Espartaco inspiró a Bélgica y Europa domina
Los 12 estadios de Rusia 2018 son espléndidos, como la mayoría de las instalaciones afectadas al Mundial. El Spartak Stadium es uno de los dos coliseos de Moscú en que se juega la Copa (el otro es el Luzhniki). Una preciosura con 45.360 asientos, todos cubiertos. Está enclavado en un amplísimo terreno con áreas verdes y vastas playas de estacionamiento. Porque los rusos son conscientes de tener el país más grande la tierra y todo lo han hecho con espaciosidad, “a lo que dé”. El Metro lo deja a uno frente a la entrada del monumental escenario. Hay que bajarse en la estación Spartak de la línea 7, color lila del subterráneo moscovita, la más transitada de todo el sistema con 1.370.200 pasajeros diarios. Lo que impacta, apenas aproximarse al estadio, que luce los colores rojo y blanco del FC Spartak, es una gigantesca escultura de Espartaco, el héroe tracio del que toma el nombre el club de fútbol más popular de Rusia.
El Spartak es el único club de la entonces Unión Soviética que no estaba tutelado por ningún organismo del estado ni por sindicatos ni por el Partido Comunista. Era en cierto modo un símbolo de libertad, de la rebeldía dentro del opresivo régimen. Por ello se ganó la simpatía de muchos y se convirtió en el Naródnaya komanda (El equipo del pueblo). Y en 1935, su fundador Nikolái Stárostin propuso renombrarlo como FC Spartak en honor al líder de los esclavos romanos, el primero en rebelarse contra Roma, como un paradigma en la lucha por la libertad.
La escultura de Espartaco, de 25 metros de altura, domina todo el frente del estadio. Está el gladiador con su escudo pisando un gran esférico, que es el mundo y la pelota al mismo tiempo. Ejerce un poderoso magnetismo, miles de hinchas se toman una foto al pie de la impresionante estatua. El club, que era un nido de resistencia en tiempos de Stalin, es ahora propiedad de uno de los nuevos megamillonarios rusos postsoviéticos: Leonid Fedun, magnate petrolero.
Asistimos en el Spartak al tercero de los cinco partidos que albergará. Bélgica presentó sus credenciales de aspirante grande: goleó 5-2 a Túnez con llamativa facilidad. Que pudieron ser ocho o nueve de no mediar el infortunio de Michy Batshuayi, a quien en un puñado de minutos se le presentaron cinco o seis situaciones de gol de esas increíblemente propicias. El travesaño y un zaguero tunecino le sacaron dos goles, otras se le fueron por centímetros. Batsuhayi había entrado por Lukaku, quien alcanzó a Cristiano Ronaldo en el tope de la tabla de artilleros.
Es, hasta ahora, el partido con más goles del Mundial, torneo que tiene la peculiaridad de registrar anotaciones en los 29 encuentros disputados hasta hoy. Todos los hinchas que fueron a los estadios han visto al menos un gol. Justamente Bélgica es el equipo con más poder de fuego: 8 goles en dos juegos. Cuando se puso 4 a 1, su técnico, el español Roberto Martínez sacó inmediatamente a sus tres mejores valores y artífices ofensivos: Romelu Lukaku, Eden Hazard y Dries Mertens, el puntero derecho del Napoli. Los tres, sumados a las apariciones sorpresivas de De Bruyne y las subidas por derecha de Meunier representan un arsenal ofensivo importante.
Como Croacia, Portugal, España, Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra, incluso Suecia y la misma Rusia, Bélgica impone respeto y genera la sensación de que, en esta ocasión, Europa está muy por encima de Sudamérica. La mayoría de los europeos lucen bien estructurados tácticamente, están fuertes, incluso destacan por encima de todos en lo técnico, poseen excelentes entrenadores y se los ve con mucha confianza. Hasta en las individualidades, que era un rubro siempre liderado por sudamericanos, está monopolizado por las estrellas del Viejo Continente. Cristiano Ronaldo, Modric, Rakitic, Hazard, Lukaku, Harry Kane, Griezmann, Shaqiri, Kroos, los cracks de allá brillan. Los de acá pasaron hasta ahora casi inadvertidos. Uruguay ganó dos partidos, de manera tan gris que no se puede rescatar una figura. De Brasil sobresalió un poco Coutinho; de Colombia y Perú nadie. Y de Argentina mejor no hablar.
En el juego hay un correlato: Uruguay sumó dos victorias por 1 a 0, posiblemente frente a los dos equipos más flojos del torneo: Egipto y Arabia Saudita. Estéticamente fue un dolor de ojos la Celeste. Brasil necesitó 91 minutos para anotarle un gol a Costa Rica. Perú cayó en los dos juegos sin anotar. Colombia sucumbió apenas ante el orden de Japón. Y Argentina, hasta hoy, ha sido un equipo penoso, sin ideas, sin rumbo. Una estadística habla de pobreza franciscana: entre los cinco sudamericanos marcaron 7 goles en nueve cotejos a una media de 0,78, o sea ni un gol por partido…
Europa domina en todo y es el cuarto Mundial que podría llevarse consecutivo: 2006 Italia, 2010 España, 2014 Alemania. Las distancias abismales a nivel de club hasta ahora no existían entre selecciones, pero comienza a verse una grieta también en este ámbito. En Brasil está, por lo visto a la fecha, sacar la cara por el continente. Otro dato que pinta la actualidad sudamericana: hasta México está mostrando un fútbol sólido, que gusta e impresiona más que los del sur de América. Recién van 29 de los 64 partidos (45%), sin embargo es difícil que la tendencia dé un vuelco fundamental.
Estamos viendo un fútbol muy atractivo, veloz, de ataque, con goles, partidos de alto voltaje emotivo, algunos excelentes como Rusia 5 – Arabia Saudita 0, Portugal 3 – España 3, México 1- Alemania 0, Suiza 2 – Serbia 1, Alemania 2 – Suecia 1. En ninguno estaba un sudamericano.
A propósito de Alemania, pudo haber protagonizado el insólito caso de que, siendo el campeón y uno de los tres favoritos, quedara eliminado en la segunda jornada. Incluso iba perdiendo con Suecia sin jugar bien y parecía que ocurriría. Sobre el final quedó con diez por expulsión de Boateng, pero aparece siempre la Alemania guerrera e indomable. En el minuto 95, un precioso remate de Toni Kroos a la salida de un tiro libre le dio el triunfo frente a una Suecia ponderable, combativa, que le dio una batalla fenomenal, dignísima. Y reflotó. Y ahora sólo le queda vencer a Corea del Sur para alcanzar los octavos. Nunca está muerta Alemania, siempre tiene pulso. (O)