Rodrigo Vallejo, un hijo del exgobernador de Michoacán acusado de encubrir a La Tuta, fue liberado bajo fianza.
Nicolás Trujillo, de 24 años, operaba en Tierra Caliente, una zona del sur de México afectada por la violencia.
Se reservó el derecho con el objetivo de que “la autoridad jurisdiccional defina su situación jurídica”.
Enfrentado a una crisis de credibilidad y en urgente necesidad de un impulso, México alardeó de la captura.
Estados Unidos también le quiere pedir cuentas al detenido líder del cartel de los Caballeros Templarios.
El operativo que derivó en la detención de Flavio Gómez Martínez, alias El Flavio, tuvo lugar en Mérida.
Un mensajero suyo fue la clave para ubicar al criminal más buscado en todo México, según revelaron autoridades.
En un audio que circuló en redes sociales en octubre del año pasado, La Tuta aseguró que no se entregaría.
Las milicias de autodefensas que se levantaron en 2013 en Michoacán (oeste) contra el cartel de los Caballeros Templarios, legalizadas en mayo pasado por las autoridades, se han tornado ahora como un bumerán contra el gobierno mexicano.
«La gente tiene dolor, tiene odio» contra el gobierno y sus fuerzas federales, dijo a la AFP un comandante de la guardia rural de Buenavista, un municipio sumido entre las espesas montañas de la Sierra Madre, en plena Tierra Caliente.
Apostado con su pistola a la cintura en la polvorienta comunidad de Pinzándaro, el agente rural se quejó de lo que dice fue «una masacre» contra sus colegas del vecino Apatzingán por parte de soldados y policías federales, y aseguró que sus tropas quedaron «sedientas, hambrientas de justicia».
El 6 de enero, fuerzas del gobierno hicieron un violento operativo que dejó oficialmente nueve muertos y 44 detenidos en Apatzingán, punto neurálgico de la economía de Tierra Caliente y por años el bastión de Los Caballeros Templarios.
Los federales buscaban desalojar de la alcaldía a decenas de expolicías rurales, quienes la ocuparon en protesta por su reciente desintegración y una supuesta falta de pago de salarios.
Las autoridades aseguran que hubo fuego cruzado, incluso hicieron públicos videos en los que camionetas con exmilicianos a bordo aparecen desafiando a policías federales.
Pero los exmilicianos dicen que sólo llevaban palos y piedras como armas.
«El gobierno los arma y luego los desarmó (en diciembre pasado) para mandarlos matar», dice desgañitándose la madre de Luis Alberto Lara, un exguardia rural de 20 años que murió en la trifulca.
Por su parte, un policía federal que participó del desalojo aseguró que los ahora desintegrados policías rurales de Apatzingán están controlados por Los Viagra, un grupo criminal de Pinzándaro que busca usurpar el bastión que había sido de los Caballeros Templarios.
«Yo creo que (el gobierno) tuvo que aliarse con todo tipo de gente para tirar a los Templarios. El problema es que no todos los enemigos de ese cártel son necesariamente amigos de la ley», explicó el uniformado, mientras custodiaba a peritos de la fiscalía general que escudriñaban el lugar donde ocurrió la balacera.
El viernes, cientos de pobladores salieron a las calles de Apatzingán con veladoras blancas y ataúdes vacíos sobre sus hombros para exigir la retirada de las fuerzas federales, a quienes acusan de haber asesinado a 17 personas en el desalojo de la alcaldía.
«¡También hubo detenciones arbitrarias! A mi esposo lo arrestaron mientras compraba juguetes y él ni apoyaba a los rurales», dijo a la AFP una de las manifestantes.
Al día siguiente de la marcha, los retenes militares que flanquean Apatzingán fueron reforzados.
«Por aquí no va a entrar ni salir ningún malo», dijo un mando castrense, mientras sus hombres realizaban un aparatoso entrenamiento con vehículos antidisturbios.
Tierra Caliente se convirtió en un polvorín en febrero de 2013, cuando las autodefensas se levantaron para defender sus pueblos de los Templarios, que infiltraron instituciones y perpetraron con impunidad extorsiones, secuestros y asesinatos.
El gobierno federal decidió en mayo pasado enrolar a milicianos en las fuerzas rurales para matar dos pájaros de un tiro: terminar con la ilegalidad del movimiento al tiempo que los utilizaría para dar con los Templarios en la agreste región.
Hombro con hombro, milicianos y fuerzas federales arrestaron o abatieron a los principales líderes del cártel, exceptuando al capo Servando Gómez alias ‘La Tuta’.
Pero con el tiempo, surgieron voces que señalaban que algunas fuerzas rurales contaban con criminales entre sus efectivos.
El movimiento se fracturó a tal punto que el 16 de diciembre, el fundador de las autodefensas -Hipólito Mora- y sus simpatizantes se enfrentaron a balazos con otro iniciador del movimiento conocido como ‘El Americano’, en un choque que dejó 11 muertos. Los líderes fueron encarcelados junto a 35 de sus seguidores.
Días después, el comisionado federal en Michoacán, Alfredo Castillo, anunció el inminente fin de las fuerzas rurales, empezando por Apatzigán, La Ruana, La Mira.
«Nos sentimos usados porque (Castillo) ahora nos trata como delincuentes», dijo el comandante de Buenavista.
En tanto, entre tristes rezos por los muertos y narcocorridos que suenan a todo volumen desde camionetas de superlujo, la tensión se respira en Apatzingán.