Fariseísmo del siglo XXI

Cuando desde las oligárquicas esferas del poder –rasgadura de trajes Kiton, Chanel, Valentino, Dior, Versace, Zegna, Armani y de otras exclusivas firmas de por medio– se pontifica sobre los privilegios de acaudaladas minorías o sobre la corrupción, los ciudadanos de a pie de la empobrecida Venezuela de hoy –que a duras penas sobrevivimos con los escasos frutos de un honesto y cada vez más arduo trabajo– no sabemos si desternillarnos de la risa ante el inocultable rostro de la grotesca desfachatez socialista o más bien indignarnos –por emplear un suave término– por ser blanco del sarcasmo de quienes, creyendo estar más allá de todo bien y de todo mal, han usufructuado una riqueza con la que no se soñó ni en los mejores tiempos de nuestra historia republicana.

Se anuncia, por ejemplo, que se tomarán medidas draconianas para combatir (?) un mal –el de la corrupción– que, si bien es de larga data en el país, ha alcanzado en los últimos tres lustros niveles insospechados, pero pretendiéndose convencer a los venezolanos de que se trata de un fenómeno al que la nomenklatura criolla es ajena en momentos en los que aún se esperan explicaciones –entre muchas otras cosas– sobre la desaparición de 20.000 millones de dólares en –Giordani dixit– turbias operaciones de Cadivi o sobre las “colitas” en aviones del Estado que, en estos tiempos “revolucionarios”, constituyen una de las tantas prácticas que entran en la categoría de peculado de uso.

Es ello muestra de un fariseísmo que allí no se detiene, ya que cada declaración o acto de supuesta defensa o afianzamiento de derechos constitucionales enmascara un nuevo despropósito que los conculca para beneficio de una élite con una insaciable sed de poder y hambre de destrucción, y sin el más mínimo respeto por un pueblo del que se dicen servidores pero al que, en verdad, solo intentan sojuzgar.

Verbigracia, se habla de avanzar en la propugnación de los derechos de la mujer mientras que con crueldad se veja a las que juegan un destacado rol en la oposición, sin mencionar, tal como hace poco se lo espetó una “adepta” del socialismo del siglo XXI a sus inefables “líderes”, el continuo maltrato al que se somete a millones de mujeres venezolanas producto de una carestía que las obliga a horas de peregrinación diaria en busca de artículos de primera necesidad y de inacabables colas que hacen que la frase “calidad de vida” no sea, para ellas, más que un lejano concepto.

Es, en definitiva, un perverso modus operandi con el que por años se ha agraviado a todo un pueblo y que hoy, ante tantas tropelías, ha convertido en generalizada molestia lo que hasta hace no mucho tiempo era el contenido descontento de una tímida oposición.

Solo el tiempo dirá si la dignidad del venezolano se impone sobre la iniquidad de sus opresores.

* Profesor de postgrado de la UCAB e investigador.

** Doctorando en Gestión de Investigación y Desarrollo, UCV. Especialista y magíster en Gerencia de Servicios Asistenciales en Salud, UCAB. Odontólogo, UCV.