El silencioso problema de la mutilación genital femenina en Colombia
El silencioso problema de la mutilación genital femenina en Colombia
El silencioso problema de la mutilación genital femenina en Colombia. La historia comienza al nacer una niña, el octavo bebé de una madre del mismo resguardo que Laura, una indígena Embera de Colombia.
«Ella vio lo que hacían las parteras», explica, «no quiso estar jodiendo a las parteras y solita lo hizo. Cortó con una tijerita el clítoris de la bebé y como que se le traspasó y le empezó a salir un chorro de sangre».
En su desesperación -recuerda Laura- la mujer no le contó a su esposo lo que había hecho, le dijo que la pequeña había nacido enferma.
La llevaron a dos días de camino para que la curaran -el Cañón de Garrapatas, en el límite entre los departamentos de Valle del Cauca y Chocó, en el occidente colombiano, es una zona remota y de difícil acceso-, pero no hubo forma.
«La niñita se murió así, vaciándole sangre, con hemorragia y ella quedó como la mama que mató».
La mujer no pensaba en hacer un daño, con base en sus creencias asumía que le estaba haciendo un bien a la bebé una «curación» -como se conoce entre las indígenas, los hombres no participan del proceso- o «corte del callo».
En palabras del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), que trabaja a nivel global para intentar erradicarla: «Es una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos y que internacionalmente es reconocida como una violación de los derechos humanos».
La muertes de dos niñas en 2007 en el departamento de Risaralda (en el centro del país), hizo pública la práctica de la mutilación genital femenina entre los Embera. Desde entonces las autoridades y organismos internacionales intentan concientizar a las indígenas de la zona.