Alan Highton: El promotor del relámpago

Barbados, 1981. Alan Highton, un surfista, de 18 años de edad, está sentado frente a un club nocturno. “De repente, la chica más hermosa que había visto en mi vida me dijo ‘hola’. Se llamaba Ingrid. Estaba con un venezolano rico, hijo de un banquero, y no se llevaban bien. Él le dijo: ‘Si no quieres estar conmigo, ¿por qué no vas a hablar con ese tipo? Y ese tipo era yo”.

A los tres meses, Ingrid lo invitó a su país. Highton llegó a Caracas, odió la capital y decidió que, si iban a seguir juntos, sería en Barbados. Su novia le pidió paciencia, pues vivía en Mérida. “Yo pensé que todo era como Caracas, pero después de media hora de vuelo, de repente vi grandes montañas. Los picos nevados parecían sacados de National Geographic. Estaba confundido, maravillado. Nunca había visto antes montañas reales y la ciudad era pequeña y acogedora”, narra Highton en su propio libro. “Su casa estaba en un barrio hermoso —nuestra casa hoy en día— rodeado por las mismas montañas que vi en ese avión en diciembre de 1981. Todavía siento amor cada vez que salgo y miro alrededor”.

Atrás quedó Barbados. “Sin saberlo, caí en uno de los países más biodiversos del mundo, y desde niño siempre amé la naturaleza”. Ya casado, desde su casa andina, veía con frecuencia un rayo lejano que le intrigaba. Empezó a explorar los parajes merideños a la vez que daba clases de inglés y un alumno le sugirió ofrecer paseos guiados. Sin saber muy bien qué hacía, llegó al pie del teleférico y convenció a dos biólogos alemanes de llevarlos a ver mariposas. Desde entonces, se convirtió en un guía ecoturístico que más adelante promovería también los encantos de los llanos, hasta que una visita a los pueblos de agua del Zulia lo flechó con una impronta electrizante: la del Relámpago del Catatumbo. “Ese 5 de octubre de 1995 conocí a otro gran amigo y él me conoció a mí”, relata. Aquel rayo remoto, pero familiar, tenía nombre y apellido.

“Es un fenómeno espectacular y fuimos los primeros en llevar gente para conocerlo. Hicimos una alianza con los habitantes de la zona y tenemos un proyecto conjunto de alimentación para apoyarlos, mientras que ellos nos ayudan con seguridad”. Casi 20 años después, afirma que aún no se cansa de retratar esta tormenta eléctrica ni de esperarla con entusiasmo junto a los turistas de su Catatumbo Camp, en rutas que integran los paisajes andinos, llaneros y zulianos. Sus fotos del relámpago se publicaron en National Geographic en febrero de 2010.

Highton también ha descubierto en varios lugares mariposas nunca antes descritas. Insiste en que el potencial ecoturístico del país es infinito, y cuando le preguntan si ha pensado regresarse a Barbados, responde con otra interrogante. “¿Por qué me voy a ir del país más hermoso del mundo? Yo sé que mucha gente se está yendo y que el país no es el mismo que cuando llegué, pero no siento ninguna presión para irme. En Mérida estoy tranquilo, tengo lo suficiente para vivir y muchas razones para sentirme feliz: Ingrid, mis tres hijas, el trabajo que me gusta. Prefiero seguir luchando por esta nación. Quiero quedarme hasta el último respiro”.

“Nunca he sentido actitudes negativas hacia mí por ser extranjero. Creo que si uno llega a un sitio con humildad y respeto y honra los derechos de esas personas, siempre será bien recibido”