nos ha estampado
en el rostro el coronavirus, nos obliga a repensar la sociedad como conjunto. La
desigualdad y la injusta repartición de la riqueza nos pueden hundir de manera
definitiva. La revalorización de lo público, los hospitales gratuitos, el Estado como
gestor de medidas paliativas ante una crisis, la policía como ente de control social,
médicos públicos e investigadores que en Ecuador perciben entre mil o tres dólares al
mes (con algo de fortuna), son ahora imprescindibles, y necesitamos más de ellos que
del espectáculo del deporte, cuyos tres mil dólares son solo el precio de una entrada para
una final.