“Solo quiero que me devuelvan a mi hijo y paren este sufrimiento”
El 4 de octubre de 2011 en la madrugada cuatro hombres armados irrumpieron en la vivienda de Yajaira Coromoto Alvarado en Betijoque, estado Trujillo, y luego de registrar las habitaciones en busca de dinero y joyas se llevaron al niño Ricardo Segovia Alvarado, quien entonces tenía 10 años de edad.
En ese momento, en la casa había cinco personas. Todas, excepto la hija menor de Alvarado, fueron amordazadas y maniatadas. La banda permaneció en el inmueble una hora. Antes de huir tomaron la cédula de identidad del niño que tenía la mujer en su billetera.
Desde entonces, Alvarado ha pasado por los peores días de su vida. Cuando se le pidió que enviara un mensaje a los captores rompió en llanto: “Solo quiero que me devuelvan a mi hijo y paren este sufrimiento”.
Hasta marzo de 2012 los plagiarios mantuvieron contacto con Ricardo Segovia padre, quien es administrador de una finca y productor de plátanos en Trujillo. Para el momento del secuestro, Segovia y Alvarado tenían un año separados. Sin embargo, el hombre permanentemente informa a su excónyuge los avances de la negociación, pues el grupo ha pedido dinero a cambio del niño.
Los captores nunca han permitido que el niño hable con sus padres. Como fe de vida, enviaron una foto de la víctima y dos cartas, una para el papá y la otra para Alvarado. La policía judicial se quedó con ambas.
En el texto recibido por la mamá el niño aseguraba que volvería a su casa sano y salvo siempre y cuando la mamá ayudara al productor agrícola a reunir el dinero exigido en rescate.
En los contactos iniciales, los secuestradores pidieron 10 millones de bolívares. En las últimas negociaciones se habló de cancelar 300.000 bolívares.
A Maracaibo en carro
Durante los primeros meses de cautiverio, la sociedad civil de Betijoque se movilizó. Hicieron marchas y misas clamando por la liberación del niño, un estudiante de la escuela Diego Bustillos de esa población. Sus compañeros de clases y el resto de la comunidad educativa también participaban en los actos públicos.
El Cicpc intentó que los testigos del secuestro identificaran a los captores, toda vez que uno de ellos llevaba la cara al descubierto. Pero fue infructuoso. Nunca se hizo retrato hablado de este hombre.
Investigadores permanecieron día y noche con la familia. Hasta que se perdió todo contacto con los captores.
En febrero de 2012 se negoció la entrega de una suma millonaria en Maracaibo. El papá del niño viajó en carro desde Trujillo hasta la capital zuliana con la cantidad acordada. Cuando iba a producirse la entrega recibió una llamada. Le indicaron que se metiera en un vehículo perteneciente al grupo secuestrador que lo llevaría a Colombia por Paraguachón.
Segovia padre se negó e insistió en que podía mandar el dinero. Ni siquiera los captores le garantizaron su integridad física si cruzaba la frontera. Luego se perdió el contacto con los delincuentes.
Esperanzas renovadas
Los familiares del niño han tratado por todos los medios que las autoridades no cesen sus investigaciones. Han hecho lobby con militares y políticos. Saben que ellos no tienen la prominencia de otras víctimas y por eso temen que tarde o temprano los cuerpos de seguridad pierdan el interés en el caso.
En 2012, ante la prolongación del cautiverio, la sociedad de Betijoque insistió en la exigencia pública de una respuesta. Los familiares, sin embargo, siguieron el consejo de las policías y guardaron silencio por varios meses.
Ahora, cuando se acerca el tercer año del plagio de Ricardo Segovia, el Ministerio Público informó a los padres que había designado al fiscal nacional Francisco Quintana para que coordine las pesquisas. El Grupo Antiextorsión y Secuestros de la GN está desempolvando el expediente. Las esperanzas reviven.