Lágrimas de Dilma

“Cuando el dolor se parece a un país, se parece a mi país”

Juan Gelman.

El país que fue será. 2004

En días cuando se recuerda que los derechos humanos son de obligatorio cumplimiento internacional que no prescriben pues no dependen de partidos ni de regímenes políticos, la presidenta de Brasil, una extraña vecina que poco se manifiesta cuando este país pasa por quince años de su continua violación proyectada desde Miraflores a todos los ámbitos nacionales y personales, llora a moco tendido y por supuesto público, al recordar las torturas que ella y su familia padecieron bajo regímenes militares.

De ahora en adelante usaré la frase que da título a esta nota para significar la insensible y oportunista conducta de otros presidentes electos, muy del Unasur chavista como la del de Bolivia con su muy capitalista comunismo, o esa nada transparente trayectoria de la mandamás argentina y la del nicaragüense de tan oscura biografía pero clara avaricia petrolera, cuando se reúnen alegres en un multimillonario palacio ecuatoriano que algún día llevará otros nombres más ceñidos al quehacer democrático. Y donde sí se respetará la legislación derivada de la Carta Interamericana hoy el olvido, por cierto de inspiración venezolana.

Se supone que cuando por nuestra sangre individual corren huellas imborrables como las que provienen de persecución, cárcel, maltrato, amenaza, discriminación, matanzas encubiertas como accidentes, en fin, de cualquier método represivo oficialista destinado a criminalizar y anular al disidente, se supone, repito, que esa herida abierta nunca sana del todo, cumple una función ejemplarizante, sincera, de auténtica solidaridad, ahora tantas veces con lágrimas de cocodrilo como éstas pero muy pocas las que se transforman abiertamente en ríos y mares abiertos para albergar a esas víctimas. O en voces directas, honestas, humanizantes, que al margen de cualquier oportunidad mercantilista, denuncian el terrorismo ejercido por dictaduras del terror. Y cada día más pronunciado, como es el caso nuestro, con miles de presos y torturados desde febrero pasado, la mayoría libres a medias, con mordaza roja. Otros nuevos, recientes, bajo botas de guardias bien remunerados.

Dilma, Cristina, Evo, Daniel, Rafael, y otros más neutros, tengan la seguridad de que Venezuela sí los defenderá cuando sus héroes, la sombre del Che, los hermanos Castro y sus equivalentes de la órbita neosoviética los releguen y persigan pues ya no estarán en primer plano y les convenga denigrar de su desempeño, entonces les diremos: “Pasen adelante”.

Sí, porque Venezuela es plural, libertaria y cuando quiere llorar porque siente dolor, entonces se derrama, de verdad verdad.