La educación en Ecuador tiene que continuar y todos debemos apoyarla, asegura Unicef
Por Joaquín González-Alemán, representante de Unicef en Ecuador
Piensen en lo que es más importante para ustedes. Si tienen hijos o hijas en edad escolar, su educación seguramente estará muy arriba en la lista de prioridades. Y es que la educación, en cualquier situación, debe ser una prioridad y nunca debe detenerse. Menos aún en una emergencia como la que vivimos por el COVID-19 y que ha afectado a más 4,5 millones de estudiantes en Ecuador por el cierre de escuelas como medida de prevención del contagio.
Así como las familias juegan un papel fundamental para que la educación continúe, en los últimos meses nos hemos dado cuenta, aún más, de la importancia de los profesores en la vida de los niños, niñas y adolescentes. Solo en el sector público hablamos de aproximadamente 168 000 docentes que han demostrado una enorme capacidad de resiliencia para buscar alternativas a la enseñanza presencial.
Por otra parte, es necesario reconocer el esfuerzo de las autoridades educativas para adaptar el currículum a la emergencia y responder a ella en un contexto tan desafiante. Nosotros, desde el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), hemos estado apoyando al Ministerio de Educación (Mineduc) en el fortalecimiento de sus plataformas virtuales de aprendizaje, creando contenidos educativos para televisión, radio y redes sociales, apoyando con acompañamiento pedagógico y psicosocial a través de llamadas telefónicas a las familias, entregando tablets y planes de datos y llamadas para docentes y consejeros estudiantiles y contribuyendo a la impresión de guías de autoaprendizaje para impulsar la educación intercultural bilingüe.
La premisa principal de la educación en emergencia es que su continuidad permite que los niños y sus familias tengan un mayor sentido de normalidad. En cualquier modalidad de enseñanza, lo fundamental es que se mantenga el contacto entre docentes, estudiantes y familias. De esta manera es posible monitorear los logros en aprendizaje y conocer la situación de salud física y emocional de los niños, niñas y adolescentes. En este sentido, la encuesta realizada en julio por Unicef y que fue contestada por 63 000 estudiantes de entre 5 a 17 años, señala que el 47,3% ha mantenido contacto a diario con su profesor. Otro sondeo de Unicef y Mineduc, en el que participaron 4600 estudiantes, muestra que el 29,6 % recibió apoyo psicoemocional del docente. Esta es una muestra de que vamos por buen camino, pero es necesario fortalecer aún más esa relación de soporte tan necesaria en estos momentos.
Hemos aprendido de emergencias humanitarias previas que cuanto más tiempo permanezcan los estudiantes fuera de las escuelas, mayor es el riesgo de que nunca regresen, especialmente los más vulnerables. En América Latina y el Caribe más de 12 millones de niños, niñas y adolescentes estaban fuera del colegio antes de la pandemia; mientras que en Ecuador la cifra era de 268 000.
No queremos que este número se incremente. Por esto que seguimos trabajando junto con las autoridades nacionales y la sociedad civil en un plan para que la educación continúe y que contempla el retorno a la escuela que se hará de forma paulatina y únicamente cuando existan las condiciones biosanitarias para hacerlo. Esta iniciativa es importante porque, si bien la educación a distancia es una alternativa para afrontar la emergencia, no debe remplazar a la modalidad presencial. Esta última es la única que tiene capacidad para promover la protección integral de los estudiantes, la socialización, el contacto directo con el docente y permite que los niños, niñas y adolescentes desarrollen habilidades para la vida.
Para responder a la emergencia actual es necesario contar con datos fiables e información actualizada sobre la realidad educativa del país y la situación de las familias, para orientar la toma de decisiones en beneficio de los niños, niñas y adolescentes.
Gracias a la apertura del Ministerio de Educación y al trabajo con el Grupo de Educación en Emergencias, integrado por instituciones públicas, colectivos de la sociedad civil, empresas privadas y organizaciones humanitarias, hemos realizado un diagnóstico sobre las condiciones de agua, saneamiento e higiene en las instituciones educativas del país. Además, sondeamos la situación de estudiantes, docentes, personal de los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE), así como de quienes tienen discapacidad o están en condición de vulnerabilidad.
El espíritu de estos diagnósticos es, primordialmente, apoyar la planificación e identificar cuellos de botella y buenas prácticas y medir el impacto de las intervenciones en el sector. Es un afán constructivo que nos llama a trabajar juntos a base de la evidencia que generamos y a continuar con el monitoreo, que debería ser permanente, ya que son datos valiosos obtenidos de la propia comunidad educativa.
Antes de la emergencia, la educación en Ecuador enfrentaba desafíos importantes que se verán agravados con el impacto del COVID-19. Esta es la oportunidad para reimaginar la educación que queremos, invirtiendo en nuestro capital humano, y para que estos cambios se puedan cristalizar se requiere de la colaboración de todos los actores de la sociedad. La educación es cosa de todos y cuantos más aportes constructivos hagamos mayores oportunidades de presente y futuro estaremos ofreciendo a las niñas, niños y adolescentes del país. (O)