Probióticos qué son para qué usan y cuándo hay que tomarlos
Probióticos qué son para qué usan y cuándo hay que tomarlos. Probióticos qué son para qué usan y cuándo hay que tomarlos. ¿Quién, a estas alturas, no ha oído hablar de los probióticos? En los últimos años la investigación y el desarrollo de estos microorganismos ha aumentado mucho y “cada vez son más los estudios científicos que avalan sus propiedades beneficiosas para la salud”, afirma Susana Gregorio Mazo. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsApp. Si usas Telegram ingresa al siguiente enlace.
Farmacéutica Comunitaria en Calahorra e integrante del grupo de Nutrición y digestivo de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac).
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Pero no sólo la investigación ha crecido sino también el conocimiento de los pacientes que, como afirma la farmacéutica, “poco a poco van siendo conocedores del impacto que tiene la microbiota en la salud” .
Y es que, estos microorganismos vivos tienen muchas propiedades, en función de la cepa que se seleccione, y pueden ayudar en determinados procesos. Los probióticos son “microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del hospedador”, informa.
Pero antes de hablar de los probióticos es clave saber qué es la microbiota y por qué es tan importante para el organismo. La microbiota “es un conjunto de microorganismos vivos que colonizan la piel y las mucosas” y que tenemos todas las personas. Por tanto, según la farmacéutica, “ya podríamos encontrarnos microorganismos que se utilizan como probióticos formando parte de la microbiota humana”, aunque si nos atenemos estrictamente a la definición de probióticos “debemos hacer referencia a los microorganismos externos al individuo que encontramos naturalmente presentes, por ejemplo, en alimentos e incluso en las heces”.
Los microorganismos más extensamente utilizados como probióticos son “las bacterias de los géneros Bifidobacterium y Lactobacillus, así como levaduras del género Sacharomyces”, apunta. Tal y como se recoge en la Guía de actuación y documento de consenso sobre el manejo de preparados con probióticos y prebióticos en la farmacia comunitaria de Sefac y de la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos, “el uso preferencial de lactobacilos y bifidobacterias se debe, por una parte, a que muchas especies gozan del estatus QPS de la Agencia Europea de Salud Alimentaria (EFSA); por otra, a que son los organismos que más se han empleado en las pruebas de aptitud probiótica y, en consecuencia, sus propiedades beneficiosas están más contrastadas”.
Cómo actúan
Antes de hablar del mecanismo de actuación es importante señalar que “para que las cepas probióticas que se administran oralmente puedan ejercer sus efectos beneficiosos deben resistir las condiciones ambientales del aparato digestivo y especialmente, el efecto microbiocida de la saliva, acidez gástrica, bilis, secreción pancreática”, explican los autores del documento. Además, debe tenerse en cuenta, que la composición de las distintas secreciones, el tiempo de vaciado gástrico o la motilidad intestinal pueden variar dependiendo de la edad y del estado de salud del hospedador”.
Teniendo esto en cuenta, en función del género y de la cepa que se escoja para tratar uno u otro problema, el mecanismo de actuación de cada uno será diferente, pero a nivel general se podrían señalar los siguientes:
- Capacidad de unirse a las mucosas y competir, por lo tanto, con el patógeno no dejando que éste lo haga.
- Capacidad de producir compuestos antimicrobianos entre los que se encuentran los ácidos láctico, acético, propiónico, butírico… que proceden de la fermentación de los azúcares, dado que los microorganismos probióticos son anaerobios estrictos.
- De producir bacteriocinas, péptidos que tiene la capacidad de provocar la ruptura de las bacterias patógenas, con lo cual podríamos decir que son bactericidas.
- Producir agua oxigenada, sobre todo en los candidatos a probióticos vaginales.
- Para unirse o coagregarse con ciertos patógenos impidiendo que estos se unan a las mucosas.
- De inmunomodulación. Para ello se ha evaluado el efecto de diversas cepas sobre los distintos componentes tanto de la inmunidad innata, la adaptativa o adquirida.
Para qué se usan
La asociación mundial de gastroenterología (WGO) elaboró una guía titulada “probióticos y prebióticos” y que actualizó en 2017, en la que se recogen las aplicaciones clínicas de los probióticos que tienen sólida evidencia científica.
Según la guía las más relevantes son las siguientes:
- Tratamiento y prevención de diarrea.
- Alergia.
- Encefalopatía hepática.
- Inmunomodulación.
- Enfermedad inflamatoria intestinal.
- Síndrome de intestino irritable.
- Intolerancia a la lactosa.
- Enterocolitis necrotizante.
- Vulvovaginitis.
- Mastitis subagudas y subclínicas.
- Infecciones del tracto urinario.
- Dermatitis atópica.
- Salud bucodental.
Probióticos y sistema inmunitario
Como indica Gregorio Mazo, “una de las aplicaciones clínicas con más sólida evidencia científica es la inmunomodulación”. Según la farmacéutica, “son numerosos los estudios que indican que varias cepas probióticas serían útiles para reforzar la respuesta inmunitaria” en personas sanas.
Según los autores de la guía antes mencionada, “se pueden administrar probióticos tanto en individuos con alguna patología asociada, como en individuos sanos, por ejemplo, para mejorar el sistema inmune y equilibrar su sistema intestinal, ante la planificación de un viaje a otro país como prevención de la diarrea del viajero, pacientes con intolerancia o malabsorción de lactosa, etc.”.
Para la función de reforzar el sistema inmunitario, la farmacéutica indica que las cepas probióticas con mayor evidencia científica en cuanto a inmunomodulación son las de “Lactobacillus plantarum CECT 7315 y CECT 7316”, aunque también se han estudiados otras como “L.rhamnosus,L. acidophilus, Bifidobacterium.lactis y B.longum”.
Eso sí, es importante saber que la efectividad de dichos probióticos dependerá de varios factores como:
- La dosis, son dosis-dependientes.
- La cepa, son cepa-dependientes.
- La precocidad en la administración.
- El mantenimiento en el tiempo.
Esto quiere decir que cuanto “antes se inicie el tratamiento con el probiótico y más se mantenga en el tiempo, mejores resultados se obtendrán”.
Y es que, “el probiótico debe llegar al lugar deseado y en la cantidad suficiente para ejercer su efecto beneficioso por eso es tan importante la dosis”. En cuanto a las cepas, “no todas sirven para todo, no todas modulan el sistema inmune y no todas revierten una diarrea por antibiótico, por ello se dice que son cepa-dependientes”.
¿Hay que usarlos para siempre?
Sobre su uso alargado en el tiempo y la posibilidad de una posible “dependencia”, Gregorio Mazo señala que “está demostrado científicamente que es bueno tomarlos diariamente” y “no existen datos de sobredosificación de probióticos”.
Los autores de la guía indican que “no hay ningún problema para consumir los probióticos de forma continuada, y hay evidencia científica sobre la conveniencia de tomarlos a diario para que su efecto sea más adecuado”. Actúan sobre nuestra microbiota intestinal “produciendo efectos beneficiosos a largo plazo”, aunque “siempre hay que considerar la relación beneficio-riesgo para cada sujeto/paciente”.
En cuanto a la posible dependencia que puedan suponer un uso crónico de estos tratamientos, la farmacéutica indica que “en ningún caso el organismo podría hacerse dependiente del uso de probióticos, ya que dichos microorganismos se encuentran naturalmente presentes en el mismo, formando parte de la microbiota”.
En todo caso, su consejo es “seguir las recomendaciones del fabricante reflejadas en la ficha técnica o en el envase del preparado, asegurando así la administración de la dosis recomendada del probiótico para producir el efecto deseado”. Además, es importante “tener en cuenta la formulación de forma que se aseguren dichos efectos beneficiosos”
Otro punto importante es la conservación de estos productos. Como norma general en medicamentos y complementos alimenticios con probióticos en su composición “deberán conservarse por debajo de 25º C y protegidos de la luz. Aunque también nos encontraremos con casos en que deban estar refrigerados, entre 2ºC y 8ºC”, concluye la farmacéutica.