La Pacha, ‘abogada-bailarina’ por convicción y vocación
La Pacha, ‘abogada-bailarina’ por convicción y vocación
Se considera como esos jóvenes a la antigua que aman la música de los 80, las conversaciones en la madrugada o simplemente realizar una caminata por la naturaleza con 25 centavos en los bolsillos con tal de ser feliz, pero lo que prefiere es la danza folclórica, que es su carta de presentación.
Cinthia Stephanie Reyes Jiménez, conocida como La Pacha, llegó hace 25 años a Guayaquil a los pocos meses de haber nacido en su natal Loja.
Sobre su apelativo, señala que es “mi máxima representación de mi tierra, de donde somos todos nosotros. Me lo pusieron en el grupo de danza donde pertenezco: la Pacha-mama (Madre tierra), porque aparte de mis raíces, de mi acento, el modo peculiar de vestir y de ser, dicen que soy como la madre tierra que me preocupo por todos los detalles y todo lo que me rodea”.
Siempre con una sonrisa en su rostro, Cinthia asegura que uno de sus proyectos es vivir en la Sierra. “Amo mi sierra ecuatoriana. Loja, Ambato y Quito son las ciudades donde un espíritu alegre pudiera vivir. El calor de la gente no lo encuentras en cualquier país, en sí de todo mi país”.
Sus inicios en la danza fueron desde pequeña. “Cuando llegaba de la escuela, al terminar mis deberes, mi madre consideró que aún sobraban horas para culminar el día y podía ser útil en la sociedad. Fue ahí que me matriculó en la Casa de la Cultura del Guayas, en la Unidad de Danza Esperanza Cruz, donde aprendí a estudiar danza con grandes maestros como Patricia Moreno, Piero Jaramillo, Yelena Marich, Fernando Rodríguez, Omar Aguirre, entre otros”, asevera.
“Fue ahí donde la conocí (a la danza), la forjé, es parte de mi vida y ahora yo no la puedo dejar a ella”, asevera.
En la actualidad está enfocada en culminar sus estudios en leyes y el servicio diario de impartir clases a personas privadas de libertad. Los fines de semana se dedica a la danza y dar talleres en Guayaquil, Quito, Ambato o en cualquier lugar del país. “Tengo la gran pasión de recorrer todo mi país, y fuera de él, sobre todo los lugares donde me permitirá conocer más de mis raíces o de la misma humanidad y dejar un granito de esencia de lo que representa Ecuador”.
En el centro de reclusión es promotora cultural y enseña artes escénicas, plásticas, logística, gestión cultural, entre otros. “El proyecto más importante de cada día es crear conciencia en el ser humano sobre la nueva oportunidad que le brinda la vida para rehabilitarse en sus errores cometidos a través de la óptica artística”, dice.
“Cuando descubres que puedes vivir del arte, de la danza, del movimiento, descubres que tu rol se ha cumplido en esta vida. No he encontrado nada, ni nadie que se asemeje a la gran dimensión que sientes al subirte a un escenario, y siempre repetir con orgullo “esto soy, aquí nací, y aquí moriré”.
Música y danza
Prefiere la danza porque “tiene una dimensión sublime donde puedes transmitir por entero y entregar por entero no solo a medias… sin contar que la música va de la mano con la danza”.
“Mi motor debe ser ese: enseñar con ejemplo y con todos mis conocimientos. Servir para un mundo mejor con ejemplo y palabra. Y lógicamente en el centro donde trabajo: rehabilitar”.
En sus tiempos libres se dedica a escribir poesía y planea, una vez terminado sus estudios universitarios, recopilar todas sus notas y presentar un libro. También le gustaría tener su propia compañía de danza folclórica.
“Enseñar es una bella profesión, sin embargo, creo que jamás dejaría de bailar y seguir aprendiendo, no puedo, porque hay muchos artistas que ahora solo se dedican a enseñar… pero no a bailar”.