Poemas de Néstor Mendoza
Pescado
Detrás de la cabeza y los ojos
aún queda un poco de carne.
Si tuvieras tiempo suficiente
entre cada bocado
harías un conteo de las espinas,
de las escamas que olvidaste desencajar.
Debes comer, no dejar sobras.
Imagina que el pez nadó hasta tu plato
olvidando su hogar debajo de las olas.
Imagina que se deshizo del sol,
de las algas,
que ya no va a desovar.
Alimenta tu carne con nueva carne.
El pescado está frito.
No temas.
Si no sangra no hay pecado.
Andamios
los andamios elevan y sujetan.
Tu vida depende de su eficacia,
de que conserven la solidez
del equilibrio de los cables.
Te entregas al oficio de sostener
el cuerpo de quien trabaja en la altura.
Advierto tu silueta que se muestra
en el andamio.
Y la mano que se ajusta a la vida
y depende solo de las tablas firmes
que impiden la caída.
Eres el equilibrista;
quien limpia las ventanas, quien pinta,
quien coloca los ladrillos.
Crees ser el dueño de la elevación
le la brisa de las palomas.
Dios es pura altura, dices, y dejas de temerle.
Descomposición
La guayaba se pudre
de adentro
hacia afuera.
No quiere desprenderse
de las ramas aunque
su cuerpo sienta .
que la tierra hala
su jugo,
que llama
les gusanos y la pulpa.
(Si alguien mordiera
la guayaba
no sabría diferenciar
la suavidad de ninguno)
Su oficio es estar allí,
alta y confiada,
dejarse perforar por algún pico,
ablandarse antes de caer.
Plato
En sus bordes no hay imágenes.
Posee una profundidad apenas suficiente
para saciar a un solo hombre.
Quien lo contempla
agita con desgano la pobreza del líquido;
no se duele por la ausencia de carne:
rescata el poco sabor
de la única rodaja de zanahoria.
Traga como el apóstol que no ha traicionado.
*Néstor Mendoza (1985) es ensayista y poeta. Los cuatro poemas aquí seleccionados pertenecen a “Andamios”, libro que resultó ganador del IV Premio Nacional Universitario de Literatura.