Una intensa, inolvidable y genial noche en SALA con Zola Jesus
Después de dos años de su última presentación en México, anoche regresó a nuestros escenarios Nika Roza Danilova, mejor conocida como Zola Jesus. La cantante llegó a nuestro país con su más reciente disco, Taiga, respaldándola, un material que apenas tiene cinco meses de haber salido y ha resultado ser un excelente disco.
Desde la primera canción, Zola Jesus entregó cada gramo de energía en su cuerpo. Cualquiera pensaría que un proyecto solista sólo se limitaría a un cantante detrás de su micrófono cantando y bailando nada más –como nos han demostrado otros proyectos–, pero Zola Jesus tiene la particularidad de poseer una sencillez evidente (que no se debe confundir con austeridad) y aún así aprovechar cada recurso de la mejor manera, sin la necesidad de un despliegue innecesario de elementos externos que saturen un concepto que radica innegablemente en la naturalidad y genialidad de la persona que está al frente.
Acompañada tan solo de tres músicos (uno en percusiones, un tecladista y uno a cargo del trombón/sintetizador/programaciones), Zola Jesus dio un concierto cargado de intensidad, corriendo de un lado al otro del escenario, agitando su larga cabellera, tirándose al piso, subiendo las bocinas… y cada canción una pieza inolvidable. Todos vestidos de negro, no hicieron falta adornos ni brillos más que la voz de Zola Jesus para adornar la noche.
A la par, la gente en SALA atenta, emocionada y pendiente de la gama de emociones que Zola Jesus estaba reflejando en el escenario. Con una engorrosa y minuciosa revisión de entrada (equiparable a las de cualquier aeropuerto) y las luces cegadoras luces del escenario apuntando al público, ambas cosas se borraron completamente con la actuación y entrega de Zola Jesus en el concierto de anoche. Una genialidad.
Fotos: Roberto Flores
Texto: @conejoazulorama