La fatwa roja

1. El brutal despido de la caricaturista Rayma del periódico El Universal, a raíz de una fina y lúcida interpretación del genocidio sanitario que padecemos los venezolanos, sintetizada en la intervención de la firma roja del fallecido comandante galáctico, cuya obscena omnipresencia nos atosiga, me hizo pensar en La broma de Milan Kundera. Recuerdo vagamente la anécdota de la novela que, si bien es una historia de amor, la tengo siempre presente como una lúcida y penetrante indagación sobre la perversidad de los regímenes totalitarios. Una íntima e inocua broma que Ludvik, protagonista de la historia, dirige a su novia Marketa termina en manos de unos “patriotas cooperantes” y desencadena su calvario. Calificado como traidor anticomunista es expulsado del partido, de la facultad y termina confinado en un campamento de trabajos forzados. Una broma, mal interpretada por un régimen que ha perdido toda gracia, es la causa de una tragedia personal. La firma que Rayma interpreta aparece de forma impúdica y violatoria de la ley contra la corrupción, en cuanta obra pública se realiza, la hemos visto incluso en los edificios recién pintados de la urbanización Pinto Salinas, que no fueron construidos bajo la administración del teniente coronel Chávez y, para colmo de extravagancia, tatuada en algunos glúteos y “pechugas” de militantes rojas. Sin embargo, el régimen, hipersensible a toda crítica o acción reflexiva, mueve sus tentáculos y acaba con un desempeño profesional, altamente valorado, de casi dos décadas, de fino humor y notable sintonía con la vida política, económica, social de los venezolanos.

2. Ahora el brutal despido del caricaturista Weil del diario Últimas Noticias, por un material de libérrima creación producido con mucha antelación a unos eventos reales que el régimen se precipita a asociar, me ha hecho pensar, en Los versos satánicos de Salman Rushdie, obra por la que fue sentenciado a muerte por el ayatolá Jomeini, quien condenó pasajes de la novela, episodios ficcionalizados inspirados en hechos reales, que el ayatolá identifica en el texto sagrado islámico.

3. También pensaba en estos días en 1984, de George Orwell, a partir de una entrevista con un periodista de este diario que me consultaba sobre un momento acorde con la realidad mediática que vivimos (padecemos) los venezolanos. Respondía a este comunicador que entre las nuevas modalidades del cerco rojo a la libertad de expresión había que agregar al largo inventario de la institucionalidad legal represiva, de la burda discrecionalidad de Conatel y del Seniat, de las acciones judiciales, de la agresión física directa, de las limitaciones en el acceso a las fuentes, de la concentración de medios en manos del Estado y las abusivas cadenas, del desacato a la jurisdicción internacional, habría que agregar el incremento de la autocensura, las limitaciones para adquisición de papel de medios impresos y, particularmente, la adquisición, por presuntos testaferros del régimen, de medios de gran importancia por las características de sus audiencias.

4. Pensando uno y lo otro, finalmente, lo que todavía no deja no solo de sorprenderme sino de alarmarme, son las acciones legales que se anuncian contra el diputado Berrizbeitia por una frase diáfanamente comprensible en el contexto de su intervención, en una sesión plenaria de la Asamblea Nacional.

Si en La broma de Kundera transitábamos el mundo de la ficción, lo ocurrido con Rayma y Weil nos confronta con la dura realidad. Las denuncias sobre amenazas de muerte del diputado Berrizbeitia tras ser vinculado con el asesinato de un diputado oficialista nos coloca en el sendero de la fatwa roja.