Solveig Hoogesteijn: Una dualidad bien aprovechada

Sus padres llegaron a finales de la década de los cuarenta huyendo de la posguerra en Europa. De padre holandés y madre alemana, a Solveig Hoogesteijn le tocó crecer con la identidad trastocada, pero luego supo sacarle provecho: “Yo diría que mi vida en Venezuela está signada por un gran conflicto en la infancia y juventud que es la gran pregunta de a cuál cultura uno pertenece, si a la de los padres o a la del entorno. Lo que originalmente es un conflicto se convierte en un proceso de síntesis entre dos culturas. Ya a los 30 años de volver de mis estudios en Alemania reconozco las enormes ventajas de pertenecer a ambas y poderme mover entre ellas y eso va atado al compromiso por el crecimiento del país porque uno ve todas las posibilidades abiertas”.

Hoogesteijn ha sabido tomar lo mejor de la mezcla de la que proviene y menciona algunos ejemplos: “Traigo un gran respeto por el trabajo, el emprendimiento, la ética, porque sin ella no hay progreso. Amor al arte en todas sus manifestaciones, admiración por la naturaleza de Venezuela y una debilidad por la ligereza y el humor del venezolano”.

El aporte de la cineasta nacida en Suecia no solo tiene que ver con una extensa filmografía, sino con su gestión como coordinadora del Proyecto Cultural Trasnocho: “En mi caso, se traduce en los temas de mis películas, la participación de los gremios cinematográficos, en los esfuerzos por desarrollar una institución cultural muy amplia porque estoy segura de que la cultura y la educación son los grandes vehículos de superación”.

«Uno escoge qué valores y características adopta de esas culturas que tiene a disposición»