Gerry Weil: El barman catire toca piano

“¿Viena? Tengo más de 40 años que no voy, pero he visto fotos. Volví una vez, cuando tenía ocho años viviendo aquí, y me pareció demasiado formal”.

Gerhard Weilheim —conocido en este lado del charco como el pianista y compositor Gerry Weil— nació en la capital austríaca y fue criado por su abuela. Allá estudió un año de piano, aunque en el conservatorio de Viena aseguraran que no tenía aptitudes para la música. Años después se tituló como pastelero. “Me gradué con honores y más nunca hice una torta”.

Llegó a Venezuela a los 17 años tras un viaje en barco que aún le revuelve el estómago. La abuela, sin saber qué hacer con un adolescente rebelde, lo mandó a vivir con su madre, casada con un italiano establecido aquí. “Antes de venir, mi vida era como en blanco y negro, porque mis primeros años los viví en medio de guerra, bombas, tiros. Cuando llegué aquí, todo se convirtió en technicolor. Mar, palmeras, sol… Me adapté rapidísimo. Me gustó la informalidad, la chispa, la improvisación, las posibilidades de hacer lo que tú quisieras. Nunca me he acostumbrado a la impuntualidad; a todo lo demás sí”.

Tras desempeñarse como supervisor de personal en una cantera de piedra, y luego como portero y barman en el club Puerto Azul, comenzó a tocar el piano en dos restaurantes, hasta que un profesor italiano se ofreció a terminar de enseñarle gratis. Así empezó una fructífera carrera que lo llevó a fusionar el jazz con géneros venezolanos y que le valió en 2006 el Premio Nacional de Cultura, mención Música.

Weil tiene dos hijos y dos nietas. Reside con su esposa en Sabana Grande. “Antes viví en Jají (Mérida) por once años, pero me devolví porque necesitaba el de-sorden”. Confiesa que le aburre que sus conocidos le pregunten por qué no regresa a Viena. “¿Quién, yo? Ni de vaina. Allá no hay playa”, dice divertido. “Este es un gran país. A pesar de que el venezolano se ha vuelto un poco descortés, creo que todavía estamos a tiempo de cambiar . La historia lo endereza todo. Si no lo creyera no seguiría aquí”.

«No vivo pensando en los peligros de la calle, sino en componer, enseñar, comer sabroso, ver el mar. La felicidad no está fuera de uno, sino adentro”