Por qué el «heredero de Darwin» quiere dejar la mitad de la Tierra a otras especies
Edward O. Wilson es no sólo uno de los naturalistas más prominentes del planeta, también es uno de los más apasionados defensores de la biodiversidad.
El científico estadounidense es una autoridad mundial sobre hormigas, profesor emérito de la Universidad de Harvard y ganador de más de 100 galardones científicos, además de dos premios Pulitzer.
El biólogo de 85 años, que muchos consideran el «heredero natural de Darwin», llegó a Londres para promover un proyecto cercano a su corazón: el Observatorio para el Monitoreo de Extinción de Especies o MEMO por sus siglas en inglés.
Este monumento y complejo educativo cuya construcción está prevista para el el año entrante en la costa de Inglaterra, conmemorará con tallados de piedra 860 especies de plantas y animales extinguidas desde la desaparición del dodo, un ave gigante de la prehistoria.
También será un llamado de atención sobre 17.000 especies en peligro y hará sonar simbólicamente una gran campana cada vez que se extinga otra especie.
«Necesitamos urgentemente a MEMO porque las especies están desapareciendo a un ritmo entre 100 y 1000 veces mayor que antes de la presencia humana», Wilson dijo a BBC Mundo.
«Y esto es muy malo para el mundo porque las especies conforman la biósfera y ésta protege al planeta y a las condiciones a las que la humanidad está completamente adaptada».
«Es un monumento como los grandes cementerios para soldados caídos en la Guerra, una conmemoración de especies que han caído casi en su totalidad por la acción humana».
El plan de la Media Tierra
MEMO será además un símbolo potente para recordar que, según Wilson, no debemos simplemente aceptar la visión de una nueva época de cambios destructivos irreversibles.
Wilson cree que la gravedad de la situación requiere «pensar a lo grande», más allá de establecer parques y reservas.
«Necesitamos algo como el viaje a la Luna, como la cura del cáncer, algo que todos reconozcan, entiendan y apoyen».
«Así que propuse lo que llamo el Half Earth Plan, o plan de la mitad de la Tierra, es decir, dejar la mitad del planeta para los seres humanos y la otra mitad para los otros 10 millones de especies con las que se estima compartimos el planeta».
Nanotecnología y robótica
Wilson imagina una cadena de corredores interconectados para la vida silvestre y responde a los críticos que consideran su plan imposible por el aumento de la población mundial y los patrones de consumo.
«La población mundial, de acuerdo a proyecciones de Naciones Unidas, llegará a un máximo de 10.000 millones y luego caerá, debido al declive en la fertilidad», Wilson afirmó a BBC Mundo.
«Y la huella ecológica, es decir, la superficie del planeta requerida para satisfacer las necesidades de una persona, será menor», por lo que se conoce como BNR: biología, nanotecnología y robótica».
El naturalista asegura que «teleconferencias, libros electrónicos, mayores cosechas por hectárea de cultivos genéticamente modificados, la mejor educación disponible gratis en internet, son realidades o muy pronto lo serán. Cada una permitirá producir más y mejor con menos materiales y energía».
La revolución digital permitirá crear más trabajos y desarrollo sin «desgarrar» el medio ambiente, asegura Wilson.
«Con inteligencia artificial, avances en biología y nuevos cultivos pondremos una carga menor en el planeta. Ésa es la dirección que deberíamos tomar, y dejar de actuar sobre la Amazonia y otras partes del mundo incluyendo Estados Unidos como si estuviéramos en el siglo XIX.»
El enigma de los ecosistemas
Wilson quiere que la gente no sólo lea sobre la pérdida de especies, sino que conecte con el tema, que comprenda lo que realmente significa.
«Existen dos millones de especies conocidas para la ciencia, con un nombre científico. El número estimado de especies es 10 millones, es decir, no sabemos qué son esos otros 8 millones. En el caso de muchas especies «recién estamos empezando estudiar sus características y cómo interactúan con otras especies para crear ecosistemas».
«Estamos hablando de una de las partes menos exploradas de la ciencia, y aún así actuamos como si supiéramos todo, pero no sabemos todo. Podríamos estar causando un enorme perjuicio más allá de lo que imaginamos si continuamos devastando especies y perturbando sus ecosistemas».
Cenar con el Papa Francisco
Éstos son algunos de los temas que Wilson querría discutir con el Papa Francisco.
«Cuando alguien me preguntó que «Con qué persona actual o del pasado le gustaría compartir una cena?», yo dije, no con Darwin, porque sé más que él, o sea, tenemos hoy en día más conocimiento y yo o cualquier persona pasaríamos demasiado tiempo enseñando a Darwin. Pero el Papa es algo diferente».
«El Papa ha hecho un gesto magnífico a la ciencia y el medio ambiente. Él dijo «cada especie y cada estanque», o sea, ecosistema, «son preciadas a los ojos de Dios». Éste es un hombre con el que me gustaría conversar, aunque no soy católico, ni creyente en el sentido usual».
Ancianas a la guerra
Una de las preguntas que Wilson recibe con más frecuencia es qué podemos aprender de las hormigas.
«No debemos mirar a la hormigas buscando lecciones de moralidad para conducir nuestra vida. Los machos són máquinas de reproducción que sólo vienen a la colonia una vez al año por un período muy corto de tiempo. Las hormigas también conducen guerras todo el tiempo».
«No protegen a sus enfermos y muertos, y en muchos casos las trabajadoras comen a sus hermandas si están heridas. Y cuando hay guerras, envían a pelear a las trabajadoras viejas».
«La diferencia entre los seres humanos y las hormigas es que mientras nosotros mandamos a los jóvenes al frente de guerra, ellas envian a sus ancianas».
Un misterio resuelto en Brasil
La hormiga «favorita» de Wilson es «una de las más extrañas del mundo» y dio motivo a un llamado personal y apasionado del naturalista.
Durante muchos años Wilson trató de resolver el misterio en torno a estas hormigas, e incluso pasó una temporada en Costa Rica sin conseguirlo.
«Nadie sabía por qué estas hormigas (Thaumatomyrmex), tenían esas mandíbulas con largos pinchos. Así que hice un llamado a los especialistas en hormigas, que por favor me ayudaran a entender el por qué, antes de pasar al gran bosque tropical del cielo».
Fueron dos científicos brasileños quienes resolvieron el misterio en la década del 90, Carlos Roberto Ferreira Brandão y Jorge Luiz Machado Diniz.
Brandão, experto del Museo de Zoología de la Universidad de Sao Paulo, relató a BBC Mundo que tras recolectar hormigas Thaumatomyrmex en Bahia, las llevaron al laboratorio en Sao Paulo donde revelaron el enigma.
El científico brasileño explicó que «la hormiga se alimenta de un miriápodo (milpiés) diminuto, Polyxenidae, cubierto de pelos urticantes», que cumplen una función similar a las púas de un puercoespín. Y los ganchos son usados para retirar los pelos y llegar a la carne suave del miriápodo.
Wilson sonríe con emoción cuando recuerda el trabajo de sus colegas brasileños.
«Así que ésa fue la solución a ese misterio».
«La historia natural y el estudio de la biodiversidad están llenas de misterios como éste. Es un campo emocionante para trabajar».