Incertidumbre laboral en mayores de 60 años por confinamiento
Hace dos semanas le notificaron que estaba despedida. «Es injusto, fueron diez años de trabajo, pero ya qué más da», dice resignada María, una de los 66 000 ecuatorianos que, según el Ministerio de Trabajo, han sido desvinculados de sus empleos durante esta epidemia.
Hasta mediados de marzo trabajó con normalidad, en una compañía de comunicación. En teletrabajo estuvo una semana, antes de empezar la suspensión laboral. «No imaginé que perdería mi puesto, solo espero que la liquidación me alcance para pagar unas deudas y subsistir hasta que encuentre otro trabajo», lamenta la periodista que vive en casa de su padre, jubilado, con su hijo, universitario, y sus dos hermanos mayores, quienes desde que empezó el confinamiento no han recibido sus sueldos.
«Estamos viviendo prácticamente de la pensión de nuestro papá», comenta María, quien este año cumple 60, y cuyos hermanos Luis, de 65, y Laura, de 63, tienen un destino laboral incierto. Él era mensajero de una empresa de publicidad, y ella, camarera de un hotel.
Ambos, parte de la población vulnerable que por disposición presidencial debe continuar en aislamiento en casa, esperan que esta «pesadilla» pase pronto para recuperar sus empleos. Temen perderlos. «Ganamos menos del sueldo básico, pero algo es algo», dice Laura.
De los 17 millones de ecuatorianos, el 8% -1.4 millones- tiene entre 60 y 74 años, de acuerdo a la proyección poblacional del INEC de este año. El 54,6% se concentra en tres provincias: Guayas, con 365 980; Pichincha, 274 300; y Manabí, 129 279. Pero no todos trabajan o están en condiciones de hacerlo.
Ocho millones forman parte de la población económicamente activa en el país, según cifras del Inec de diciembre pasado. De este grupo, el 8% tiene más de 65 años. No hay un rango de 60 a 64 años; el Inec los agrupa entre los de 45 y 64.
El 3,5% de los adultos mayores tiene un ‘empleo adecuado pleno’, que labora 40 horas o más y recibe un salario mínimo o más. Ese es el caso de Bernardo, 67 años, quien labora como tornero en una empresa de metalmecánica.
El 18 de marzo fue el último día que laboró hasta las 17:00, pese a la medida de confinamiento. Un grupo de policías hizo cerrar el local. «Nos pidieron salir, se quedaron hasta que pusieron el candado a las puertas. La jefa nos dijo que estemos pendientes de las noticias y que hasta eso, nos descontarían las vacaciones pendientes», comenta el mecánico que cumplió su tiempo de «descanso obligatorio» el 18 de abril.
De ahí, afirma, se les ha cancelado el sueldo sin horas extras, lo que ha mermado sus ingresos. «Mi sueldo básico es $450, pero con horas extras recibía $700. Ahora, por los descuentos del seguro y un préstamo, recibo menos de 300. No me alcanza», dice preocupado el hombre que sostiene a los siete integrantes de su familia.
«Ya quiero trabajar», repite desesperado el adulto mayor, al que solo le han comentado que cuando los llamen a trabajar deberán devolver lo recibido con jornadas completas los sábados y horas extras entre semana.
José, de 61, también está impaciente, quiere tomar sus herramientas para trabajar en tareas de construcción, aunque está consciente de los peligros a los que se expone al laborar en la vía pública. «En unos 5 metros cuadrados trabajamos hasta cinco personas. No hay mucha distancia, pero si todos están sanos y tenemos las medidas de seguridad, podemos trabajar», refiere.
La semana del 4 de mayo se activaron 100 proyectos inmobiliarios a nivel nacional con unos 8500 trabajadores de la construcción. La reactivación de este sector será paulatina, lo que mantiene a José pendiente de su celular, a la espera de la llamada de su compañía.
Apenas el 30% del sector empresarial está operativo, pero no al 100%. Hay pérdidas en ventas y exportaciones de $ 350 millones, según la evaluación del Comité Empresarial Ecuatoriano ante varios medios.
«La situación está difícil, pero hemos podido pagar los sueldos al personal y a los contratistas», asegura Jaime Taboada, gerente de Amagua, quien sostiene que normalmente recaudaban entre el 85% y 90% de lo facturado, pero actualmente llegan al 55%.
Agrega que de los 84 empleados directos de la firma, dos tienen más de 60 años y están en suspensión laboral. Ellos, que se encargaban de tareas de agua potable y alcantarillado, entrarán cuando puedan hacerlo y -asegura- con todas las seguridades: «No tendrán contacto con mucha gente, solo con personal nuestro y a todos se los controlará con pruebas rápidas y cumpliendo los protocolos de seguridad».
El administrador de una distribuidora de artículos varios afirma que los pocos empleados mayores de 60 posiblemente sean jubilados. «Como no pueden regresar al trabajo presencial, unos están con teletrabajo, pero algunos no están acostumbrados a usar medios tecnológicos o su trabajo no puede hacerse digitalmente, como los choferes», sostiene.
Hay empresas, como una comercializadora de vehículos, que les han reducido el sueldo al 50% de sus trabajadores; mientras otras liquidan -en su mayoría- a los adultos mayores. Pero para ellos la edad no es impedimento. «La persona puede tener 65, 70 años, el que sabe trabajar bien lo hace bien», sostiene José, empleado de una constructora.
Inés Bautista, psicóloga y directora de los Centros Gerontológicos Municipales de Guayaquil, refiere que la falta de oportunidades en el ámbito laboral se da por estereotipos errados de que la edad es sinónimo de limitación. «No es un tema de edad, está basado en la voluntad de seguir viviendo, porque aún están llenos de vida, de sueños, con deseos de seguir aprendiendo y aportando al país». Algunos, como empleados, jefes, directivos de empresas, mientras otros con microemprendimientos para subsistir.
«La falta de ingresos, la debilidad de los sistemas de pensiones, la no accesibilidad a una jubilación puede obligarlos a seguir trabajando, siendo una necesidad», apunta Bautista y añade que en medio de esta crisis, los adultos mayores deben reintegrarse a sus trabajos, pero de una manera segura, sin poner en riesgo su salud y al estar psicológicamente capacitados para salir nuevamente.
Este Diario solicitó una entrevista sobre este tema al Ministerio de Trabajo el 7 de mayo, pero no la concedió. A cambio, contestó por correo que los grupos vulnerables deben acogerse al teletrabajo y, si no se puede aplicar, las empresas podrán dar la suspensión emergente con todos los derechos, lo cual no han cumplido los empleadores de los hermanos Luis y Laura.
Con ‘subempleo’, con menos de 40 horas laborables y un sueldo menor de una remuneración básica, está el 4,5% de esta población. En ese grupo está Joaquín Morales, chofer que de 65 años que perdió su trabajo en abril y que hoy se dedica a vender frutas y legumbres en su camioneta, recorriendo las calles del norte de la ciudad.
«La necesidad nos hace buscar el pan, ahora para nuestros nietos que quedaron huérfanos», cuenta este guayaquileño que en esta epidemia perdió a un hijo.
Mientras que el 16,6% tiene ‘otro empleo pleno’, aquellos que laboran más o menos de una jornada completa, con menos de una remuneración básica y sin disponibilidad de trabajar más horas.
Menos del 1%, de los adultos mayores, estaba desempleado hasta diciembre. Pero con la crisis sanitaria, esta cifra está en aumento, por las pérdidas en el sector empresarial.
Roberto Gómez Mera, experto laboral y exministro de Trabajo, refiere que hay empresas que han usado las figuras de ‘fuerza mayor’ o ‘caso fortuito’, del Código de Trabajo, para dar por terminado los contratos. «El código no ha previsto esta situación (por la epidemia), no lo pueden aplicar», sostiene el especialista, quien agrega que se debe presentar un proyecto de ley emergente para que se aplique por lo menos un año o dos años con acciones flexibles.
El Gobierno envió a la Asamblea, a mediados de abril, tres reformas laborales en el proyecto de Ley de Apoyo Humanitario: la creación de un nuevo contrato especial, la reducción excepcional de la jornada y la administración de las vacaciones, pero aún no se aprueban.
El exministro agrega que quienes se sientan afectados por pagos injustos de liquidaciones pueden iniciar juicios laborales, aunque podrían tardar hasta en cinco años para resolver estos casos, porque debe pasar por varias instancias. (I)
Adultos mayores deben mantener vida activa
En esta época de confinamiento que deben mantener los mayores de 60 años, por ser vulnerables al COVID19, se recomienda diversas actividades para mantenerse activos en casa.
Inés Bautista, psicóloga y directora de los Centros Gerontológicos Municipales, refiere que hay ejercicios mentales y físicos, talleres de gimnasia, de desarrollo psicosocial y ocupacional que continúan realizando los 1700 adultos mayores, en sus casas. Se les hace, asegura, el seguimiento de estas actividades por videollamadas.
Emma Barrezueta, de 77 años, hace pulseras, collares y aretes de bisutería, que vende a través de sus redes sociales. «Hago mis travesuras, me quedan lindo», dice en un video, al mostrar los cojines, mascarillas y otras manualidades. También, comenta, juega solitaro y escucha música.
Maritza, otra adulta mayor, hace cada día actividades diferentes: «Estoy aprendiendo a tocar la guitarra, a pintar y un poco de inglés. También me gusta cantar».
Mientras Elsa y Antonio hacen una hora de ejercicios y bailoterapia. También les gusta leer la Biblia todas las mañanas y meditar en las noches. «Hay que oxigenar la mente y el espíritu», dice Antonio.
Bautista, directora de los centros, asegura que de manera diaria se difunden rutinas de gerontogimnasia, ejercicios de estimulación cognitiva, consejos de salud y actividades recreativas para el bienestar emocional del adulto mayor y su familia. Además, estos centros ofrecen apoyo psicológico a quienes lo necesiten al 3727830. (I)