Se subió al avión para volar hacia el amor de su vida
Marco, de apenas 17 años, habría ofrendado su vida por amor, en su intento por volar hacia Estados Unidos, donde estaban su amada y su pequeña bebé de cuatro meses. En el sueño lo acompañó su primo Luis Manuel, de 16 años. Los dos muchachos eran nativos de Cachi, una pequeña parroquia del cantón El Tambo, en la serranía sur del país. Ellos cayeron desde el tren de aterrizaje de un avión de Latam Ecuador, que había hecho escala en Guayaquil luego de llegar de Perú y tenía como destino final Nueva York, muriendo en el acto a las 09:20 del lunes 26 de febrero de 2018.
Lo último que sus familiares supieron de ellos fue que salieron a jugar fútbol el domingo y que llevaban una mochila y 20 dólares. Luego Estrella, hermana de Luis Manuel, vio en la televisión que uno de los cadáveres tenía la camiseta del equipo barrial Huracán, al cual él pertenecía, y supo que los dos habían fallecido. Los familiares comentaban cómo fue que los adolescentes pensaron en llegar, sobre el tren de aterrizaje de un avión, hasta Estados Unidos, a donde hace dos meses había viajado la novia de Marco y su pequeña hija, según expresó Magdalena Shogllo, orientadora vocacional de la Unidad Educativa, donde Marco estudiaba.
“Alguna vez comentó su sueño de viajar al exterior, pero nunca nos imaginábamos que sería de esta manera”, opinó la orientadora vocacional, al precisar que Manuel cursaba el noveno de básica y Marco, el décimo. La adolescente novia de Marco viajó de manera legal, pues sus familiares son residentes y ella tenía una visa otorgada por el consulado norteamericano, agregó Magdalena Shogllo.
Mientras recordaban el suceso, los miembros de la comunidad resistían el intenso frío, de unos dos o tres grados centígrados, sirviéndose unos draques, agua caliente de canela con trago, típico de la zona. En su casa, el llanto y el dolor se mezclaron la noche del martes 27 de febrero con los cánticos ancestrales en su idioma nativo, el kichwa. Era la evocación a la energía de los ancestros y abuelos para que reciban los espíritus frescos de los adolescentes y se conviertan en energía de paz, rito heredado de los cañaris, cultura de la cual provienen los nativos de El Tambo, donde la niebla y el frío son parte de sus vidas.
A las 00:40 del miércoles 28 de febrero, los féretros con los cuerpos de los adolescentes llegaron hasta la vivienda de uno de los tíos de los muchachos para el velatorio. En ese momento afloró la intimidad de la comunidad, ya que hablaban en kichwa y entre sollozos se acompañaban en su dolor. De pronto se acercaron hasta los forasteros y ajenos a la comunidad para pedirles que se retiraran. Los ritos fueron dirigidos por Segundo, el padre de Manuel.






