México recuerda a grandes de la literatura en el Día de Muertos
Que las «catrinas» se mezclen con los paseantes, que proliferen las decoraciones con calaveras y que las pastelerías atraigan a los clientes con su pan de muerto solo puede significar una cosa, que una vez más, el Día de Muertos ya está aquí.
La Ciudad de México se dispone para celebrar la fecha en la que se rinde un homenaje, teñido de color y simbología, a los difuntos; tradicionalmente, el día de hoy se reserva a los niños, mientras que mañana llega el turno de los adultos fallecidos.
El corazón de la capital, el Zócalo, se reviste con su ofrenda monumental, esta vez dedicada a las letras, aunque «la literatura es un homenaje a la vida», según el director artístico de la instalación, César Martínez.
Veinticuatro calaveras gigantes, de tres metros de altura y dispuestas en dos círculos concéntricos, conforman la propuesta ideada por Martínez, una presentación «conceptual, de arte contemporáneo, pero recurriendo a elementos de la cultura popular y de la artesanía», explica a Efe.
Cada una de las calacas del círculo interior corresponden a un escritor, entre los que se encuentran aquellos recientemente fallecidos o que celebran su centenario, como es el caso de Octavio Paz o Julio Cortázar, explica Ramón Espinoza, uno de los artistas plásticos de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (Faro), encargada de la artesanía.
Todas ellas están hechas a base de una estructura de metal, recubiertas de una «tela de gallinero», forradas de papel de periódico y papel kraft y pintadas a mano.
La calavera del escritor mexicano José Revueltas, negra y con motivos azules y amarillos, mira hacia el Palacio Nacional, recitando desde su interior los versos de poetas como Xavier Villaurrutia.
Muy cerca de ella y orientada en la misma dirección, otra completamente blanca se presenta con la dedicatoria «A la memoria de sus vidas»; un recuerdo, según Martínez, de que en México «la muerte también ha generado un dolor social impresionante».
Mientras, en el lado opuesto de la plancha del Zócalo, se encuentra la del colombiano Gabriel García Márquez, decorada con una gran mariposa monarca; es la que más capta la atención de los visitantes, que se agolpan frente a ella para inmortalizarla con sus cámaras.
Los niños esperan su turno para pintarse la cara como una calavera, y algunos adultos pasean bajo el papel picado de colores que decoran las calles disfrazados de «catrinas», la figura alegórica en forma de esqueleto que evoca a la muerte.
Es solo un aperitivo de lo que se podrá encontrar a los pies del Monumento a la Revolución, donde hoy se intentará batir un récord mundial con la mayor concentración de personas vestidas como este popular personaje.
Los altares, durante estos días, se reparten por cada esquina de la ciudad. A pocos metros del Zócalo capitalino se levanta, en la Casa de la Primera Imprenta de América, una ofrenda dedicada a José Emilio Pacheco.
En sus cuatro escalones reposan unas gafas semejantes a las que el escritor empleaba, así como botellas de tequila y paquetes de cigarrillos, siguiendo el ritual de aportar aquellos productos que el muerto disfrutaba en vida.
Entre las paredes de piedra volcánica del Museo Anahuacalli se rinde homenaje a su fundador, Diego Rivera, a través de un altar tradicional, que viene acompañado por escenas de la vida del artista mexicano: de niño, junto a su segunda mujer, Lupe Marín, y retratando a Dolores Olmedo.
En cada zona de México la disposición de los elementos de las ofrendas varía, aunque en los altares, fruto de la combinación de la tradición prehispánica y española, no pueden faltar elementos como las veladoras, las calaveras, la sal, el agua, el incienso.
Y por supuesto, la flor de cempasúchil, que acorde a la creencia, tiene la cualidad de guiar a los muertos.
Precisamente, el cempasúchil es el eje central de la ofrenda temática que presenta el Museo Panteón de San Fernando, donde sus huéspedes, entre ellos los expresidentes Benito Juárez y Vicente Guerrero, se ven rodeados estos días por el intenso amarillo de estas flores.
«Esta es una fecha para recordar a los familiares difuntos, pero no lamentando, sino dejándolos ir y disfrutar del espacio en el que están», explica a Efe la encargada del área de servicios educativos Museo, Laura Castro.
También se refleja la idea de que «el mexicano juega con la muerte, se hace caricaturas con ella y hay canciones que dicen que la vida no vale nada», añade.
En las artesanías que se venden estos días en los pequeños puestos, las calacas son el motivo omnipresente.
La burla y el juego con la muerte se plasman en los objetos decorativos; ejemplo de ello son las frases humorísticas escritas sobre pequeños huesos, a modo de epitafios. «Imaginen -reza uno de ellos- cómo quedó el otro».