Crítica: Una inspirada producción nacional de ‘La Bohème’

Por: Vinteuil

El jueves, en el Centro Cívico Eloy Alfaro, la ópera con ensamble nacional regresó a Guayaquil después de siete décadas de ausencia, con La Bohème, del compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924). La obra fue interpretada por la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG) con la dirección de Dante Anzolini, el Coro Sinfónico La Bohème (dirigido por Enrique Silva Gil) y los solistas Ruth Díaz, Andrés Córdova, Doris Gordon y Diego Zamora interpretando los papeles principales.

El presidente Lenín Moreno estuvo presente. La Bohème se inspira en la vida de los bohemios en la París de mediados del siglo XIX, del colectivo de artistas, escritores, pensadores y músicos reconocidos por su pobreza (en algunos casos adoptada por voluntad propia) y sus valores opuestos a los de la sociedad que los rodeaba, sobre todo la burguesía cuyo poder creció después de la Revolución.

Así, aunque la obra se enfoca en el romance entre Rodolfo (interpretado por Córdova) y Mimi (Díaz), la pobreza está presente, sobre todo en el escenario, que recuerda las angostas calles y buhardillas del Barrio Latino de París (conocido así por la lengua usada por las universidades que se establecieron allí desde el Medioevo).

El escenario, diseñado por el colombiano Julián Hoyos, contribuyó a establecer la atmósfera de la obra, sin buscar atraer la atención a través de decorados excesivamente originales. La obra está compuesta de cuatro actos, de los cuales solo el segundo involucra al coro, que también incluyó niños, y el cual está marcado por un ambiente festivo.

Fue en este acto que se demostró la capacidad para trabajo en conjunto de todo el ensamble, considerando que los errores en la coordinación de entradas y salidas del escenario pueden dar lugar a vergonzosos desastres. Los solistas tuvieron amplias oportunidades para lucir su voz y habilidades dramáticas, sobre todo Córdova en el papel de Rodolfo, el cual enfatizó lo trágico del personaje; Díaz (Mimi) por su vibrato; el barítono Zamora como Marcello, que demostró su versatilidad alternando entre diversos registros emocionales, con gran carisma y espíritu; y la soprano Gordon, que logró transmitir fielmente, con una voz llena de mucho color, y gestos coquetos, la personalidad inconsecuente de Musetta.

Entre los personajes secundarios el barítono Roy Espinoza lució por la claridad y proyección de su voz, al igual que el bajo Fabián González. La OSG transmitió la rica orquestación de la obra, característica de Puccini, y en la que resaltan los solos de violín y flauta.

La orquesta se ubicó en un foso entre el escenario y el auditorio, lo que cambió la calidad de su sonido comparado con los conciertos previos en el mismo lugar, resaltando más el sonido agudo de los violines. El público (que casi llenó la sala) agradeció el ensamble (incluyendo a la orquesta y Anzolini, al director escénico Julián Hoyos y al asesor artístico Dennis Giauque de la Met Opera de Nueva York, ovacionándolos por casi 10 minutos. (O)