¿Cuáles fueron los mundiales y campeones brillantes…?

La Plaza de la Revolución y la Plaza Roja aún bullían con bastantes extranjeros este lunes postmundial, aunque ya están descongestionadas. Los souvenirs se vendían a mitad de precio, por eso los sabios mundialistas aconsejan comprar el último día. La persiana de Rusia 2018 cerró para siempre: desde ayer es parte de la historia. Ahora el horizonte es Qatar 2022. Desde hoy faltan 1.589 días. Le preguntaron a un hincha ecuatoriano que fue a 12 Mundiales y era un hombre de modesta condición cómo hacía para afrontar semejante gasto y respondió: “Desde el día siguiente que termina un Mundial hasta comenzar el otro, ahorro cuatro dólares diarios. Con eso voy”. Una fórmula simple y notable a la vez. Cuatro dólares por 1.889 días da 7.556. Sí, con eso se llega a Qatar sin problema. Pero hay que tener disciplina y no tocarlos. ¿Cómo será esa Copa…? Nadie puede siquiera imaginarlo; la novedad total.

Casi no había terminado la premiación cuando ya estaba instalado el debate, que pronto será polémica: ¿Es Francia un campeón menor, un equipo vulgar especulativo, rocoso, mezquino, contragolpeador y suertudo…? Así lo ha tildado mucha prensa, mucho analista. “Ganó con el 39% de posesión”, agrega la crítica dura. “Francia entierra el tiqui-taca”, titula As. El tiqui-taca organizó su propio velorio el día que España hizo 1.174 inocuos frente a Rusia. Hasta los jugadores rusos bostezaban.

“Las ideas no se matan”, decía Sarmiento, y las opiniones hay que respetarlas. Modestamente, creemos que fue un excelente Mundial. No hubo un equipo sensación; pudo serlo Bélgica si alcanzaba la final. O si coronaba. Francia puede gustar o no, va en cada uno, pero de 7 partidos ganó 6; el que empató con Dinamarca ni se cuenta, fue un pacto de no agresión pues ambos estaban clasificados. Le tocó Argentina, que había despertado ante Nigeria; le hizo cuatro. Luego, Uruguay, el cuco; le ganó caminando en su partido más plácido de toda la Copa. El siguiente: la temible Bélgica, que llegaba de eliminar a Brasil; la despachó. Y en la final hizo otros cuatro a Croacia. Tuvo un promedio de 2 goles por juego. Los números no explican todo, pero algo indican. Fue un equipo demasiado inteligente y con carácter para la juventud que lo integra. Llamativo. Mantuvo el control de sus siete enfrentamientos. Mostró una defensa espectacularmente aplicada. Lo de rocoso no le va: Francia no pegó una patada en todo el torneo, no raspó. Varane y Umtiti son anticipadores limpísimos. Kanté es un medio que quita casi sin rozar al rival. Los demás son de juego.

Práctico, sí. Escaneaba al rival, procesaba el partido y actuaba en consecuencia. No fue brillante, eso no. Y tampoco generoso. No intentó una gota más de lo necesario. Pero terminó siendo superior a todos sus rivales. Y les cobró a precio de oro cada una de sus equivocaciones. Fue un colectivo, todos al servicio del equipo. Y le sobraron individualidades: Griezmann, Mbappé, Kanté, Pogba, Varane, Umtiti, Pavard, Lloris, Lucas Hernández. Cada uno apareció cuando debía en el partido. Dispuso de un talentoso director de orquesta: Griezmann (que pudo ser el Balón de Oro). O sea, juntó muchos argumentos para declararlo un campeón implacable.

Hacía 52 años que no se daba una final con seis goles. No es poco. Y es muy superior a aquellos seis de Inglaterra 4 – Alemania 2, porque entonces el fútbol era más lento y posicional, se marcaba menos, no existía el concepto de presión, había grandes espacios, se dejaba pensar, las tácticas defensivas no estaban tan desarrolladas, los arqueros salían poco del arco (y no eran del tipo Courtois o Keylor Navas). En suma: era mucho menos complicado meter goles. Hoy, el grado de oposición es altísimo, así se juegue frente a Marruecos. Todos tienen mucha información del rival, alta preparación, se han reducido los espacios y los tiempos de ejecución y han aumentado la presión y la velocidad, todo lo cual quita precisión y complica la maniobra. De modo que el marco actual es muy superior al de 1966, por ejemplo. También el lucimiento se complica.

En un campeonato de 38 fechas, se le puede exigir a un equipo con grandes intérpretes que juegue bien, ha estado practicando todo el año, pero un Mundial son siete partidos, se viene a ganarlo. Y si no se actúa con inteligencia, se pierde.

Mucha gente idealiza los Mundiales, les pone la vara muy alta en cuanto al producto. Piensa que, al estar los mejores futbolistas y las mejores selecciones del momento, debe ser el gran espectáculo. No es así. Son la máxima caja de resonancia, pero no la mejor expresión futbolística (hubo muchos decididamente feos). Se juntan 23 jugadores que provienen de clubes y hasta de países distintos, con un técnico que no es el que tienen diariamente en sus clubes, con otro sistema, otra personalidad, distinta forma de trabajo. Y al no disponer del mismo tiempo de ensayo que los clubes, las selecciones casi nunca alcanzan la armonía de los equipos, que sí tienen a los futbolistas entrenando juntos todo el año. Armonía es sintonía, ensamble, entendimiento, cerrar los ojos y saber que tal compañero está allá, que el otro va a picar, que fulano va a ir a buscar el centro… Es difícil lograrlo en veinte días de entrenamiento y unos poquitos partidos.

El técnico que logra amalgamar una defensa firme y un ataque oportuno más una buena convivencia, ya tiene abiertas las puertas de la final.

Este cronista ha asistido a diez Mundiales; y vio 14 en total desde la niñez. Salvo el de 1970, no hubo brillantez en ninguno. La final de 1974 enfrentó a las dos superpotencias del momento, la revolucionaria Holanda de Cruyff, Neeskens, Rep, Krol, Van Hanegem, Rensenbrink y la maciza Alemania de Beckenbauer, Müller, Breitner, Overath, Holzenbein, Hoeness, Bonhoff… Ganó Alemania 2 a 1. Fue una final tensa, sí, pero áspera, gris, ni los goles la salvaron. Menotti fue siempre una bandera del fútbol ofensivo y exquisito. Su Argentina de 1978 tal vez comenzó la Copa con esa intención, pero nunca la plasmó; terminó guapeando, conquistando el título a punta de coraje. Italia ’82, Argentina ’86, Alemania ’90, Brasil ’94… Sobran ejemplos de campeones que no alcanzaron el brillo. Italia 2006 es menos que un recuerdo, una estadística. ¿España 2010 brilló…? Hizo 8 goles en 7 cotejos. Casi lo elimina Paraguay… Ganó los cuatro partidos eliminatorios por 1 a 0, sudando tinta. Su valor más alto fue David Villa, Balón de Bronce, algo que casi nadie recuerda. Intentaba jugar prolijo, sí. ¿Lo consiguió? Alemania 2014 tampoco es un hito inolvidable… Claro que nos encanta ver gran fútbol, pero ¿cuáles fueron los Mundiales y campeones brillantes…?

Todos son exigentes cuando gana el otro. (O)