Funerales para mascotas en Quito Una forma de decir adiós y sanar
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Cada vez más familias en Quito y Cuenca despiden a sus mascotas con rituales y cremaciones que ayudan a procesar el duelo.
Rachel Chirinos aún recuerda cuando Lucía, su gatita rescatada, murió en sus brazos. Planeó llevarla al veterinario para dormirla al día siguiente, pero no alcanzó. “Fue una de las experiencias más tristes que he vivido”. La despidió con un servicio funerario y contrató la cremación. “Ella merecía una despedida digna y en su honor la funeraria me obsequio un bonsái con sus cenizas, para que siempre nos acompañe en nuestro hogar”.
El gesto íntimo -plantar, guardar, agradecer- encierra una tendencia que crece: cada vez más personas en Ecuador despiden a sus animales con ceremonias simbólicas, cremaciones y rituales. Lo que antes se hacía en silencio o en un jardín improvisado, hoy se transforma en servicios formales, acompañamiento psicológico y espacios públicos diseñados para procesar el duelo.
Aunque todavía hay visiones contrapuestas: unos ven como una exageración tratar la pérdida de un animal como la de un ser humano, otros defienden que el dolor por una mascota es real, profundo y merece respeto. En esa tensión se abre una conversación que toca lo íntimo y lo colectivo: ¿Hasta qué punto un funeral para una mascota es una exageración o una necesidad humana?
¿Por qué la despedida de una mascota importa?
Este domingo que se celebra el Día de los Difuntos, los ecuatorianos recuerdan a sus seres queridos. Pero también emerge otro tipo de homenaje: los funerales para mascotas. Hablar de este fenómeno no es casual. La manera en que ahora se despide a los animales revela una transformación: hay un mayor reconocimiento de que los vínculos afectivos con ellos son parte de la vida. También plantea la importancia sobre la salud emocional, la empatía y el sentido de comunidad. Ahora hay más personas que viven solas y los animales son su familia.
Crematorios de mascotas en Quito y Cuenca
En Quito existen crematorios particulares autorizados que cuentan con licencia ambiental, pero también operan negocios clandestinos. La oferta de empresas formales es variada: cremaciones individuales, retiro a domicilio, entrega de cenizas con certificado y opciones simbólicas como urnas artesanales, árboles, macetas o piezas artísticas. Los precios de la cremación varían según el peso del animal: entre 100 y cerca de 300 dólares.
En Cuenca, la Empresa Municipal de Cementerios (Emuce) ofrece el servicio de cremación de 100 dólares para mascotas de hasta 10 kg, con un recargo de cuatro dólares por kilo adicional. Y se prepara para inaugurar su cementerio público para mascotas, en diciembre de 2025.
El Cementerio Patrimonial de Cuenca contará con 163 nichos para cenizas, personalizables con nombres, fechas y fotografías. La cremación será un requisito para acceder al memorial. El costo de cada nicho será fijado en los próximos días por el directorio de Emuce, pero será a perpetuidad y podrá ser reutilizado. Es decir, los tutores podrán colocar las cenizas de más de una mascota.
La demanda de estos servicios crece por una mayor conciencia sobre la tenencia responsable, el vínculo afectivo con los animales y la necesidad de cerrar ciclos de forma simbólica.
Una práctica milenaria que vuelve a tener sentido
Para Patricia Ordóñez, directora de la carrera de Antropología de la USFQ, los funerales para mascotas no son nuevo. Es una reactivación contemporánea de una relación súper antigua. En culturas como la egipcia, la romana o la precolombina andina, los animales fueron enterrados con afecto y simbolismo, como parte de una cosmovisión que entendía la vida y la muerte como un ciclo compartido.
Hoy, el rito se reactiva. La antropóloga no cree que con esto se esté humanizando a los animales, sino que se amplía lo que se considera digno de duelo. Cree, además, que en Ecuador se vive una transición. Cada vez hay más reconocimiento afectivo hacia las mascotas, aunque siguen perjuicios como “es solo un perro, es solo un gato”. Por tanto, esta transición- añade- requiere de conversaciones empáticas y educación emocional sobre cómo procesar el duelo de distintas maneras y elementos. Esto cobra aún más sentido, ya que en Ecuador más de la mitad de hogares convive con un perro o un gato.
Ordóñez también reflexiona en que si bien el duelo requiere formas de expresión para poder ser procesado también hay “prácticas que pueden volverse superficiales o demasiado mercantilizadas, como estas urnas personalizadas, objetos conmemorativos de plástico, servicios de cremación innecesarios. Entonces, el riesgo está en que el rito se vacíe de sentido cuando se convierta en una mercancía”.
Duelo animal y salud mental
Para la psicóloga clínica Daniela Álava, fundadora del proyecto Camino al Arcoíris, despedir a una mascota no es un gesto exagerado. Es un acto necesario para la salud emocional. Los animales de compañía ya no ocupan un lugar secundario. Acompañan rutinas, sostienen vínculos, ofrecen consuelo. Su ausencia duele, y ese dolor debe validarse, explica.
Álava sostiene que el duelo por una mascota puede ser tan intenso como el de una persona cercana, especialmente en niños, adultos mayores o personas que viven solas. Las etapas son similares: negación, ira, tristeza y reconstrucción. No procesar el dolor puede afectar la salud emocional, física y las relaciones. La tristeza se instala, la culpa aparece, la motivación se apaga.
Su iniciativa es un proyecto que busca validar este dolor, ofrecer contención y compartir recursos para transitar el duelo. Los rituales cree que también ayudan: urnas, ceremonias, recordatorios. Son formas simbólicas de cerrar ciclos, rendir homenaje y sanar. Juzgar el dolor ajeno es injusto. Cada vínculo es único. Minimizar el sufrimiento por una mascota es negar una parte importante de la vida de muchas personas.
En Ecuador todavía faltan espacios formales de apoyo emocional para este tipo de duelo. Acompañar también es sanar, afirma. Este consejo lo da también desde su experiencia, pues perdió a dos de sus mascotas en cuatro años.
Historias que enseñan a decir adiós a sus mascotas
En cada despedida hay una historia distinta, pero el sentimiento se repite: el vacío, el dolor y la necesidad de cerrar un ciclo.
Joan Correa recuerda a Coco, su perro que vivió más de una década junto a su familia. Lo enterraron en una casa de campo y plantaron un árbol sobre su tumba. El árbol creció lindo y fue la manera en la que despidieron a un ser querido.
Tras su pérdida y con el tiempo entendió “que es mejor mantener distancia física y emocional porque a la final uno humaniza mucho, los hace dependientes y uno se hace dependiente”. Hoy Joan disfruta de la compañía de dos perritas.
Para Rachel Chirinos fue importante despedirse de su gatita Lucía con un pequeño ritual, porque la ayudó a aceptar su partida. “Sentí que era una forma de agradecerle por todo el amor que nos dio”. Después de su partida comprendió aún más que los animales “no son solos mascotas, sino seres con sentimientos, es un amor incondicional”.
Lucía llegó a casa de Rachel con seis o siete años, ya era adulta, estaba deshidratada, casi sin dientes y con quemaduras en el cuello. Al parecer alguien la tuvo amarrada. “Trate de darle la mejor vida. Era una consentida”.
El negocio y las regulaciones
Santa’s Huellas, que ofrece servicios funerarios para mascotas en Quito desde 2016, tiene una demanda de mil animales al año, principalmente, perros pequeños, medianos y gatos.
La firma realiza cremaciones individuales, con retiro a domicilio, entrega de cenizas en casa y opciones simbólicas, como urnas, árboles conmemorativos y macetas con el nombre de la mascota. También ofrece piezas personalizadas como joyas con cenizas, retratos pintados a mano y esculturas. Entre alternativas ecológicas destaca una urna hecha de micelio, que se integra al suelo al sembrar un árbol.
El crecimiento de estos servicios funerarios para mascotas también expone la necesidad de reglas claras y controles efectivos. Según Esteban Villasís, gerente de Santa’s Huellas, uno de los principales retos es la falta de regulación. Esto ha generado irregularidades y negligencias por parte de operadores sin formación técnica ni sensibilidad emocional, afectando tanto al mercado como a las familias, explica.
El empresario detalla que los servicios formales deben tener licencia ambiental del Ministerio de Ambiente, permisos municipales y estatales de Bomberos, UBA, SRI, Ministerio de Trabajo, IESS y Superintendencia de Compañías. EL COMERCIO consultó qué empresas dedicadas a la cremación contaban con licencias ambientales. Pero hasta el cierre de esta publicación no hubo respuesta.
El servicio crematorio, según Villasís, se basa en principios de tanatología y protocolos de transparencia, permitiendo a las familias acompañar el proceso si lo desean. En su experiencia observa una demanda creciente, atribuida a una mayor conciencia sobre el duelo animal y la necesidad de despedidas dignas.
Para la Empresa Municipal de Cementerios (Emuce), su memorial no es una moda, sino una forma legítima de procesar el duelo. Representa un avance en la salud emocional de la comunidad y una evolución en el reconocimiento del vínculo humano-animal. La iniciativa está respaldada por la ordenanza de constitución de la compañía y sigue protocolos ambientales y sanitarios.
En conclusión…
Más allá del negocio, desde el sector privado y público hay un consenso: el rito funerario animal en un espejo del vínculo emocional que los ecuatorianos construyen con sus mascotas.
Y su regulación -más que una formalidad- representa una manera de proteger el respeto y la confianza en un servicio que toca lo más sensible: la forma en que se despide a mascotas, que acompañan sin palabras, pero con amor.
Detrás de cada urna, árbol o ceremonia hay una necesidad de reconocer el vínculo que une a una persona o familia con los animales. Sus funerales son una manera de honrar su vida.






