La sed de Durán

La Organización Mundial de la Salud sostiene que para que el acceso al agua sea considerado “óptimo” debe existir un abastecimiento de cien litros por persona al día. Si es “intermedio”, 50 litros. Y si es “básico”, 20 litros por miembro familiar, es decir, un botellón por cada uno al día.

Se supone que esos veinte litros deberían alcanzar para que el usuario beba agua y la utilice para lavado de manos e higiene básica; pero en la tabla no se garantiza la lavandería ni la posibilidad de un baño completo, por lo que el nivel de afectación sobre la salud es alto.

El escenario de Durán el último mes no alcanza ni siquiera este caso, pues hay hogares de cinco personas que sobreviven únicamente con dos botellones al día.

El hecho

Luego de que el 20 de agosto el Municipio de ese cantón iniciara las pruebas por un cambio de 43 kilómetros de tubería de hierro dúctil desde los pozos de El Chobo, en Milagro, la escasez se recrudeció al punto de ocasionar breves acciones de estallido social, con quema de llantas en varios sectores, un síntoma de la desesperación por el incumplimiento de un derecho tan básico para la vida como es el acceso al agua.

EXTRA recorre la realidad de los duraneños y se choca contra un panorama nada alentador, que es mínimamente paleado por el Gobierno local. Vecinos que se pelean por llenar un tanque más en casa, poblaciones sedientas que, desesperadas, sacan agua de un canal con lodo, escuelas que han estado al borde del colapso y cientos de familias que pagan en una semana lo que les costaba el servicio todo un mes.

Sobrevivencia

A lo largo del recorrido en sectores como el centro, la Primavera 2, El Arbolito, un denominador común se pasea como fantasma entre las peatonales: el enojo. El pueblo no se conforma con panfletos con la silueta de la alcaldesa en donde se lee en letras negras aquella excusa repetida como en disco rayado: “Hoy comprendo por qué ningún alcalde quiso solucionar el problema del agua”.

Francisco Carranza coloca el periódico municipal que registra ese texto sobre un tanque que está vacío desde hace días en el cerramiento de su casa, en la cooperativa Unidad Nacional. Abre la página. Se puede ver completa la carta de la alcaldesa.

“Ella cree que con esto se da por bien servida. Tengo un padre adulto mayor con discapacidad visual y una madre que necesita agua. Veo cómo el tanquero pasa por aquí y se va de largo. Veo cómo los vecinos se pelean por un balde lleno. ¿Eso es posible? ¿Es sensible? ¿Es justo tener que bañarse con trapitos porque no hay agua ni para echar a la taza?”, se cuestiona este morador.

En el documento, impreso en papel periódico, Alexandra Arce, la alcaldesa, también se desahoga: “Insultos, vejámenes y falta de respeto es lo que tengo que soportar diariamente frente a la ejecución de la etapa final del proyecto que dotará de agua potable a Durán. La obra se ha venido ejecutando con muchas dificultades. (…) Lamentablemente tuvimos que hacer suspensiones del servicio. Te pido que tengas paciencia”.

La paciencia, sin embargo, no es suficiente cuando muchas lavadoras están apagadas por la escasez, o cuando familias como la de Lilibeth Pachacana, que supera los seis miembros, tienen que movilizarse hasta casas de parientes en Guayaquil para poder bañarse bien, o cuando se acumulan las heces de la familia en el retrete para hacer “una sola bajada” y “ahorrar” el agua que no llega o llega poco o con turbiedad a los sectores.

“En las escuelas es peor. Los profesores tenían que coordinar que lleguen los tanqueros incluso con dinero de su bolsillo. La falta del líquido hace un ambiente muy insalubre para los niños”, observa Carmen Roldán Villacís, una madre de familia de la Primavera 2. Esto pese a que la alcaldesa precisó a este Diario que se prioriza con cuatro tanqueros del Municipio la entrega a todas las entidades educativas del cantón.

En cuanto a la turbiedad, aseguró el fin de semana pasado que es normal que con las pruebas que se están haciendo exista esta molestia, pero prometió que a medida de que pasen los días todo se normalizará.

El negocio del agua

EXTRA comprobó que cada uno de los tanqueros labora su ruta con un supervisor municipal, quien se supone que se encarga de vigilar que no haya reventa y se respeten los ochenta centavos que vale un tanque. Una cisterna puede llegar a costar hasta 30 dólares, explicó Carmen Ramírez, moradora de la ciudadela Panorama.

Aun así, es común ver a jóvenes en triciclos yendo y viniendo con tanques de agua que cuestan $ 1,50 y que entregan a domicilio. Jean Frank Medina, de 23 años, es uno de los ‘emprendedores’ de la crisis del agua. Dice que “una tía tiene una cisterna” y que aprovecha para vender. “Me hago entre cinco y quince vueltas al día”.

El colmo y el gasto

Mientras menos poder adquisitivo tenga una familia, más cruda es la realidad. Paola Castro vive en el sector 4 de El Arbolito con sus cinco niños. Allá, como en Voluntad de Dios, los tanqueros llegan por estos días “solo si se les ruega”. “Por eso hemos tenido que adoptar medidas extremas”, explica mientras señala cómo una bomba de succión cruza agua café de un canal hacia su casa. En ese sector viven unas mil familias.

Esa agua la deja descansar en cloro por unas tres horas y luego se aclara algo. “Algo”, insiste ella, “por lo menos para bañarnos o echar al retrete”. Para cocinar, compra un botellón diario que vale $ 1,25.

En cada rincón de Durán se siente la falta de agua; pero sin duda el lugar donde más duele es el bolsillo de los habitantes del cantón. Durán tiene medio millón de habitantes que viven en 250 mil predios. De esa cifra, solo 38 mil están registrados y solo 10 mil tienen medidores. Los otros pagan una tarifa básica de 5 dólares con 80 al mes.

Estos últimos días, con la escasez, gastan cuatro veces más, asegura Humberto Carrasco, otro morador, quien precisa que ni siquiera con ese valor es suficiente.

El Municipio de Durán espera que a fin de mes ya esté solucionado el problema.