Los chinos despiden hoy el año lunar del caballo para dar la bienvenida al de la cabra, en una celebración que, pese a su carácter familiar, también llena las calles de gente, así como de desfiles, ferias o espectáculos escénicos.
«¡Xin nian kuai le, xin nian kuai le!» («¡Feliz año nuevo, feliz año nuevo!»), gritaban este miércoles y los feriantes instalados en el Templo de la Tierra, en pleno centro de Pekín, a los centenares de visitantes que acudieron a una de las citas más típicas de la capital china en estas fechas.
El Festival de la Primavera -el nombre con el que se conoce en el país asiático el Año Nuevo lunar- es ante todo una fiesta familiar, por eso trae aparejado un éxodo de cientos millones de personas que supone el mayor desplazamiento poblacional del planeta.
Las grandes urbes se quedan medio vacías en favor del medio rural, ya que, en un reequilibrio de la densidad poblacional de China, quienes viven lejos de sus hogares vuelven a sus localidades natales para festejar el cambio de año con sus familias.
En las principales ciudades, el Año Nuevo Chino altera, asimismo, las escenas cotidianas: el tráfico es fluido, la contaminación baja, hay asientos libres en el metro y las aglomeraciones humanas se desplazan de los centros de oficinas a enclaves como el pequinés Templo de la Tierra, que acogen estos días las populares ferias del Festival de la Primavera.
La del Templo de la Tierra estuvo hoy atestada de gente que degustaba dulces en los puestos de comida, compraba incienso o figuras de madera en las tiendas o se concentraban ante los actuaciones de ópera china, bandas de rock y grupos cómicos.
Otros, en cambio, concursaban en casetas de tiro al blanco o en piñatas para hacerse con peluches.
Curiosamente, los que tenían forma de cabra, el símbolo del año entrante, eran de los más difíciles de encontrar, probablemente porque a estas alturas, tras semanas de intensa campaña comercial, ya hay al menos uno en cada casa.
Las cabras -o, más bien, las figuras o dibujos que las representan- están ahora por todas partes: en las puertas de las casas, decorando las oficinas y, por supuesto, en los centros comerciales y los restaurantes.
Son un recordatorio de que a partir de este jueves será ése el signo zodiacal que rija el destino de los chinos durante el año 4712 de su calendario.
Alrededor del cambio de año hay mucho de superstición y, para empezar con buen pie en el nuevo tiempo, la tradición manda una serie de rituales a seguir.
Así, las familias chinas han de salir a la calle al filo de la medianoche y lanzar petardos para celebrar el nuevo año, tras reunirse en torno a un gran banquete y regalar a los más pequeños un sobre rojo -color de la buena suerte- con dinero.
La costumbre del norte del país dice que en la mesa no pueden faltar los «jiaozi» (una especie de raviolis), en cuya elaboración, de participación obligada para toda la familia, se ha de introducir una moneda en uno de ellos, que traerá fortuna a quien lo coma.
«Esta noche nos reuniremos con toda la familia y comeremos jiaozi y fideos, tiraremos petardos y veremos la gala de CCTV 1 (el primer canal de la televisión estatal china)», explicó a Efe Zu Wei, un joven pequinés.
También se dará la bienvenida al año nuevo en desfiles, que se ven sobre todo en el sur de China, con danzas folclóricas como las del dragón, la más conocida y la que reproducen las comunidades inmigrantes en medio mundo, y la del león, una combinación de bailes y artes marciales.
Además de estos festejos a la antigua usanza, algunos locales de las ciudades organizan hoy fiestas nocturnas, que estarán más vigiladas, igual que las aglomeraciones, por las autoridades chinas tras la estampida que causó la muerte de 36 personas en una celebración de Año Nuevo el pasado 31 de diciembre en Shanghái.
Por una razón u otra, los chinos salen hoy a la calle con la esperanza de que la entrada del nuevo año les lleve salud y buena fortuna al menos hasta el 8 de febrero de 2016, cuando otro ciclo anual lunar empiece, la cabra dé paso al mono y todos los rituales se repitan.